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14 de abril y cacerías de elefantes

Ayer 14 de abril fue el 81 aniversario de la proclamación de la II República. Y como si a propósito fuera, de repente nos enteramos que nuestro monarca se ha roto la cadera cazando elefantes en Botsuana. Los dos datos podrían no tener nada que ver si no es porque el sentimiento antimonárquico se eleva por momentos en el país y situaciones, como la de que Juan Carlos, se encontrara ayer pegando tiros a elefantes en África no parecen ayudar a invertir esa tendencia.

Pero no quería en este breve texto abundar demasiado en el dato concreto sino más bien en la cuestión general de cómo vivimos engañados acerca de las ideas que nos hacemos de las personas y, sobre todo, de las personas públicas. Influidos por los medios de comunicación y por los juicios preconcebidos que circulan por doquier tendemos a hacer una idea inadecuada y confusa de las cosas. Decimos con excesiva facilidad, “qué buena persona es”, “qué bien hace su trabajo”, “cuánto le debemos los españoles”. Y, de repente, un día descubrimos que es un malaje sin corazón. Porque hay que ser un malaje sin corazón para meterle un tiro entre ceja y ceja a un animal del tamaño de un elefante y luego posar orgulloso con la pobre bestia tendida a sus pies.

Por supuesto que esto extensible a la totalidad de las personas públicas y privadas. Nuestra opinión sobre ellas siempre está basada en un conocimiento parcial, rellenado con falsas apariencias e ilusiones. Las más de las veces creemos lo que se nos incita a creer de las mismas. Y ¡cuántas veces nos equivocamos! Esto lo vemos día a día tanto entre los más íntimos como en los personajes públicos. Pero lo vivido ayer respecto a la figura del rey nos lleva el debate más al ámbito de los personajes públicos. Cuánta gente me habrá comentado a lo largo de estos años atrás que cómo podía votar a un tipo como Zapatero, «con lo tonto que es» (una idea tan construida falsamente como las demás), me decían. Y mi respuesta era la misma. Yo voto a unas ideas en primer lugar, después a una organización que más o menos las defiende y, por último, a una persona que puede no gustarme en absoluto, pero que en el proceso electoral es quien representa las ideas a las que deseo votar. Si me fijo en la persona, me engañaré sin duda, ya que su imagen pública es una construcción falsa e irreal, por tanto lo mejor es no fijarse en ella sino en lo que representa.

Esto me lleva a que yo, aún siendo de convicción republicana, siempre he dicho que por la deferencia que le debía a Juan Carlos no estaba dispuesto a debatir sobre el modo de estado hasta su muerte o abdicación. Esta deferencia, desde mi  punto de vista, se la había ganado por su actitud en la transición, por ceder al pueblo un poder omnímodo recibido de un dictador, por su actitud en el 23F, etc. Y de repente, en unas pocas horas ves al tipo sonriente con su rifle avasallando a una pobre bestia a sus pies. Y piensas, ¡un engaño más!, ¡qué imbécil he sido! Uno más de tantos personajes públicos y privados que me han decepcionado tras más o menos tiempo de mantenerles una actitud de respeto.

Evidentemente no es solo esto,   es el tema de su tardía respuesta antes la actitud de su yerno y otro conjunto de cosas que en los últimos años han ido cambiando mi punto de vista hasta retirarle el respeto que un día le tuve. Particularmente pienso que ahora debe abdicar en su hijo y que la sociedad española debe comenzar un proceso de reflexión acerca del modelo de Estado. Sin prisas, pero sin pausas. Anacronismos como el de que nuestro máximo representante no pueda ser elegido por el pueblo tiene que acabar más tarde o más temprano.

Y, mientras tanto, para evitar el engaño en nuestras apreciaciones de las personas, no queda más remedio que seguir el consejo de aquel  jesuita viejo, sensato y castigado por su orden, Baltasar Gracián, que nos decía que el varón prudente (y que perdonen las féminas este anacronismo literario de la época) lo mejor que puede hacer para no engañarse es suspender el juicio.

2 comentarios en «14 de abril y cacerías de elefantes»

  1. Lo de malaje lo llevo diciendo una semana porque, sinceramente, no conozco a ningún abuelo que brille por su ausencia cuando el nieto está jodido en el hospital ¿Dónde andará este tío? Bueno, pues ya lo sabemos… Pero esto viene de atrás, bodorrios a los que debería haber asistido y no fue (¡coño, es su único trabajo!), y te recuerdo que no asistió al funeral de Delibes (prácticamente de Estado) para ir a ver una carrera de Formula Uno. Tiene bien claras sus prioridades.

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