La actual polémica creada por el previsible apoyo de Bildu a los Presupuestos Generales del Estado me ha llevado a debatir con varias personas acerca de la situación actual del problema de ETA. No voy a incidir aquí sobre mi punto de vista respecto a Bildu y sus estrategias, ni sobre si es correcto o incorrecto por parte del gobierno que se negocie o acerque a los herederos políticos de la banda terrorista. Allá cada uno con sus puntos de vista. De lo que sí quiero hablar es de la presencia de ETA en el mundo del cine (más bien de las series) que se ha producido en el año 2020. No es nuevo el tratamiento de la creación fílmica de aspectos relacionados, directa o tangencialmente, con la banda terrorista, pero sí creo que lo es el abordaje que en la actualidad se está haciendo sobre toda esta historia.
Hay muchas producciones anteriores al hecho de que ETA abandonara las armas, aquel gran día 20 de octubre de 2011. Las producciones cinematográficas que se habían realizado hasta esa fecha siempre hacían un abordaje marcado por el hecho de que la banda continuaba matando y de que la sociedad vasca seguía marcada por el miedo, el enfrentamiento y la polarización. Hay buenas obras, no obstante, durante este periodo anterior, películas como La muerte de Mikel (1983) o Días contados (1994), ambas de Imanol Uribe, son de las pocas que intentan un acercamiento bastante realista al tema, a pesar de que tienen como público a una sociedad que, inserta aún en el drama, quizá no estuviera del todo preparada para captar los matices del mensaje que el cineasta vasco intentaba transmitir. El comienzo del declive en cuanto a los apoyos intelectuales a la banda quizá tenga su film en Yoyes (2000) de Helena Taberna.
Hay bastantes más, pero quizá la mayor parte de ellas puedan considerarse o demasiado acartonadas o demasiado poco valientes en cuanto a cómo mostrar la realidad de lo que estaba pasando. O, algunas, también demasiado mediocres como para ser siquiera reseñadas.
Tras el fin de la violencia comienza a darse el caldo de cultivo necesario como para que las producciones ganen en mostrar ángulos del conflicto que mientras este duró nadie se atrevía a mostrar. De esta época creo que podemos hablar de El padre de Caín (2016), una serie producida por Mediaset y dirigida por Salvador Cano. Está basada en la novela del que fuera Secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera y que fue condenado por su implicación en alguna de las tramas del GAL. Al menos en esta serie, aunque un poco acartonada aún, parece que comenzamos a usar el problema de ETA como fuente para intentar un thriller que pretende ser razonablemente realista.
Pero aún así, nada que ver con las magníficas producciones con las que nos hemos encontrado en este año 2020 y que traen un aire totalmente fresco y reconfortante. Y nos reconfortan porque cuando las vemos, deducimos que la sociedad vasca está ya en un nuevo estadio, que la violencia ha pasado de estar en las calles a ser un fenómeno que puede ser tratado cinematográficamente y sobre el que se puede hablar y tomar partido sin que ningún fanático te anatemize por ello. O, al menos, sin que los anatemas que puedan lanzar tengan demasiado alcance. Es decir que, como sociedad, hemos conseguido sacar a ETA de la realidad para llevarla al cine. Esto es un éxito que no sé si me hubiera creído cuando yo tenía entre veinte y treinta años y vivíamos aquellos que se denominaron los años de plomo.
ETA: el final del silencio
Vayamos una a una. La primera que me gustaría reseñar es ETA: el final del silencio, una monumental serie documental dirigida por Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas. La serie se posiciona en el que yo creo que es el punto de vista más ecuánime que hoy se pueda mantener. Me refiero a que muestra con crudeza el horror creado por ETA, pero dentro de un contexto donde se documentan los enormes esfuerzos que la sociedad vasca está haciendo para superar el conflicto.
Aunque todos los episodios son buenos, el primero es excepcional. En él podemos ver como la pareja de Juan María Jaúregui, el que fuera gobernador civil de Guipúzcoa y el militante de ETA que lo asesinó intentan tener una relación que supere aquello. Ya sé que muchos creerán que esto no es posible, pero si veis el capítulo os sorprenderá conocer como cada parte enfoca la situación de un modo que finalmente posibilita las cosas. La didáctica que esto supone en una sociedad fracturada como la vasca, me parece sublime.
La línea invisible
Fue una de las primeras que pudimos ver este año. La línea invisible es una serie producida por Movistar+, dirigida por Mariano Barroso. Su enfoque es muy interesante, ya que se centra en el origen de la violencia. Narra el momento de finales de los años 60 en que ETA decide comenzar a matar. Cuando pensamos en este momento es posible que nos lo representemos como el fruto de una sesuda estrategia, de meditadas decisiones tomadas por una organización fuerte que decide enfrentarse al Estado. La serie nos muestra que esto está muy lejos de la realidad. Txabi Etxebarrieta es uno de los primeros militantes de ETA. Se trata de una persona bastante alejada físicamente del arquetipo que todos tenemos en la cabeza del pistolero etarra. Dentro de la organización se enfrenta conceptualmente al sector sindical, que la domina en ese momento, y propone la opción de la violencia armada como vía para «liberar» al pueblo vasco.
Además, la serie trae también a colación como la casualidad, más que una acción bien planificada, es la que pone sobre la mesa a los primeros muertos del conflicto, al guardia civil de tráfico, José Pardines, que tuvo la mala fortuna de encontrarse con un inexperto Etxebarrieta que acaba con él para luego caer, poco más tarde, a manos de la guardia civil. El plan era atentar contra Melitón Manzanas, que se convertiría en la primera víctima asesinada conscientemente por ETA. Pero ese crimen llegó más tarde y dio comienzo a la espiral de violencia que todos conocemos.
Patria
Quizá la más popular de todas ellas. Está basada en la obra de Fernando Aramburu de la que tanto se ha hablado y a la que tanto se ha alabado en los últimos años. Patria, que podemos ver en HBO, es una adaptación de dicha novela, dirigida por Aitor Gabilondo, y que no la desmerece en nada. Si este año hablamos de las mejores series que se han realizado en este país, Patria, desde luego, debe estar entre ellas. Con una magistral actuación de Elena Irureta y Anne Gabarain, sin perdernos la de Loreto Mauleón, la serie logra mostrar, con una intensidad digna del mejor cine, el profundo drama en el que vivió sumido Euzkadi como consecuencia de la violencia desatada por ETA.
La serie nos transmite con todo el rigor conceptual como, además de las más de ochocientas víctimas mortales de ETA, toda una sociedad fue víctima también durante más de cuarenta años del miedo, del fanatismo, de la división. Una sociedad enferma que ahora, por fortuna, está entrando en un fértil periodo de recuperación. Y ese es el colofón final de la serie, colofón que se condensa en una última escena digna del mejor cine y de la que no quiero dar aquí spoiler alguno.
El desafío: ETA
La última en estrenarse, esta vez en los anaqueles de Amazon Prime. El desafío: ETA es una serie documental, dirigida por Hugo Stuven, y basada en la obra Historia de un desafío. Cinco décadas de lucha sin cuartel de la Guardia Civil contra ETA. Los autores de esta monumental enciclopedia, de 1.344 páginas. son dos miembros de la Guardia Civil que han vivido de forma muy cercana la historia del terrorismo etarra así como la evolución de la Guardia Civil en el proceso de enfrentamiento con el mismo. Se trata del coronel Manuel Sánchez Corbí y la cabo 1º Manuela Simón. Como documental la serie nos muestra la línea histórica de los atentados de ETA y cómo la Guardia Civil fue cambiando y profesionalizándose para hacer frente a una organización que estaba poniendo de rodillas a toda la sociedad española. Fílmicamente la serie es un documento brillante que absorbe nuestra atención desde el primer momento.
Cuenta, además, con algunos elementos añadidos que refuerzan el interés sobre la misma. Me refiero a testimonios reales de personas como Felipe González, José María Aznar, Rafael Vera, José Antonio Ardanza, Carlos Garaicoetxea, Baltasar Garzón y tantos otros que a lo largo de la historia de la banda han tenido una participación activa en la toma de decisiones para enfrentarse a ella. No es menos destacable, también, que se cuente con los testimonios de etarras, algunos poco arrepentidos, ciertamente. Para los que, por nuestra edad, hemos vivido todo la historia que narra la serie, reconozco que se nos eriza el vello recordando situaciones vividas de forma más o menos cercana, atentados que han ocurrido a no muchos metros de nosotros y noticias que seguíamos con ansiedad en los medios de comunicación.
En fin, mucho material que, sin duda, aconsejo ver dada la gran calidad que presenta. Las cuatro series merecen la pena. Si, por la edad, no se ha vivido toda la historia de ETA, documentarnos acerca de lo que sucedió es un imperativo moral para que nuestras opiniones sean fundadas. Y si, como es mi caso, se han conocido de cerca esos avatares, recordarlos nos pondrá sobre la mesa el triste pasado que todo ello supuso, en contraste con la situación de paz actual que hoy vive Euzkadi.