Prefiero caminar con una duda que con un mal axioma. Si terminé mi artículo anterior con algunas palabras del gran Javier Krahe, quiero hoy comenzar esta breve reflexión con más palabras suyas. Precisamente de la misma canción, El cromosoma, un poema que suscribiría letra a letra y que define de modo perfecto lo que pienso, desde la fina ironía de aquel tremendo cantautor. Dudar ¡qué gran cosa! Dudar de todo y de todos. De hecho, cuando alguien me pregunta mi punto de vista sobre algún asunto suelo responder que a lo largo de mi vida no he atesorado certezas sino dudas.
Si en el ámbito de las matemáticas y la física, los axiomas son elementos cruciales, en lo que a los humanos respecta, muy pocos puntales de esas características podemos definir. Las certezas, llevadas al extremo, conducen al fanatismo; las dudas, sin embargo, no nos permiten tomar partidos incuestionables. Y ello nos enfría en cuanto a la defensa sectaria de determinados principios.
«…el escepticismo llevado al extremo puede conducirnos a la inacción más absoluta. Y eso tampoco es positivo. Los humanos no avanzaríamos nunca si, como el asno de Buridán, muriéramos de inanición por no saber si comer o beber primero.»
Sin embargo, el escepticismo llevado al extremo puede conducirnos a la inacción más absoluta. Y eso tampoco es positivo. Los humanos no avanzaríamos nunca si, como el asno de Buridán, muriéramos de inanición por no saber si comer o beber primero. Yo aquí suelo cruzarme en el camino con Aristóteles y aprovecharme de su defensa de la moderación, del punto medio razonable entre los extremos. Digamos que construyo algunas certezas (ni siquiera me gusta llamarlas así) como elementos operativos que no inmovilicen mi camino. Pero si presumo que alguna de esas certezas me va a llevar a convertirla en un absoluto, enseguida la abandono.
Sentado lo anterior, la conclusión es obvia. Estoy en una depresión permanente. ¿Por qué? Porque el mundo camina en un sentido absolutamente contrario a mi modo de ver las cosas. El fanatismo, el sectarismo abundan por doquier. Que si Carvajal (el mejor lateral derecho del mundo y un puntal de nuestra selección) no le da la mano al presidente del gobierno, ya tenemos el follón. La mitad de mis compatriotas cagándose en la madre que parió al genial futbolista y la otra mitad alabando su conducta.
¿Cómo hemos llegado a esto? Bueno, y cómo hemos llegado no solo nosotros. Cómo han llegado en Estados Unidos, en Brasil, en Francia… Digamos que cada uno de nosotros ha decidio instalarse en su certeza y está dispuesto a verder cara la piel del oso.
En fin, yo me niego. Seguiré caminando con mis dudas.