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Mi padre nunca pidió un crédito

Mi padre nunca pidió un crédito. Y no es porque le sobrara el dinero. Él era un pobre jornalero andaluz que pasó la mayor parte de su vida cavando olivos, hizo una guerra para defender aquello en lo que creía, la perdió, y sufrió calladamente las consecuencias. Tuvo que emigrar de su tierra cuando ya no le daba para comer; en 1950, con mi madre embarazada de mi hermana, tuvo que dejar de destripar terrones en el olivar jiennense para emigrar al norte, a la mina, ya que el hambre acuciaba y la única manera de alimentar aquellas bocas era buscar el pan en otros sitios. Volvió pronto, en cuanto pudo de nuevo trabajar en su campo andaluz. Pero a mediados de los sesenta, tuvo ya que abordar la emigración definitiva, la que le llevaría a Madrid, a seguir trabajando como loco, pluriempleado. Con todo ello, sacó adelante a cuatro hijos y tuvo, además, la desgracia de ver morir a uno con catorce años. A los tres que quedamos siempre nos ayudó económicamente, tanto que a todos nos pagó la mitad de nuestra primera vivienda. ¡Y nunca pidió un crédito! Solo compraba algo cuando tenía dinero para hacerlo.
Cómo es posible todo esto. Sencillo, en dos palabras, trabajo y austeridad. Algo que hoy nos falta por todos sitios. Yo no he salido del todo a mi padre. Sí quizá, en lo de trabajador, pero no soy ni una décima parte de lo austero que fue él. Me gusta disfrutar de la vida. Sin embargo tengo los límites claros. Yo sí me he endeudado, pero he procurado hacerlo siempre razonablemente; y esto es extensible tanto a mi actividad personal como a la empresarial. He sido emprendedor la mayor parte de mi vida, he montado varios proyectos empresariales y, a mis 52 años, todavía no he hundido ninguno por mí mismo. Tampoco me he hecho rico. Parece que para hacerse rico hay que asumir más riesgos. Y yo no lo he hecho porque el dinero de los demás siempre me ha merecido el suficiente respeto, así como el de la gente que me rodeaba y confiaba en mí.
El lector (si es que existe) se preguntará a qué viene toda esta digresión personal y de buceo en mi árbol genealógico. Pues es sencillo. Quiero defender aquí la tesis de que el endeudamiento excesivo de una persona, de una empresa o de un país, simplemente conduce a la esclavitud de los mismos. Hoy lanzamos la proclama  de que los mercados nos controlan y determinan nuestra situación. Es cierto, y me he quejado de ello en otras ocasiones, pero no quiero dejar de remarcar aquí que esto sucede porque debemos dinero, si no lo debiéramos nadie nos controlaría. No tenemos más que analizar lo sucedido en España en los últimos tiempos, el endeudamiento particular roza niveles demenciales. ¿Quién no tiene algún conocido que cuando la banca regalaba el dinero se metió en una carga hipotecaria muy por encima de sus posibilidades presentes y futuras?, ¿cuántas compañías no sucumbieron ante la posibilidad de apalancamiento que se abría ante ellas desde la entrada de España en el Euro? Y ¿a nivel de país? Pues es sencillo, en la década del Euro, la deuda total española (Estado, empresas financieras, no financieras y particulares) ¡se ha duplicado! Ha pasado en total del 200% del PIB al 400% del PIB.  En defensa de nuestros gobernantes hay que decir que la deuda pública no solo no ha aumentado sino que ha disminuido, es la deuda de particulares y empresas (y sobre todo la de las instituciones financieras) la que ha crecido sobremanera. Da igual, el resumen es que los españoles en su conjunto debemos el doble de lo que tenemos. Esto, que podría ser soportable en un contexto de bonanza económica, se vuelve cruel en un momento de crisis. Los particulares se quedan en paro y no pueden pagar sus deudas, las empresas ven como su cifra de negocio baja dramáticamente y tienen que despedir a sus empleados y el estado deja de ingresar montones de dinero en impuestos y tiene que comenzar a pagar otro tanto en prestaciones sociales. Ante esto, las respuestas son confusas, unos dicen que hay que ser más austeros, otros por el contrario dicen que hay que invertir más para recuperar la senda del crecimiento, de forma que todos podamos volver de nuevo a ganar más dinero y, por tanto, podamos pagar nuestras deudas.
El problema es que todo este endiablado círculo vicioso tiene a su base una casi ilimitada capacidad para prestar del sector financiero que, de este modo, puede permitirse cada vez más tener el control de estados, empresas y ciudadanos. Bien, pues yo creo que ante esto, debemos plantar cara todos seriamente y limitar al máximo nuestros niveles de endeudamiento. Es decir que me inclino por la austeridad y el trabajo. En este sentido no soy muy keynesiano. En nuestro país, además, la mayor parte de la culpa de lo que nos sucede radica en la puñetera burbuja inmobiliaria, en ese crecimiento alocado y sin fundamento del precio del suelo y de la construcción que nos llevó a creernos ricos, sin serlo objetivamente. Hay muchos males del país que tienen su origen en aquella nefasta Ley del Suelo del primer gobierno Aznar que dio como fruto no solo la burbuja inmobiliaria sino la mayor parte de la corrupción política que hoy nos tiene postrados, sin líderes, sin creer en que la política pueda tener una vertiente transformadora.
Y es que solo tenemos que analizar el cambio de esta sociedad desde los años setenta-ochenta a la actualidad. Quién no se permite hoy cosas que entonces eran imposibles de pensar. Y lo malo es que la mayor parte de esas cosas son innecesarias, simplemente, el capitalismo actual ha encontrado en este círculo vicioso la capacidad de controlarnos mejor. Y los ciudadanos caemos como moscas en su red. Pero hemos de tener presente una cosa, de la situación actual todos somos culpables. No se la echemos solo a un gobierno que lo que ha hecho ha sido capear el temporal como buenamente ha podido. ¿A los especuladores? ¿Y quién no ha especulado con su vivienda entre 1998 y 2007? Todos hemos contribuido a crear esta situación y hemos de purgar nuestra culpa con trabajo y austeridad. Si seguimos ese camino lograremos ser libres, si seguimos la senda de endeudarnos más para crecer, habrá un amo que nos hará esclavos y este será el poder financiero. ¡No contribuyamos más a potenciar esta moderna esclavitud!

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