Una característica que define de modo crucial a la organización laboral de una empresa es su nivel de preparación para abordar la gestión del cambio. El continuo movimiento de las cosas en nuestro mundo actual hace que las compañías deban estar en un permanente esfuerzo de adaptación a nuevas circunstancias que cambian por momentos. Si revisamos, por ejemplo, el entorno de estabilidad respecto a sus procedimientos en el que una empresa se movía en la primera mitad del siglo XX, veremos que las cosas presentan una radical diferencia con la situación actual.
El el discurso de su primera toma de posesión, Bill Clinton dijo «La cuestión urgente de nuestro tiempo es si podemos hacer del cambio un amigo en lugar de un enemigo». Estas palabras, pronunciadas hace más de veinte años, marcan claramente nuestro escenario de hoy.
La transformación digital es quizá el elemento que más característicamente define esta situación. Hace cuarenta años apenas si existían los ordenadores. Una pesada máquina que no cabía en una habitación tenía menos capacidad de cálculo y de almacenamiento que un pequeño smartphone tiene hoy. El ordenador personal revolucionó la forma en que a nivel profesional tratábamos y accedíamos a la información. Pero es a partir de la revolución de internet, primero, y de la universalización de los smartphones, después, cuando se produce el último gran hito de esta serie de transformaciones.
«Hoy, cada día es diferente al anterior y nuestra mente tiene que estar preparada para hacerse cargo de esa vorágine.»
Hoy, las corporaciones y las personas que en ellas se desempeñan profesionalmente tienen que estar absolutamente predispuestas para el cambio. Ese entorno tradicional en el que un negocio podía no variar en muchos años su modo de llevarse a cabo, hace años que murió. Hoy, cada día es diferente al anterior y nuestra mente tiene que estar preparada para hacerse cargo de esa vorágine. Nuestros clientes cambian sus necesidades conforme un mercado en continua evolución les demanda nuevas prestaciones. Los canales tecnológicos en los que se soportan los procesos de la empresa cambian, evolucionan, mejoran día a día. Una velocidad de vértigo lo preside todo. Y en ese escenario no podemos enclaustrarnos en posiciones inmovilistas o de un pasado más tranquilo que ya nunca va a volver.
Personalmente, en mi última experiencia profesional siempre dentro del mundo de la tecnología, me ha tocado vivir uno de estos escenarios. Pasar de unos pocos empleados a alrededor de mil en solo cuatro años, dar cobertura de postventa a unas pocas miles de unidades vendidas, a tener en ese mismo periodo de tiempo más de cuatro millones de clientes. Y todo ello en un entorno en el que, como no puede ser de otra manera, el escenario de cada día tiene que financiarse con los recursos de cada día. Me refiero a que no sirve anticipar en el año uno el hecho de que debemos preparar las infraestructuras para el año cuatro pensando que vamos a pasar de diez mil a cuatro millones de dispositivos en el mercado. El año uno tiene que dar soporte para esos diez mil, con el presupuesto adecuado, si no aquello sería la ruina. Pero cuando llegamos al año cuatro todo tiene que estar listo para atender esos varios millones de dispositivos. ¿Cómo se consigue esto? Solo con personas de una mentalidad totalmente abierta al cambio. Ávidas de transformar la realidad, amantes de un proyecto en el que creen y al que no les importa dedicar todo el sobreesfuerzo necesario. Si en lugar de esos perfiles nos encontramos con personas renuentes al movimiento, nada de esto se puede llevar a cabo. O bien no sería posible la evolución de la compañía, o los procesos no funcionarían del modo adecuado.
«Y lo peor es que entramos en una dinámica darwiniana respecto a que solo los mejores sobreviven, mientras que quienes tienen menos capacidad adaptativa son sacrificados por el sistema.»
Y esto no es un panorama específico de mi experiencia personal. Ni mucho menos. No se me ocurre un sector donde no suceda lo mismo. Hasta para las posiciones donde se requiere menos valor añadido en cuanto a implicación personal, los cambios de las herramientas, de las costumbres de las personas, del país en el que se prestan servicios, etc., invita a que estemos en continua tensión para poder dar respuesta a lo que se necesita en cada momento.
Y lo malo de esto es que no todos los seres humanos estamos preparados por igual para atender a este tipo de escenarios. Y lo peor es que entramos en una dinámica darwiniana respecto a que solo los mejores sobreviven, mientras que quienes tienen menos capacidad adaptativa son sacrificados por el sistema. Y esto no parece tener una solución clara. La única, la personal, la que cada uno debemos poner de nuestro lado es la de abrir nuestra mente a tope, estar absolutamente preparados para el cambio y no encasillarnos en situaciones de las que otros más abiertos a estas situaciones pueden desplazarnos.
Desde el lado de la empresa, lo que cabe hacer es fomentar el dinamismo en el ecosistema laboral. Seleccionar perfiles amantes de la movilidad, fomentar la formación permanente, tener siempre retos que motiven a las personas… En resumen, crear una organización laboral absolutamente dinámica y capaz de evolucionar al minuto en función de lo que el mercado le demanda.
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