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¿Conservador? ¿Progresista? ¿Es todo lo mismo?

Últimamente es un tópico bastante común en España considerar que los partidos progresistas y los conservadores son intrínsecamente iguales y que solo se diferencian por dar de comer a familias políticas diferentes. Desde que allá por los comienzos del movimiento 15-M se comenzó a hablar del acrónimo sincopado PPSOE, se ha sabido meter en la realidad del elector medio español que esto es una absoluta realidad y que da lo mismo votar hacia un lado o hacia otro, ya que el resultado final es el mismo, corrupción, uso de la política para fines propios, etc. Con ello se ha logrado una devaluación clara de la acción política, el descrédito del rol del político como persona que trabaja para la sociedad que lo ha elegido y, como no, el auge del populismo que se caracteriza por decir a la gente lo que quiere oír, pero cuyo posibilismo a la hora de alcanzar logros tiende al nulo.

Progresista

 

No se puede negar que una buena parte de los políticos han puesto mucho de su parte para que este panorama cale en la sociedad. Tanta corrupción, tanto clientelismo no pueden traer más que estas nefastas consecuencias. Sin embargo, en este artículo intentaré demostrar que no todo es igual y que hay razones para optar por una opción política u otra más allá de la percepción que tengamos sobre algunos de sus líderes o militantes. Más allá de eventos electorales concretos, es imperioso que todos reflexionemos acerca de los tópicos o las realidades que conformen nuestra opinión y que votemos según lo que nuestro libre criterio nos dicte, pero sin caer en las redes engañosas con que las opiniones preconcebidas suelen encubrir la realidad.


«Las nuevas formaciones de marcado carácter populista tienen como una de las metas de su discurso presentar a ambos conjuntos de formaciones políticas como iguales, cuando realmente las políticas de ambos son netamente diferentes»


 

El objetivo que aquí pretendo es diferenciar las políticas conservadoras de las progresistas, teniendo en cuenta que puede haber varios partidos en el espectro político que representen a unas y otras, aunque genéricamente, lo lógico es imputar el término conservador al PP y el progresista al PSOE. No contribuye el tema de los nombres en nuestro país a clarificar esta situación, pero los roles creo que están relativamente claros, conservadores son el Partido Conservador inglés, la CDU alemana, el Partido Republicano en USA y el PP en España. Progresistas son el Partido Laborista inglés, el SPD alemán, el Partido Demócrata en USA y el PSOE en España. Digamos que cada uno de ellos representa su correspondiente ala de la sociedad con idearios relativamente delimitados y, por supuesto, legítimos por más de que a unos no le gusten los de los otros y viceversa.  Las nuevas formaciones de marcado carácter populista tienen como una de las metas de su discurso presentar a ambos conjuntos de formaciones políticas como iguales, cuando realmente las políticas de ambos son netamente diferentes y apuntan a conformación de sociedades radicalmente distintas. Piénsese, por ejemplo, el fortalecimiento del Servicio Nacional de Salud llevado a cabo por el laborismo inglés tradicional  y el declive de dicha institución que se produce a partir de las políticas conservadoras de la señora Tatcher. Subyacente a situaciones como esta se encuentra el principio liberal, asumido por los partidos conservadores, de que el individuo libre debe tener las menores cortapisas por parte del Estado a la hora de ejercer su libertad en cualquier vertiente, incluida la económica y que, por tanto, la sanidad, como un producto más, debe estar regida por los principios de oferta, demanda, competitividad, etc. al que están sujetos el resto de los componentes del mercado. Por contra, una posición progresista (o socialdemócrata, término hoy denostado y a la vez reclamado por varias organizaciones políticas) suele mantener que no hay libertad de elección si no existe justicia social y posibilidad de acceso a los recursos por parte de todas las personas. Ello suele llevar a esta clase de organizaciones, a través de un sistema fiscal progresivo, a que las personas con más recursos económicos paguen servicios que no disfrutan para que sí puedan hacerlo personas con menos capacidad; en este caso el Estado es valedor de este reparto equitativo de la riqueza, limitado, por supuesto, por la no ruptura del principio de libertad que, con diferentes matices, es compartido por ambas alas del espectro político.


«Los partidos socialdemócratas impulsaron el llamado ‘Welfare State’ o Estado del Bienestar y, en general, los partidos conservadores hasta entrada la década de los ochenta con el auge de los neocon Reagan en USA y Tacher en UK, no se atrevieron a revertir estos logros»


 

En Europa, desde finales de la segunda guerra mundial, los diferentes periodos de poder de unas y otras organizaciones en prácticamente todos los países de este lado del telón de acero (con nuestra excepción debido a la dictadura franquista) conformaron la realidad de una sociedad donde las posibilidades de desarrollo humano eran las más altas del planeta. Los partidos socialdemócratas impulsaron el llamado Welfare State o Estado del Bienestar y, en general, los partidos conservadores hasta entrada la década de los ochenta con el auge de los neocon Reagan en USA y Tacher en UK, no se atrevieron a revertir estos logros, aunque los modularan en ocasiones en aras a lograr una mayor libertad de mercado o algún otro de los puntos del programa económico liberal.

La decisión del voto de cada uno debería tomarse tras la lectura y confrontación de los diferentes programas políticos así como de la reflexión personal que hagamos al respecto, pero como soy consciente de que esto es algo que la mayoría de los mortales no hace, a continuación voy a tratar de describir, para diferentes materias, las distintas políticas que cada ala del espectro propone. Se trata de una simplificación, por supuesto, pero deseo que le sea de ayuda a alguno y espero que al menos alguien pueda dejar de votar por la foto. o la última entrevista. del correspondiente líder y que lo haga porque los principios de la organización por la que vota son aquellos que quiere para nuestro país.

 

Fiscalidad

Los partidos progresistas defienden una alta fiscalidad que ayude en el reparto de los servicios para quienes menos tienen. Los partidos conservadores abogan más por bajar impuestos, ya que defienden que una menor carga impositiva contribuye a dinamizar la economía y que, finalmente, se genera más riqueza de este modo.

Hoy es una realidad que, gobierne quien gobierne, el sistema impositivo español es progresivo y paga más el que más tiene. Sin embargo, hay matices, el PP siempre se ha mostrado partidario de que las empresas y las grandes fortunas paguen menos impuestos mientras que el PSOE ha tendido a gravarlas más. Lo malo viene cuando hablamos de clase media y cómo se ve afectada por esto. En general el grueso de la financiación de un Estado viene por los impuestos que pagan las personas pertenecientes a esta clase, y el equilibrio entre lo que se paga y los servicios que se disfrutan reposa sobre un delgado hilo que hace apostar por una u otra organización política.

Si crees que el acceso a determinados servicios públicos debe estar vinculado, con más o menos moderación, a tu nivel de riqueza, claramente tu opción es la conservadora; si, por contra, piensas que el acceso a dichos servicios debe ser lo más igualitario posible, tu opción es la progresista.

 

Derechos civiles

Normalmente son los partidos progresistas los que más avances realizan en este área. Cuestiones como el fin de la segregación en Estados Unidos, debida a los gobiernos demócratas de Kennedy y Johnson o el impulso a la ley para matrimonios del mismo sexo, auspiciada en España por el gobierno del PSOE de Zapatero, son una muestra de esta realidad. Las codificaciones penales a algunos supuestos de libertad de expresión y manifestación que el Partido Popular ha puesto en marcha en su última legislatura en España son también muestras regresivas en el ámbito de derechos que ejemplifican la diferenciación de la que estamos hablando.

Los partidos conservadores, haciendo honor a su nombre, suelen estar formados por personas con valores tradicionales poco amantes del cambio en lo que evolución social se refiere, en España, también, con fuertes vinculos con la Iglesia Católica.

No tendría por qué haber una vinculación entre el hecho de ser liberal en materia económica y conservador en materia social. De hecho la revolución francesa y la americana propician el paso del dominio de la aristocracia al de la burguesía liberal. Y es también un hecho que el término «liberal» tiene connotaciones diferentes a ambos lados del océano Atlántico. Sin embargo, en la actualidad, las políticas liberales en economía se intentan aplicar sensu estricto mucho más por los partidos conservadores que por los progresistas, que, por lo general, defienden políticas regulatorias sobre el mercado que traten de evitar los males para la sociedad que la absoluta libertad económica podría traer consigo.

Debemos esforzarnos bien, por tanto, en distinguir el empleo del término liberal cuando sus connotaciones son estrictamente económicas de cuando en materia de derechos civiles trata de aproximarse más al término progresista

 

Justicia social

Quizá en este ámbito sea donde más claramente suelen diferenciarse las políticas de unos y de otros. Como ya se ha dicho los conservadores parten de la defensa a ultranza de la libertad, sobre todo en materia económica, de las personas. Por contra, los progresistas, limitan en parte esa libertad tratando de regular las cosas para que los más fuertes no puedan imponer siempre su voluntad sobre los más débiles. Se trata, pues, de sobreponer a la idea de libertad, la de igualdad. Probablemente ambas como un horizonte teórico hacia el que caminar y no como absolutos. Me explico, llevando el asunto a términos fiscales, los conservadores abogarán siempre por pagar menos impuestos y que sea cada uno el que con su dinero acceda a los servicios que necesite; los progresistas abogarán por un sistema impositivo progresivo que haga pagar, en general más impuestos, para que el Estado pueda hacerse cargo de los servicios para aquellos que no tienen medios suficientes para acceder a los mismos.

Históricamente se ha denotado a los partidos progresistas de ser derrochadores en materia económica y a los conservadores de ser generadores de riqueza. El punto de vista conservador a este respecto vendría a decir que cuando fiscalmente las empresas pagan menos pueden avanzar más en sus negocios y, por tanto, crear más puestos de trabajo y, con más trabajo, las personas tienen más acceso a la riqueza. En cambio, los partidos progresistas no han creído en este argumento y han tratado de poner límites a la acumulación de riqueza, bien gravando impositivamente a las rentas más altas o bien incluso limitando en parte la posibilidad de disfrutar por los accionistas del dividendo de una sociedad (como ejemplo, lo realizado por la socialdemocracia sueca).

Más allá del modo engañoso que unos u otros tengan de presentar sus argumentos debe quedarnos claro que los partidos progresistas tienen en su ideario mejorar la sociedad a través de la redistribución social de la riqueza y los conservadores a través de la creación de la misma por los individuos.

 

Rol y organización del Estado

Un Estado más delgado o un Estado más fuerte, este es el punto donde unos y otros contraponen sus políticas. La preeminencia que dan a la libertad de las personas los partidos conservadores hace que, en paralelo, se proponga un Estado que ingiera poco en los derechos de los individuos. En cambio, los partidos progresistas suelen dar al estado un carácter mucho más regulatorio para evitar que los excesos derivados del uso individual de la libertad, penalicen a la colectividad. Un ejemplo claro podemos verlo en el asunto del uso de armas de fuego en Estados Unidos. El Partido Republicano es partidario de conservar la libertad del individuo para tenerlas y usarlas mientras que el Partido Demócrata lleva, al menos en los tiempos de Obama, proponiendo iniciativas legales para limitar este derecho, iniciativas que suelen  ser vetadas por una cámara de representantes con mayoría republicana.

Lo mismo sucede en materia económica, los progresistas suelen dar más pasos en la regulación de los mercados, mientras que los conservadores suelen apostar por entornos menos regulados donde la iniciativa individual pueda tomar más presencia.

 

Servicios primarios al ciudadano

Sanidad, educación, seguridad, justicia son servicios básicos que el Estado presta en un nivel u otro al ciudadano. Como parece lógico, la visión impositiva y del rol del Estado que tienen unos y otros partidos marcan el método y el volumen con el que estos servicios se prestan. Los partidos conservadores prefieren que cada individuo acceda a los recursos a los que pueda permitirse acceder mientras que los partidos progresistas defienden su universalidad para todos los ciudadanos. Por ejemplo, en el ámbito de la Justicia tenemos el ejemplo de la legislación sobre tasas Judiciales que el ministro conservador Gallardón quiso llevar a efecto en esta última legislatura. A través de este sistema se pretendía que el ciudadano, en lugar de libre acceso a la Justicia tuviera que pagar unas tasas judiciales en función de la demanda o el recurso que deseara llevar a efecto. Obviamente, una opción de este tipo deja en malas condiciones a quienes económicamente tienen más dificultades para sufragar estas tasas lo que puede llevarles a la situación de no poder defender sus derechos simplemente por la falta de recursos económicos.

La universalidad de la sanidad en España la instauró el ministro socialista Ernest Lluch en los años ochenta del siglo pasado. Igualmente la posibilidad de acceso a estudios superiores es algo que se ha desarrollado en nuestro país fundamentalmente impulsado por la inversión en nuevos campus universitarios y en la extensión de un amplio sistema de becas, ambos logros llevados a cabo durante el largo periodo de gobierno del socialista Felipe González. Los recortes en estas materias ejecutados por el PP en su última legislatura tienen como origen la crisis económica y la enorme bajada de impuestos recaudados por el Estado, mientras subía de forma tremenda el coste del desempleo. Ciertamente, estos servicios son aquellos en los que realmente el Estado gasta la mayor parte de lo que ingresa y, por tanto, su calidad y volumen no pueden dejar de estar ligados a la actividad económica; sin embargo, recortar más en ellos que en otro tipo de gastos públicos es una decisión clara de un gobierno conservador, ya que la limitación de estos servicios dejando en manos del ciudadano individual la cobertura de los mismos es parte integrante de su programa de máximos.

Aunque se ha hablado mucho de ello, la gestión pública o privada de servicios como los sanitarios o los educativos no tiene por que formar parte de uno u otro ideario. Lo que importa no es cómo se organizan sino quien tiene acceso a los mismos y qué necesidades sociales y con qué calidad se cubren. Hemos asistido a muchas protestas derivadas de la privatización de ciertos servicios. En España, siguiendo el modelo inglés hemos optado por un sistema de salud de mayoritaria gestión pública, pero en cambio en Francia la prestación asistencial está principalmente en manos privadas. Pero la cobertura francesa de salud para todos los ciudadanos es en este momento mayor que la inglesa o la española que ha sufrido los recortes en cuanto a universalidad que los gobiernos conservadores de ambos países han llevado a cabo.


«La maldad, la corrupción, la falta de principios… se encuentran insertos en una buena parte de los humanos sin que existan diferencias porcentuales importantes entre los que se encuentran en una formación y los que se encuentra en otra.»


 

En sociedades complejas como las nuestras la mezcla de ideas de unos y de otros se ha ido haciendo cada vez más patente. De esta forma, es difícil que los gobiernos conservadores consigan sus programas de máximos, eliminando regulación, bajando impuestos, limitando el carácter progresivo de los sistemas fiscales, etc. Igualmente, los partidos progresistas tienen que limitar sus expectativas, amparando la libertad de empresa, permitiendo la acumulación de riqueza por el individuo, haciendo que la fiscalidad no sea tan progresiva como querrían, etc. Digamos que en un entorno como el de los países democráticos del mundo occdiental todos han comprendido que se ha de gobernar para la totalidad de la sociedad y que conseguir los programas de máximos de uno u otro lado no es factible. Gobernar para todos supone que cuando progresistas o conservadores están en el poder dan pasos en la dirección de sus ideas, sin lograrlas del todo, pero haciendo que la sociedad tome un camino u otro. Por eso no son iguales como las organizaciones populistas tratan de indicar. En general, el populismo, tanto de izquierda como de derecha suele presentar una visión simplificada de las cosas, ofreciendo a sus seguidores la consecución de programas de máximos difícilmente sostenibles, ya que supondrían la imposición de los criterios de la mitad de la sociedad a la otra mitad. Esto es lo que los partidos tradicionales, con una visión posibilista de la política, llevan años haciendo de modo diferente, se trata de gobernar para todos, tratando de llevar a cabo mis ideas, pero respetando un entorno común donde todos podemos entendernos. No debemos confundir esto con el consabido tópico de que todas las opciones políticas son iguales.

En nuestro país se ha implantado la idea, bien aprovechada por algún partido nuevo, como Podemos, de que las accciones de ambas alas son las mismas, de que todos los políticos de la casta son unos corruptos y de que la única forma de reformar la sociedad es cambiando radicalmente las políticas. Una de las cuestiones que siempre remarco cuando debato con amigos sobre este asunto es que no debemos dejarnos llevar por las impresiones que nos causen las personas en las organizaciones políticas. La maldad, la corrupción, la falta de principios… se encuentran insertos en una buena parte de los humanos sin que existan diferencias porcentuales importantes entre los que se encuentran en una formación y los que se encuentra en otra. Por ello, a la hora de votar ese debería ser un dato irrelevante. Lo auténticamente importante son los programas y el aval histórico de haber conseguido logros en anteriores legislaturas. Yo, aunque reconozco tener simpatía por unos candidatos y no por otros, procuro votar en función de las alternativas programáticas y no de la cara de la persona que lidera un partido. Puedes tener un líder superlimpio en materia de corrupción, pero si el partido que representa no lleva en su programa medidas adecuadas para el control de dicho mal, todo se quedará en voluntarismo y falta de resultados. Si de verdad se quiere perseguir la corrupción hay que fijarse en lo que los partidos proponen para controlarla y votar por aquel conjunto de medidas que nos parezcan más adecuadas para su erradicación.

 

 

2 comentarios en «¿Conservador? ¿Progresista? ¿Es todo lo mismo?»

  1. Amigo Antonio, debo estar de acuerdo en la diferencia de políticas e ideas que tienen PP y PSOE. Lo que realmente tiene quemada a la gente, a mi entender, nos es que ambos sean lo mismo o tengan ideario en común, pues todo pensante mas o menos sabe tiene conciencia de que no es así. Lo que se cuestiona es si la gestión de la «res publica», el liderazgo, las formas, las palabras sin hechos que las refrenden, los sillones, el apoltronamiento y el distanciamiento de los señores diputados con la realidad son un modo correcto de tomar el pulso de lo que hay en la calle.

    1. Foto del avatar

      Estoy de acuerdo contigo en que en ese aspecto, hay muchos elementos comunes entre todos los miembros de la clase política. Pero por eso, esta es una variable que en el acontecer político ordinario resulta irrelevante, ya que es igual para todos los partidos. Responde a la peculiar miseria de la condición humana que todos compartimos. De hecho las nuevas formaciones, una vez entrados al redil y habiendo cazado su oportunidad política, si no antes, comienzan a efectuar las mismas prácticas. Por ello creo que debemos centrarnos no en lo que los iguala sino en lo que los diferencia. Y en esas diferencias encontrar lo que nos parece que mejora nuestra situación como personas y votar ahí. Y, por supuesto, seguir luchando por mejorar el sistema político en general, acabar con la corrupción, el clientelismo, la mala gestión de lo público, etc. Pero eso es algo que se puede hacer ya desde cualquier ideología.

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