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De Juana la loca al nuevo PSOE de Sánchez

Leyendo recientemente un libro del historiador Manuel Fernández Álvarez sobre la figura de Juana la loca, me llamó la atención un hecho que, según remarca el autor, fue clave para el diseño del futuro de Europa en un momento donde tantas cuestiones se estaban fraguando en el continente. Fernández subraya el día en que la princesa Juana está pendiente de embarcar en Laredo para llegar a Flandes y matrimoniar con el duque de Borgoña, que después sería conocido como Felipe el Hermoso. La reina Isabel acompaña a la princesa, ya embarcada y pendiente de partir. Pensemos en ese momento y en la radical importancia que tuvo para los posteriores destinos del continente.

Juana la loca

 

Los Reyes Católicos tenían como heredero a su hijo Juan en ese momento. Y estaban realizando un conjunto de alianzas matrimoniales en Europa con la finalidad de afianzar su poder y cercar a la enemiga Francia. Sin embargo, nada hacía pensar a Isabel de Castilla en ese momento que, por una serie de carambolas históricas, un hijo del matrimonio Juana-Felipe viniese en el futuro a ser el heredero de su territorios. Las azarosas carambolas estuvieron regidas por el sexo y la muerte, como tantas otras cosas en la vida. El asunto es que el bueno de Juan las palmó, ayudando a su debilidad natural con un uso exacerbado de la cosa sexual con la princesa Margarita de Austria. El chaval tenía 18 años y la chica 16 y ¡claro! pues en esa edad y sin Netflix para pasar las largas noches invernales ¡qué se iba a hacer! La cuestión es que los reyes se quedaron sin heredero. Al unísono fueron palmando otras de las hijas de sus hijas o los hijos que estas tuvieron con sus consortes. La conclusión es que por todos estos avatares, Juana y Felipe se vieron convertidos en quienes heredarían la corona hispánica, aquella que ya aglutinaba a los reinos de Castilla, Aragón, Navarra y Granada, la gran potencia que comenzaba a regir los destinos de Europa en el momento. El asunto es que así la dinastía Trastámara se vio sustituida por la Habsburgo, ya que el reino lo terminó heredando Carlos, el hijo de Juana y Felipe que también heredó otro monumental acopio de países, entre los que destacaba el Sacro Imperio Romano Germánico.


«El asunto es que el bueno de Juan las palmó, ayudando a su debilidad natural con un uso exacerbado de la cosa sexual con la princesa Margarita de Austria.»


 

A Carlos le debemos, por ejemplo, que tomara claramente partido por la nobleza exportadora de lana frente a la burguesía que pretendía transformarla creando industria local (recordemos la Guerra de las Comunidades). También le debemos la pérdida de relevancia de los tradicionales órganos de gobierno en Castilla (Cortes, por ejemplo) para dar más realce a las organizaciones de los nobles. Parece que en esto hubo un serio trueque de políticas que dieron a nuestro país la faz que hoy tiene. Pensemos qué hubiera ocurrido si Juan no le hubiera dado tanto al pinganillo y, por tanto, los Austrias nunca hubieran llegado a nuestro país. Quién sabe si en lugar de buscar la gloria militar por los campos de Europa matando protestantes, nos hubiéramos centrado en hacer crecer la burguesa industria transformadora de la lana que tanto benefició a Flandes en detrimento nuestro. A lo mejor hubiéramos pasado a la revolución industrial en la primera fase, o, quien sabe, si la Revolución Francesa hubiera sido la Revolución Española porque hubiésemos tenido una floreciente burguesía en lugar de una trasnochada aristocracia.

Ciertamente la historiografía se encuentra dividida a este respecto. Ha habido momentos donde se ha puesto en valor la figura de Carlos como monarca semi ilustrado, cercano a los erasmistas, no demasiado dogmático en materia religiosa. Sin embargo, ha habido historiadores, como los liberales de principios del siglo XIX y  padres de la constitución de 1812, que ponían en valor las viejas figuras de gobierno de Castilla y la dinastía de los Trastámara, como auténticos repositorios de lo mejor de las esencias populares y democráticas españolas. ¿Quién sabe?


«…las personas, y el azar que en ocasiones nos mueve, somos agentes relevantes en el devenir histórico.»


 

Quería hacer esta reflexión a colación de las interpretaciones dogmáticas de la historia. Hay hechos insignificantes que marcan el decurso de la humanidad de forma relevante aunque a simple vista pasen desapercibidos. Siempre menciono otro ejemplo a este respecto, el de Indalecio Prieto no pudiendo responder afirmativamente a la petición de Azaña para que formara gobierno en el 36. ¿Qué hubiera sucedido si hubiera sido Prieto en lugar de Casares quien hubiera gestionado aquel doloroso primer semestre de aquel año fatídico? Pero no pudo hacerlo porque el grupo parlamentario socialista, liderado por Largo Caballero, no se lo permitió. Se preguntaba Gabriel Jackson en la primera edición de su obra sobre la guerra civil española si un cambio en un hecho como este podría haberla evitado. Pero al hombre le criticaron a muerte apelando a aquello de que las corrientes históricas están determinadas por causas sociales y que las personas somos meros juguetes de esos movimientos. Yo no lo creo. No digo que las corriente sociales no tengan su importancia, pero no me cabe duda de que las personas, y el azar que en ocasiones nos mueve, somos agentes relevantes en el devenir histórico.


«Ese techo de once millones de votantes que logró el PSOE con Zapatero no será fácil de lograr si no se cuenta con los votos del centro sociológico…»


 

Y con ello llego al colofón de lo que quería hablar, la situación del PSOE. Je, je… Lo siento, ya sé que me repito más que la morcilla. Pero es que, uniendo con lo dicho más arriba, no dejo de preguntarme qué consecuencias tendrá el cambio que se está dando tras el repaso que el amigo Sánchez les ha dado a los sectores más tradicionales del partido. Hoy leo en la prensa con suma tristeza que Eduardo Madina y José Carlos Díez abandonan la coordinación de la ponencia que los socialistas estaban preparando para su congreso. ¡No es de extrañar! Si creo que el equipo de Sánchez les está preparando 70 páginas de enmiendas de las que además parece que nadie les ha informado. Javier Fernández ha anunciado ya también que no se volverá a presentar para liderar la federación asturiana. Activos tan válidos como estos tendrían que ser integrados y aprovechados desde la nueva dirección. Aportan un sentido común que muchos de los votantes socialistas apreciamos sobremanera. En cambio, el giro presidencialista que parece estar dándosele al partido no termina de convencerme. Y en ese río revuelto llega Albert Rivera y dice que hay un millón de votantes socialistas de centro a los que piensa atraer para Ciudadanos. Yo creo que son más, conozco a unos cuantos. Ese techo de once millones de votantes que logró el PSOE con Zapatero no será fácil de lograr si no se cuenta con los votos del centro sociológico. Esperemos que el nuevo equipo no se concentre en recuperar solo esos millones de votos que ha perdido con Podemos en su ala izquierda, porque el resultado electoral puede ser desastroso. Pero lo que más me preocupa es que el proceso hacia el que camine el PSOE no sea integrador sino que intente ir a una visión única de las cosas que caiga en cascada desde una estructura presidencialista. Eso no será bueno para el partido. La convivencia de corrientes, de ideas variadas, ha estado siempre en la base del PSOE. Si esto se cercena será fácil acabar en un sistema faccional, como el que enfrento a Prieto y Largo durante la República. Y eso solo abonó el crecimiento del PCE y la pérdida de relevancia del PSOE.

Y, seamos serios, un partido como Podemos, o el PCE en su momento, difícilmente ganará nunca unas elecciones en este país. Mucho tendrían que cambiar las cosas para que eso sucediera. Pero un PSOE que sea capaz de atraer a sectores moderados sí puede hacerlo, como ya lo ha hecho históricamente. Espero que Sánchez y su equipo tengan en cuenta todo esto y sean capaces de integrar a todos los activos necesarios para que en un futuro el país pueda volver a tener un gobierno socialdemócrata. A ver si vamos a perder al infante Juan y, sin quererlo, vamos a traer a los Habsburgo.

 

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