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¿Persigues el éxito profesional?

Y quién no, ¿verdad? Claro que persigues el éxito en el apartado profesional de tu vida. El problema es que nuestra sociedad nos ha llenado de imágenes confusas al respecto. Si no tenemos claro en qué consiste ese éxito perseguido, difícilmente podremos trabajar por conseguir su logro.

Éxito

 

En el mundo de la tecnología, en el que he desarrollado mi profesión a lo largo de casi toda la vida (también he repartido propaganda en los buzones, 🙂 ), desde hace muchos años fue adentrándose la idea de que si a los treinta años no habías conseguido crear un proyecto propio y venderlo por alguna cifra de, al menos, unos pocos cientos de millones de dólares (y digo dólares y no euros porque la capital intelectual de este punto de vista se encuentra en un valle de silicio sito en California), eras un pringao.


«Si no tenemos claro en qué consiste ese éxito perseguido, difícilmente podremos trabajar por conseguir su logro.»


 

Mucha gente ha dilapidado su vida en esfuerzos tan baldíos como este. Y no digo que sea malo en sí mismo. Cada uno es libre de enfocar su vida como mejor le plazca, pero hay un problema de índole estadístico que le aporta una cierta complejidad. El asunto es que hay millones de personas trabajando en proyectos tecnológicos y acariciando la idea de hacerse ricos. Y de esos millones, podríamos contar con los dedos de una mano, quizá con suerte de las dos, los que han vivido el mito de crear algo en un garaje, interesar a millones de clientes con ello y vendérselo a unos inversores potentísimos haciéndose multimillonarios con ello. Los Gates, Jobs, Zuckerberg… escasean, pero su imagen ha marcado a muchos miles de personas en las últimas generaciones.

Cuánto mejor que esto es tener bien definido en la vida lo qué queremos lograr, sin que esto sea un imposible metafísico. Algo sencillo, vivir razonablemente, tener un trabajo motivador, ganar dinero de forma suficiente (o quizá algo más, pero sin estridencias), cuidar de tener una salud que nos permita disfrutar de la vida, ser capaces de oír música emocionándonos, trabajar por mejorar la sociedad de la que formamos parte, querer, ser querido, lograr tantos amigos como necesitemos en cada momento, poder caminar por la calle sin que nadie se abalance sobre nosotros para felicitarnos o vituperarnos, en definitiva, mirarnos al espejo cada mañana y poder decirnos a nosotros mismos: «no está mal, mi vida no es como para tirar cohetes, pero va siendo aceptable, tuve el placer de oír a Jethro Tull en Madrid en el 76, me he emborrachado unas pocas veces, nunca me ha faltado el dinero como para disfrutar de lo esencial, conozco una buena parte del mundo, he visto ponerse el sol en el puerto de Katakolon en Olimpia y salir en el desierto del Magreb, he paseado de madrugada por la calle Corrientes de Buenos Aires, revisando las librerías de viejo, he visto Causway Bay desde el Victory Peack en Hong Kong, he visto la sonrisa de mi hijo recién nacido, he amado, he sido amado, he sufrido, he participado políticamente en mi sociedad, he trabajado por la libertad y el progreso, he creado puestos de trabajo, he visto ganar a mi equipo más Champion Leagues que a cualquier otro (y sobre todo que al principal rival, 🙂 ) . No necesito más.


«…si hemos de perseguir el éxito en nuestros emprendimientos profesionales (y esto es bueno hacerlo) no nos planteamos metas tan inalcanzables que lo único que nos traigan sea frustración.»


 

No digo ya que la misión del ser humano sea conseguir la felicidad, eso me parece una estupidez. Con vivir una vida equilibrada es más que suficiente. Lo que digo es que si hemos de perseguir el éxito en nuestros emprendimientos profesionales (y esto es bueno hacerlo) no nos planteamos metas tan inalcanzables que lo único que nos traigan sea frustración. Por lo demás, está más que bien que trabajemos sin límite para conseguir nuestra definición de éxito. Y si fracasamos, no hay problema, nos levantamos y lo volvemos a intentar. Y si volvemos a fracasar, nos ponemos a ver cualquier película de John Ford mientras nos tomamos una buena copa de vino, y a otra cosa. La vida está demasiado llena de cosas malas como para que la enturbiemos más con nuestras amarguras.

 

 

 

 

 

 

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