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Apocalipsis zombie

La exageración es uno de los defectos que nos caracteriza como pueblo. Fruto de ella es la crispación a la hora de exponer argumentos. Exageraré yo aquí ahora, como buen español: todo se cae, el mundo se derrumba, un terrible apocalipsis zombie está apunto de suceder. Cosas como esta son las que leemos cada día en las redes sociales o una buena parte de los medios. El problema es que la vehemencia que de ello se deriva está a un paso de convertirse en mala educación, formas desagradables y estruendo discursivo, en general.

En las campañas electorales esto se viene manifestando tradicionalmente. Los políticos suelen, más que exponer su programa, criticar al de su oposición. Y más que criticar el programa se ciernen como buitres sobre los candidatos. Que si uno es un sinvergüenza, que si el otro es un ladrón, que si aquel no tiene palabra, etc., etc.  Todo ello, en lugar de hablar de lo que realmente debería interesarnos a los electores, el programa de cada uno bien defendido, con mucha didáctica y con la suficiente claridad para que todos pudiéramos elegir aquello que más encaja con nuestras ideas e intereses.

Si esto se encontrara ceñido a los momentos de campaña electoral todavía sería soportable, pero lo malo es que cada vez se extiende más como una mancha de aceite. Una buena prueba la tenemos en esta post campaña. Los insultos, los exabruptos aparecen por doquier. Las redes sociales están llenas de malas formas, de gente encenagada en ver solo su punto de vista sin pararse un momento a tratar de entender que la realidad es polifacética y que hay tantas perspectivas de la misma como personas habitan el universo. Hoy, sin ir más lejos, veo como se distribuye en las redes sociales una portada falsa del día 27 de junio del New York Times en la que se habla del fraude electoral en las elecciones del 26-J. Y la gente se lo cree, lo comparte y lo vuelve a compartir y todos nos quedamos tan anchos. ¡Cómo es posible tanta estulticia!

Por un lado uno tiende a creer que esto se fomenta por el tema de las redes sociales y que los ciudadanos, cuando están en cercanía física responden de otro modo. Yo tengo muchos amigos de todas las ideologías y puedo hablar con todos ellos de forma respetuosa y sin gritos, por más distantes que estén nuestros puntos de vista. Es como eso que decimos siempre de que la violencia de los conductores entre sí se produce porque están en vehículos distintos, apartados y que eso hace que uno sea para el otro una cosa, un objeto, algo insignificante y, por eso, no tiene ningún problema en insultarle, faltarle al respecto. Cosas que no haríamos con alguien que está a un metro de nosotros en la calle o en una cafetería lo hacemos cuando está encerrado en otro vehículo en marcha o cuando debatimos con él en cualquier red social.

¿Es que no entendemos que el punto de vista del otro es igual de respetable que el nuestro? Pueden no gustarnos sus opiniones, su modo de hacer las cosas, pero nada nos da derecho a usar el improperio frente a él, máxime cuando se trata de opinar sobre organizaciones políticas que tienen detrás varios millones de votos de ciudadanos igual de cualificados que nosotros. Debatamos, defendamos nuestras ideas, pero dejemos ya de llamar tonto al otro solo porque no piensa como nosotros. Ahora asistimos al espectáculo de criticar al PP y sus votantes. Que si como se puede ser tan tonto como para seguir dándole el gobierno a los mismos, que si me voy a ir de este país de subnormales… Como si en el resto de los países del mundo no existieran gobiernos conservadores que todos los días ponen políticas conservadoras en marcha. A mí no me gustan dichas políticas, pero no estoy dispuesto a llamar tonto al que vota por ellas, puedo criticarlas con formas correctas, puedo intentar atacar sus fundamentos, puedo debatir acaloradamente defendiendo mi punto de vista sobre el de otros votantes que crean en principios distintos, puedo trabajar por derribar los fundamentos en los que se asienta su forma de ver las cosas, puedo luchar por poner a la luz lo que yo pienso que son sus contradicciones, etc. Pero lo que no debo es insultar a quien defiende lo contrario.

Este puñetero país tiene una larga historia de enfrentamientos. Las célebres dos Españas de Machado, que, desde luego, tienen un claro fundamento económico e ideológico. Pero que estén ahí y que existan solo debe animarnos a superar esa terrible dicotomía que nos ha llevado a los más sangrientos enfrentamientos entre nosotros. Y precisamente estamos en una época donde esta diferenciación parecía haberse enfriado. Pero la experiencia nos demuestra cada día que no es así y da miedo pensar en las consecuencias de esto. Leyendo lo que en las redes sociales decimos, llegamos a la conclusión de que como sigamos así terminaremos en el apocalipsis zombie del título.

¿Cómo cambiarlo? Solo hay un camino: educación y tiempo. Sí, esa educación para la ciudadanía que el gobierno del PP se encargó de retirar de los programas educativos y que hoy se demuestra más necesaria que nunca.

 

 

 

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