Normalmente las compañías suelen definir las características esenciales de su actividad en estos parámetros. Su misión que es aquello para lo que la empresa existe, su función fundamental, su visión es cómo percibe su situación en el futuro, qué mercados intentará conquistar, qué metas intentará lograr. Por último, los valores son aquellos principios básicos a través de los que la compañía despliega su gestión a diario.
Lo malo es que en la mayoría de los casos, la expresión de estos principios suele hacerse de forma rutinaria y sin que realmente reflejen lo que la compañía quiere ser y ni siquiera cómo es. Habría que distinguir a este respecto una doble tipología de empresa. Por un lado las compañías de fuerte personalidad, normalmente creadas por uno o varios emprendedores con una visión muy clara de lo que quieren hacer y a lo que quieren llegar. En este caso, al menos la misión y la visión están claras, otra cosa es que los emprendedores que las crean tengan tiempo o ganas de plasmarlas por escrito o transmitirlas por alguna forma a sus empleados o clientes. Véase, por ejemplo, la expresión de estos parámetros en Apple. Por otro lado están las compañías gestionadas ya por Consejos de Administración casi anónimos, con muchos años tras sus espaldas, piénsese, por ejemplo en el mundo de la banca, las utilities, etc. En estos últimos casos, ¿cómo plasmar ese tipo de principios? Véase, por ejemplo, la manifestación de este en BBVA, en Iberdrola u otros de este tipo. En general, podemos ver cómo la forma de expresar estas características deviene en formulas encorsetadas, repetitivas, rutinarias y vemos en ellas poco que realmente nos diga algo acerca de la personalidad de la empresa y de cómo se gestiona su día a día.
«En general, podemos ver cómo la forma de expresar estas características deviene en formulas encorsetadas, repetitivas, rutinarias»
Por oposición a esta forma de ver las cosas, mi punto de vista es que la idea que ha servido de germen al o a los emprendedores que ha formado una compañía, sus teorías respecto a cómo se debe gestionar la relación con los clientes y los empleados debe plasmarse de la forma más explícita, veraz e inteligente posible. De hecho, esto debería transitar todo el ADN de la empresa, explicarse a los clientes de la misma, a los empleados, a nuevos socios que puedan entrar en la misma. De esta forma, las cosas estarán claras para todos.
Respecto a los empleados esta es una cuestión esencial. El ecosistema laboral que se forma en cada compañía está fuertemente influido por las ideas del líder o los líderes de la misma. La forma de implicación del trabajador que la compañía persigue hace que la organización laboral se mueva de una manera u otra. No es lo mismo una empresa donde se pide un grado importante de autonomía, donde se fomenta la movilidad de la plantilla, donde la formación permanente es un valor esencial, que aquellas otras donde se asume que el trabajador es una mera herramienta que presta sus servicios y se le remunera por ellos sin que se busque más implicación.
Hay que tener en cuenta también que la expresión rutinaria de los principios de la compañía, tal como ha sido mencionada más arriba, muchas veces encubre una realidad en el día a día laboral totalmente diferente. Es muy bonito decir en la expresión pública de los valores que uno de los esenciales es la persecución del bienestar de sus empleados; sería difícil encontrar una empresa donde esto no se expresara de alguna forma parecida. Pero luego, el día a día suele ser bastante diferente. Los presidentes, CEO, consejeros, etc. a veces no se ocupan de hacer que los principios pasen del papel inicial en el que han sido expuestos a una circulación fluida. Es imprescindible que los mandos intermedios los comprendan y compartan, es esencial que formen parte del discurso con el que la empresa se relaciona con sus empleados. Es básico que el desempeño de cada trabajador se evalúe teniendo en cuenta los valores que se han explicitado. En resumen, debe haber un contrato explícito o implícito donde todo el mundo tenga las cosas claras y organice su día a día laboral respecto al mismo. Las empresas donde esto sucede tienen ambientes de trabajo más productivos y, en general, todo el mundo es más feliz.
Hay que tener en cuenta también que muchas empresas ni se han creado, ni su día a día responde al sueño de un emprendedor ni a las directrices de un Consejo de Administración que persigue una finalidad de mercado clara. Muchas compañías se han creado solo con una finalidad simple, la de mantener a su propietario o a sus accionistas que las han creado de un determinado tipo como podían haberlo creado de cualquier otro. En este caso habría que asumir una misión genérica que, en última instancia, debería ser la que realmente persigan todas las compañías, más allá de sueños grandiosos o de visiones las más de las veces tan exageradas como falsas. Me refiero a que, realmente, la misión de toda empresa no deja de ser la de crear valor sostenible para clientes, empleados y accionistas. Si esto se tuviera siempre de un modo rigurosamente claro, se explicitara de forma concreta a todas las partes y de verdad se realizaran las estrategias para conseguirlo, seguro que todos seríamos mucho más felices en nuestro trabajo.
«…la misión de toda empresa no deja de ser la de crear valor sostenible para clientes, empleados y accionistas»
No quiero dejar de anotar aquí el extraño ciclo de vida que a veces sigue la expresión de este tipo de principios. Me refiero al caso de Bill Gates, el fundador de Microsoft. Su visión y. por tanto, la que ha animado la vida de la empresa desde sus inicios, era la de que quería difundir el ordenador personal de forma que estuviera en la mesa de cada persona en el mundo. Piénsese en la época de la que estamos hablando, principios de los años ochenta. Ese sueño, prácticamente se cumplió, al menos en el mundo occidental. Cuando con el paso de los años, Gates sale de la compañía, se convierte en el hombre más rico del mundo y en el principal filántropo actual de la humanidad, él mismo se ríe de aquella visión. En la actualidad piensa que erradicar el hambre o la enfermedad, hacer que continentes enteros como África se desarrollen para permitir un mejor nivel de vida a sus habitantes, son objetivos que, desde luego, se sobreponen a aquel sueño de adolescencia sobre los ordenadores personales. En cualquier caso, organizar una de las compañías más exitosas del mundo respecto a esa visión, le ha permitido hoy invertir en esos otros sueños las enormes cifras con las que trata de ayudar a la humanidad para conseguir sus metas actuales.
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