Si estás en el mundo de la tecnología resulta casi imposible no sucumbir a la tentación de escribir algo a colación de la muerte de Steve Jobs. Así pues, lo haré; que sucumbir a las tentaciones siempre ha sido buena cosa.
Lo primero a decir es que odio las necrológicas; en ellas casi todo se falsea; puedes estar criticando al fallecido unos minutos antes y el solo hecho de que haya dejado de respirar lo convierte en un héroe casi de inmediato. Es como si tuviéramos que tapar nuestra mala conciencia por seguir aquí mientras el otro se ha ido, alabando todas las virtudes, existentes o inexistentes, del difunto. En fin, los que no tenemos ya motivos para continuar siendo políticamente correctos no tenemos porqué seguir esta línea. Ojo, dejo claro que no voy a hablar mal de Jobs, al que considero uno de los personajes icónicos de nuestro tiempo y que no pasará a la historia precisamente por haber hecho daño alguno a la humanidad.
Sentado esto, me gustaría reseñar solo tres o cuatro ideas que me sugiere la vida del personaje. Y lo haré intentando comparar su trayectoria vital-profesional con la de su amigo en lo personal y enemigo en los negocios Bill Gates. Y que conste que ambos son estereotipos construidos por los medios de comunicación por lo que cualquier idea que pueda yo anotar aquí puede estar basada en supuestos absolutamente falsos, creados a propósito, para definir personalidades de marketing. Pero, en fin, juguemos a creernos lo que nos dicen sobre ellos.
Jobs ha sido, desde luego, un perseguidor omnímodo de la excelencia y la calidad en los productos que ha contribuido a crear (ojo, no le supongamos el inventor de, por ejemplo, el IPhone, que eso es fruto del trabajo grupal de la compañía de más valor bursátil en el mundo en este momento). Eso es magnífico y hay que alabarlo. Personalmente los productos de Apple me parecen lo mejor a lo que podemos aspirar en tecnología en este momento. Sin embargo, esto le ha llevado también a ser muy elitista en su visión de lo quería vender. Por el contrario, el sueño de Gates era que pudiera haber un ordenador (con Windows, of course) sobre el escritorio de cada persona en el mundo. Una actitud muy diferente de cara al elitismo. Los productos de Microsoft siempre han arrastrado una cierta mala fama respecto a su robustez, contrariamente a los de Apple, mientras que a nivel de precio hay que poner en el tejado de Gates el mérito de haber llevado la tecnología hasta el último rincón del planeta.
Por otro lado, Gates, probablemente en este momento sea el mayor filántropo conocido (además, por supuesto, de quizá el hombre más rico del mundo). Con su dinero se financian investigaciones como, por ejemplo, las de Patarroyo sobre la malaria, etc. Es decir que la responsabilidad social sobre el mundo en el que vive en el caso de Gates está fuera de toda duda. Insisto, desde luego, en que me baso en estereotipos y no en datos contrastados. Solo sé de la filantropía de Gates pero desconozco cualquier información sobre la posible de Jobs.
Por último, Gates construyó una compañía y dedicó a ella la mayor parte de su vida profesional, pero, llegado el momento supo retirarse y dejar las riendas de la misma en manos de otra persona. Es decir, que, el señor de las puertas aplicó algo que el señor de los trabajos quizá no supo aplicar, aquello de
“…un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;
un tiempo para callar y un tiempo para hablar…”
Es decir, que, al menos desde mi punto de vista y hasta donde alcanzo a conocer, me parece más respetable, más armónico y más adecuado para mí el modo de vida de Gates.
Lo que desde luego no me quita ni una brizna de la admiración que siento por Steve Jobs, que ha sido, mucho más que tantos políticos, o financieros, uno de los grandes transformadores de nuestro mundo y al que le ha tocado, además, sufrir uno de los peores modos de abandonar este valle de lágrimas.
Descanse en paz Steve.