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La España del cincel y de la maza

Parece que en España hay algunos que otros temas recurrentes, el eterno retorno a los peores males de nuestra vetusta alma ibérica. Y estoy pensando ahora en muchos microdetalles, pero quizá me concentre en hablar de un término que ha tenido una fuerte relevancia en nuestra historia más o menos reciente. Me refiero a lo que, en su día, se vino a denominar Regeneracionismo. Aquello surgió a la luz de la pérdida de las últimas colonias y de la depresión colectiva en que parece que el país cayó tras aquel último colofón de nuestros afanes imperiales. Si en la parte conceptual, el Regeneracionismo tuvo en Joaquín Costa su crucial expresión, en la literaria fueron aquellos grandes hombres de la generación del 98 quienes mejor representaron esa dualidad entre el pesimismo de haber caído en lo último y el optimismo de quienes, conociendo como pocos el alma española, no dudaban de que nuestro pueblo saldría adelante.

España

Una representación magistral de lo que sentían aquellas personas la encontramos en el sublime  poema de nuestro gran Machado, “Del pasado efímero”. Recomiendo al lector que lo lo lea entero, porque parece que don Antonio lo escribiera ayer reflejando nuestra España de hoy. Yo aquí voy a reseñar solo la parte que me parece crucial para nuestro futuro como colectividad:

Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
 

Regeneración necesaria. Esto necesita este país. No podemos continuar la porquería de camino que una buena parte de nuestros políticos, de nuestros medios de comunicación, de nuestros grupos de presión, tratan de hacernos recorrer. Pero yo confío en esa España del “cincel y de la maza”, ese conjunto de personas que fueron capaces de odiseas tan tremendas como la conquista de todo un continente, que crearon durante siglos algunas de las aportaciones más sublimes en el ámbito del arte  o de la literatura que el mundo ha visto. Confío en esa “España de la rabia y de la idea” que se ha incorporado con una fuerza implacable al mundo tecnológico actual, peleando codo con codo con cualquier compañía multinacional en cualquier parte del globo. Confío en nuestros hoy internacionalizados jóvenes que, si no encuentran trabajo aquí, porque no somos capaces como colectividad de dárselo, lo buscarán y lo encontrarán en cualquier rincón del mundo. Y allí lo aportarán todo, sin límites. Si Cortés, con menos de seiscientos soldados, fue capaz de conquistar el enorme imperio Azteca, que no podremos hacer en el futuro.

Pero para ello tenemos que creer en nuestras posibilidades, trabajar sin límite, luchar por nuestros objetivos y no esperar que caiga del cielo lo que solo se puede ganar con el esfuerzo. Y todo esto incluye, desde luego, la lucha política. Azaña, uno de nuestros más grandes reformadores políticos, decía que necesitaba el poder para transformar la sociedad. Nosotros también necesitamos transformar este país que se nos cae entre las manos. Con medidas serias, contundentes y para eso se necesita el poder. No invito aquí a nadie a que tome ahora el Palacio de Invierno, pero sí a que participen realmente en política, sin afanes personales, o al menos sin excesivos afanes personales. Hay mucho que cambiar en nuestro sistema, muchas leyes que alterar y, desgraciadamente, políticos con poca talla para hacerlo.
Ya los regeneracionistas decían que nos faltaba patriotismo, interés por lo colectivo, desprecio de lo propio… Y tantas y tantas cosas. Pues o trabajamos con “el cincel y la maza” de don Antonio para cambiar las cosas o no nos espera un futuro muy brillante que digamos.

2 comentarios en «La España del cincel y de la maza»

  1. Pingback: Política y felicidad en Ortega hace cien años - Arte de Prudencia

  2. El cambio. Ay, Antonio, que cerca estás del sitio en el que me encuentro de un tiempo a esta parte. Esa es la tecla de lo que viene. El observador dejará de esperar, dejará de ser mártir de todos los males y por fin sabrá la verdad y es que no hay verdad, que debemos esforzarnos por construirla y no limitarnos a ser los eternos mastines de raza que esperan que los señores feudales les arrojen las sobras de una opípara cena que llega a su fin. Todo tiene su momento, los ciclos humanos están definidos y se aproxima uno importante. Ya no confiaremos más en las palabras, en las buenas intenciones. Ya no son suficientes. Todos y digo todos debemos participar. Ya no podemos seguir gastando las energías en proyectar en los demás nuestros miedos, debemos ser conscientes de ellos. Los males que nos acechan son los nuestros, son consecuencia de una galopante alienación que se ha desbocado demasiado. El cambio, sí, el ciclo del cambio está aquí.

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