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Gowex y el engaño

El asunto de Gowex me incita a realizar algunas reflexiones, más allá de la elemental que resulta del mazazo de volver a comprobar la frialdad psicopática con la que algún componente de la especie humana es capaz de arruinar la vida de sus congéneres sin que se le arrugue ni un solo músculo de la cara.

Y es que la historia pública de esta compañía, y de su líder Jenaro García, es una muestra más del engaño y la ceguera en que día a día nos movemos los humanos. Sé que he tirado de este recurso en numerosas entradas de este blog, pero no por ello quiero dejar de hacerlo nuevamente a colación de este hecho.

Lo primero que me gustaría remarcar son las impresionantes consecuencias que falsedades como esta traen para la clase empresarial española, para la imagen que de España se tiene fuera  e, incluso, para la idea que de nosotros mismos tenemos los españoles. Y es que tras el affaire de Gowex lo primero que se nos viene a la cabeza es aquello de “ves como todos los empresarios de nuestro país son unos chorizos”. Y con esto, los empresarios, nos colocamos en la misma fila de productos del cerdo donde ya se mueven los alcaldes, los ministros, algún que otro presidente de Comunidad Autónoma y cualquiera, en general, que haya accedido al entorno de posibilidades que le han permitido alcanzar tal estatus.

Es impresionante revisar la imagen anterior al fraude que los medios de comunicación difundían de Jenaro García. Triunfador en los negocios, emprendedor de éxito, empresario capaz de internacionalizar la empresa española, prototipo del ganador en bolsa, hombre capaz y no se sabe cuántas lindezas más. Antes que en Jenaro García hemos visto esto mismo en Gerardo Díaz Ferrán, en decenas de políticos corruptos antes admirados y ahora denostados así como en varios personajes públicos, arquetipos a seguir,  y de los que luego hemos descubierto que eran unos tremendos disolutos carentes de principios.

Engaño y más engaño. ¿Dónde está la verdad? No queda más remedio que buscarla como un zahorí más allá de todos los velos, interesados o no,  con los que cada día pretende ocultársenos. Desde Platón, todos sabemos que el conocimiento humano es falible, que solo se mueve entre conjeturas, que nos encontramos en una caverna donde atisbamos meras sombras de lo que realmente sucede. Mientras somos conscientes de esta situación todo marcha bien, al menos mantenemos el ojo avizor y nos dotamos de la capa de escepticismo necesaria como para cribar la realidad, ponerla en tela de juicio y no creer todo aquello que se nos muestra como más evidente. Pero cuando perdemos esta actitud crítica nos despeñamos en un abismo del que es difícil volver atrás. Comenzamos a creer en la imagen que recibimos de las personas, ¡válgame dios!, comenzamos a vituperar o alabar a aquellos de los que no tenemos información suficiente como para saber si son unos probos ciudadanos o los responsables del último crimen psicópata del que informa la prensa.

¡Creer en las personas! Je, je… Eso debato siempre con un buen amigo mío que se reconocerá en estas palabras. ¡Imposible! Solo se puede creer en las ideas, en los proyectos, en los productos de la creación humana que nos hacen avanzar o retroceder como especie, como comunidad. Si aquellos que de forma más cercana nos rodean, nuestra familia, nuestros amigos más íntimos, no dejan de ser una incógnita para nosotros, cómo no van a serlo igualmente todos estos personajes públicos. Me río, pues, del proceso de primarias en el PSOE y no lo hago de los resultados de su reciente conferencia política. Lo que hay que hacer es llevar a cabo ese proyecto, quien lo haga me da igual. Me gusta más un tipo que otro por su cara más bondadosa, pero hasta ahora solo puedo juzgar los hechos de quien sale del cargo, el señor Rubalcaba y de él sí podemos decir ya que nos ayudó a acabar con ETA, que hizo una transición del PSOE de Zapatero con la idea de España en la cabeza, sin buscar enfrentamientos innecesarios y que, sin afanes de poder, convocó la necesaria reflexión en el partido. Sin embargo, los glaciares de la historia lo arrastrarán sin misericordia. Y ello lo digo, sin conocerlo personalmente y sin saber si en lo personal es un hijo de puta irredento. Solo me importa su proyecto y los hechos que del mismo se derivan.

En fin, siguiendo con Gowex, volvemos a esa situación de vergüenza que a veces suelo sentir de lo que hace algún que otro conciudadano. Esa situación que me incita a pedir que España se convierta en el estado 51 de la Unión a fin de diluirnos en otra cosa que no seamos nosotros mismos. Por cambiar solo, no porque crea que en América sean mejores que nosotros.

Aunque mejor, y dada la antipatía con la que cada vez más observo a la especie humana, perderme en Soria, esa provincia que recientemente ha sido nombrada área despoblada porque solo tiene ocho habitantes por kilómetro cuadrado. Pero, por favor, en una esquina de mi trozo, y que los otros siete se instalen en la esquina más distante de la mía.

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