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Detener el tiempo

Ayer, en una de esas estupendas entrevistas con las que aún nos complace RTVE, la polifacética (no sé llamarla de otro modo) Ayanta Barilli decía que escribir le servía para detener el tiempo. ¡Qué magnífica reflexión! Y que al pelo me viene sobre el momento y las cosas que estoy viviendo. ¡Detener el tiempo!. ¿Quiere esto decir que si me pongo a escribir algo puedo detener el reloj y hacer un paréntesis en el devenir de las cosas? No creo que esta inteligente mujer se refiriera a eso. Más bien creo que se refería a aislarnos de la vorágine de los acontecimientos que a diario nos arrastran.

Y fue tanto lo que me impactó la frase que hoy, tras muchos meses, he abierto mi blog y me he puesto a escribir estas reflexiones con la intención de que el tiempo se detenga, al menos en lo que a mí respecta. Para que el lector entienda mejor esta situación, he de indicarle que soy un escritor frustrado. He escrito mucho y se me ha leído poco. De ahí la frustración. Y, sin embargo, el acto de escribir ha sido siempre uno de los momentos más placenteros de mi existencia. Y me refiero a escribir lo que sea. Un articulo de reflexiones en este blog, un trabajo académico sobre cualquiera de los asuntos que me han ocupado a lo largo de mi vida. Una novela, como El blues de Nolita

En cualquier caso, el acto de sentarse delante del ordenador y abrir la pagina en blanco siempre ha tenido un efecto ansiolítico en mi persona. Una especie de contribución a la serenidad de ese oleaje interior que suele azotar nuestra existencia. Y ahora hacía meses que no escribía. Cualquiera de los escasos seguidores de este blog puede confirmarlo viendo la fecha de la última publicación antes de esta. Y, si tan benéfica es la escritura para el alma humana, ¿por qué he abandonado su práctica en los últimos meses? Razones hay, amigo lector. La crucial es que, tras unos años fuera del mundo profesional, hace ya como un par de ellos que retomé la inversión en algunos proyectos empresariales.

Entre uno y otro espacio de tiempo, la escritura copó un buen trozo en mi vida. Le di mucha caña a este blog, escribí la novela de la que hablé antes, preparé la edición del Testimonio de dos guerras, recuperé una buena parte de mis reflexiones filosóficas sobre Spinoza, escribí varios cuentos cortos, puse en marcha un fallido proyecto grupal sobre reflexión política… Pero, como he dicho en tantas ocasiones, soy contradictorio, una paradoja viva. Quizá como la mayor parte de los humanos. También soy polifacético, o poliédrico, no sabría como definirlo. En fin, la cuestión es que después de tanta detención del tiempo motivada por el exceso de escritura, caí en volver a los esquemas de mi antigua vida. Me refiero a pergeñar emprendimientos profesionales, diseñar planes de negocio, asociarme con amigos y antiguos socios para poner en marcha nuevos proyectos.

A resultas de la situación, como casi siempre en mi vida, lo hice exageradamente. No puedo inventar una cosa y quedarme en ella promoviéndola a tope. ¡No! Tengo que poner en marcha, en paralelo, unas cuantas para que ocupen más tiempo del que puedo dedicarle. Es mi vida, una paradoja entre la reflexión y la acción, entre estar pre-ocupado u ocupado. Y ha habido momentos en que he estado tan poco ocupado que las múltiples preocupaciones han copado todo el escenario. Y cuando esto ha sucedido, lo mejor ha sido pasar a estar ocupado. La ocupación aleja las preocupaciones.

Y es que en este momento, ando impulsando dos proyectos empresariales de cierta relevancia, con viejos socios y nuevos amigos. Uno, Mochana Green, una compañía de agrotech con la que pensamos revolucionar el modo de cultivar en Andalucía (¡anda que no soy pretencioso!). Tómelo a broma el lector, por favor. Otro, InteliVOZ, un emergente proyecto de Inteligencia Artificial en el mundo de la voz. Además, no es que me dé por diversificar pero dentro de una misma disciplina. No. Tengo que hacerlo en áreas totalmente distintas lo que me empuja a tener que dedicar el doble de tiempo a la situación.

Claro que, además de eso, me enredo en unos cuantos proyectos de voluntariado. Algunos ejemplos. Soy el técnico de sonido de mi hijo que se dedica a la narración de audiolibros. Echo una mano en el ámbito tecnológico a la editorial de mi amigo Ángel Jiménez, Éride Ediciones. Funjo como community manager de otro amigo, el genial pintor y escultor Kurt218… Y no me atrevo a mencionar algunas docenas más de insensateces para no aburrir a esos escasos lectores que desearía retener.

Y es que en ocasiones me dan unas locuras tremendas. Comienzo a decir a todo que sí, cualquiera que viene para que le ayude con algo, allá que me lanzo a hacerlo. Eso, si es que no he sido yo el que me he inventado alguna ocupación nueva. Y, claro, cuando ya estoy girando a muchas más revoluciones de las que mi salud física y mental pueden soportar, cuando ya no tengo tiempo de leer, de ver una serie, de oir música, de cuidar algo mi salud en el gimnasio… me entra el irrefrenable deseo de detener el tiempo.

Por eso la mención a la frase de Ayanta. Ahora quisiera detener algo el tiempo y para ello nada mejor que ponerse a escribir. En el blog, en un viejo proyecto de nueva novela que tengo por ahí a medias o en… quien sabe. Pero escribir como terapia, como remedio para calmar las tempestades interiores. Y, sin embargo, no tengo tiempo de hacerlo. Cuando uno emprende algo no puede dar marcha atrás en cualquier momento, hay que seguir empujando hasta que el tiempo fije el momento adecuado para retirarse. Y, en mis dos proyectos actuales, falta mucho para ello.

Mientras tanto, además de intentar detener el tiempo escribiendo algo de vez en cuanto, me conformaré también con oír el viejo bolero de Roberto Cantoral:

Reloj no marques las horas
porque voy a enloquecer.
..


Si lo deseas puedes escuchar este artículo del blog en formato podcast.

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