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España y la intolerancia

¿Por qué somos tan intolerantes verbalmente los españoles? Nos cuesta mucho trabajo aceptar de forma tranquila las opiniones de los demás. En seguida nos ponemos a gritar sobre las nuestras sin dejar ningún resquicio a intentar comprender las razones del otro. Esto tiene una parte divertida, ya que cualquier conversación entre nosotros tiende a convertirse en una especie de batalla campal (verbal, por supuesto), mientras que si fuéramos, por ejemplo, educados ingleses solo nos dedicaríamos a lanzarnos irónicas puyas sin siquiera modular el tono de voz. Pero también presenta una parte preocupante. Y es la de que no soportamos lo heterodoxo, aquello que se sale de nuestra visión de las cosas y, por tanto, caemos fácilmente en la acritud, el enfado y la intolerancia. Habría múltiples ejemplos de por qué sacar esta argumentación, pero querría ahora ceñirme al barullo que se ha montado sobre el asunto de las declaraciones de Fernando Trueba cuando recibió el Premio Nacional de Cinematografía de 2015. El director de cine tuvo la mala ocurrencia de indicar en su discurso que no se sentía español y que incluso (máximo pecado) cuando jugaba la selección española iba con el equipo contrario.

Y qué decir de esto ya cuando disponemos del fenómeno de las redes sociales para magnificarlo. Lo normal es que cada día se convierta en una batalla campal entre los defensores y los detractores de cada idea que ponemos en la palestra.


«…no soportamos lo heterodoxo, aquello que se sale de nuestra visión de las cosas y, por tanto, caemos fácilmente en la acritud, el enfado y la intolerancia»


 

Pero volvamos al bueno de Trueba. La  verdad es que el hombre ha hecho un bodrio infumable (desde mi punto de vista, por supuesto, y sin acritud 🙂 ). Quizá en ello se encuentre la base de sus malos resultados de taquilla. Ojalá fuera por eso y no por tanto boicot anunciado. ¿Por qué boicotear algo por las opiniones de quien lo hace? La expresión es libre, todos tenemos derecho a manifestarnos según nuestros deseos. Obviamente, nuestras palabras agradarán a unos y no a otros, pero ¿eso es motivo para retirarle la palabra, vituperar y borrar al otro del libro de los nacidos? Desde mi punto de vista no. Máxime cuando se trata de un creador. Analicemos, la historia de la literatura, de la cultura en general. ¿A cuántos creadores internacionales admiramos?, por ejemplo, estadounidenses, que ha puesto a su país de vuelta y media, criticando las prácticas de sus conciudadanos y denostando cuantos principios y símbolos estuvieran a mano. Y, sin embargo, es probable que los admiremos. No quiero que se me acuse de justificar la falta de respeto a los símbolos. Para mi no tienen demasiada importancia, pero entiendo que hay personas para las que importan mucho y, por tanto, en lo que a mi respecta, solo puedo poner ahí mi respeto. Sin embargo, me gustaría volver a resaltar que la creación es libre, que el creador es alguien bastante fuera de seguir corsés, alguien cuya libertad de pensamiento suele transgredir cualquier elemento que consideremos sagrado. Y eso está bien. Es basándose en esa libertad de juicio que la humanidad ha dado a la luz alguna de sus más grandes obras.


«A mí, por ejemplo, lo que más me molesta de la película es esa caricatura de mi amado John Ford, convertido en el esperpento de un John Scott, del que Trueba solo se ríe a lo largo de la obra.»


 

Por qué no, pues, simplemente, dejar nuestro punto de vista sobre si algo nos gusta o nos gusta, si estamos de acuerdo o no con ello, pero sin las estridencias al uso en nuestro país. Por qué lanzarnos en seguida a campañas para anular al otro, para dejarlo sin espacio, solo porque sus opiniones no coinciden con las mías. A mí, por ejemplo, lo que más me molesta de la película es esa caricatura de mi amado John Ford, convertido en el esperpento de un John Scott, del que Trueba solo se ríe a lo largo de la obra. Ciertamente, ya quisiera Trueba, ni siquiera rozar la genialidad de John Ford, pero bueno, ahí me quedo. No estoy dispuesto a lapidar a nuestro hombre porque ridiculice en su obra a mi director favorito. Por cierto, lo único que me gusta de La reina de España es la ironía de convertir a Willy Toledo en guardia civil. Qué castigo ha debido suponer para este insultante histrión ponerse el uniforme del cuerpo policial más respetado en este país a cuyas instituciones Willy denosta continuamente.

Es este un fenómeno preocupante. Lo de Trueba es la punta del iceberg, pero lo vemos manifestarse todos los días en multitud de aspectos. Los de un partido político odian a los del otro hasta el nivel de querer verlos desaparecer del universo. Los nacionalistas periféricos no pueden tragar al resto de los habitantes del Estado y estos no pueden entender que haya gente que piense de otra manera en el mundo. Los defensores del fenómeno de la inmigración frente a quienes consideran a todos los inmigrantes delincuentes en potencia. A los que les molan los transgénicos frente a los naturalistas ingenuos. En fin, todos contra todos.

Y es que un poco de calma no nos vendría mal. Que cada uno mantenga su opinión, por supuesto, pero sin exclusivismos y sin considerar que la razón absoluta está de su parte. Con un poco de asertividad y empatía seguro que progresamos como sociedad en lugar de volver a lo más tristes nuestras cavernas históricas.

Y que conste que a mí también me disgustaron las declaraciones de Trueba, pero más allá de esto mi actitud solo es la de oír y, como mucho, indicar que no me gustan, pero nada más.

 

1 comentario en «España y la intolerancia»

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