El mundo de la empresa, como cualquier otra manifestación de lo humano, es un entorno complejo donde las visiones simples no caben y las explicaciones reduccionistas de los éxitos o fracasos tampoco. En general, cuando somos jóvenes tendemos a poner los ojos en determinados casos de éxito y pensamos que la repetibilidad de las pautas seguidas para esos triunfos pueden traer de forma determinista las mismas consecuencias. Pero la historia nos demuestra, de forma tozuda, lo contrario. Emprender no es tarea fácil.
No existen las recetas simples que nos lleven en volandas hacia el éxito en los negocios. Como no existen en ninguna otra faceta del fenómeno humano, en la política, en la familia… Sin embargo, pertenezco a una generación que, en una buena parte de sus miembros, creyó en el mito de los emprendedores que dentro de un garaje crean algo que transformará la realidad y les impulsará a la riqueza y la notoriedad. Pero hay miles de historias de fracasos con pautas similares y muy pocas de éxitos.
«No existen las recetas simples que nos lleven en volandas hacia el éxito en los negocios»
Qué hubiera sido de Bill Gates si no hubiera aceptado la propuesta de IBM para desarrollar de forma conjunta un sistema operativo para sus ordenadores personales; o de Apple, si tras su gran crisis no hubiera llamado nuevamente a Steve Jobs para dirigir sus designios. En micro decisiones como estas se encuentra la base de muchos éxitos y fracasos en el mundo de la empresa. Pero también en las prácticas organizativas, en las personas que dirigen, en la actitud ante la competencia, en la atención permanente a los mercados, en la buena administración financiera y en un largo etcétera de elementos cuya complejidad hacen imposible plantear una receta simple que alguien que quiera navegar en el proceloso mundo de los negocios pueda seguir.