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La Constitución del 78

No es mal día este 6 de diciembre para recordar algunas cosas que a mí me parecen obvias, pero que quizá no lo sean tanto. Me gustaría comenzar diciendo, como creo que he hecho en otras ocasiones, que hoy debería ser la auténtica fiesta nacional en lugar del 12 de octubre. Me parece el más adecuado porque la Constitución del 78 representa un hecho crucial en nuestra historia reciente. Me refiero a algo tan singular como que determinada generación, esa que hoy se llama despectivamente en algunos foros, generación del 78 fuimos capaces de aparcar nuestras diferencias para crear un nuevo proyecto de país donde todos tuviéramos cabida.

Creo que más allá de la valía actual de la carta magna o de sus posibles modificaciones, lo relevante de ella es que nos unió a la mayor parte de los españoles en un proyecto común. Por aquella época yo me encontraba cercano a organizaciones políticas algo más a la izquierda de aquellas con las que hoy, mal que bien, me identifico. Pero unas u otras, todas sacrificaron parte de sus más íntimos deseos para construir una sociedad que pudiera cobijarnos más allá de nuestros distintos idearios. La organización en la que entonces militaba renunció a su ideal republicano, otras lo hicieron a querencias centralistas o a políticas más restrictivas en derechos civiles. Fue una negociación dura, pero dio sus frutos. La Constitución del 78 vio la luz gracias a las renuncias de todos para lograr un espacio común de convivencia.

Nunca olvidaré algunas de las asambleas de estudiantes en que participaba y mi esfuerzo por convencer a los más radicales de que votar SI era el camino adecuado para construir el país que queríamos. Para mí fue además la primera ocasión en la que pude votar, ya que el gobierno Suarez había aprobado unos días antes del 6 de diciembre el decreto que reducía desde los 21 a los 18 años la mayoría de edad y, por tanto, la capacidad de sufragio. En las elecciones de junio de 1977, las primeras de la transición, yo tenía 18 años, pero el derecho a voto solo se tenía desde los 21, así que no puede votar. Participar en aquellas asambleas defendiendo el SI y votar SI a la Constitución fue el signo de identidad de mi pertenencia y fidelidad a esa ten denostada hoy generación del 78.

Pero, aprovechando la efeméride, de lo que yo quería hablar hoy es del peligro que acecha al espíritu con el que se fraguó nuestra carta magna. Me refiero fundamentalmente al clima de polarización política que cada día impregna más a nuestra sociedad.

Siempre he estado en contra de la criminalización del adversario político (me refiero, en democracia, claro). Sin embargo, desde hace años comenzamos a transitar un camino en que la defensa de nuestras posiciones ha quedado reducida en buena parte a la crítica a las opiniones contrarias. Deberíamos hacer todos algo de introspección a este respecto analizando nuestra participación en redes sociales, nuestros escritos, o nuestras conversaciones con amigos. No creo que me equivoque mucho al decir que la mayor parte de ellas se centran más en hablar mal del contrario que en argumentar sobre nuestras posiciones. Y no nos damos cuenta de que la criminalización de nuestro enemigo político suele ser un camino de ida y vuelta que termina volviéndose contra nosotros en el mismo formato en que lo hemos empleado.

Y somos unos inconscientes cuando hacemos esto. Primero porque declinamos llevar a cabo el sano ejercicio de construir argumentos acerca de la bondad de nuestras ideas. Siendo, pues, que a veces las olvidamos sumidos en el magma aciago de la crítica a las ideas del contrario. Todo ello, por supuesto, bien sazonado de continuas argumentaciones ad hominen donde rara vez discutimos a la idea sino que lo hacemos con su portador. Se dice desde la derecha que los presupuestos son malos porque Bildu los apoya o porque Sánchez es una practicante avanzado de la mentira. Pero no leo demasiados argumentos críticos sobre el modelo económico que subyace a los mismos. O muy poco, nada más allá de los que se producen en clave impositiva. Se dice desde la izquierda que Madrid no funciona porque Ayuso es una hiena, pero nadie profundiza en las políticas reales que hay por debajo. Y las personas no son demasiado importantes, solo lo son proyectos. Personas de todas las inclinaciones éticas las hay por igual en todas las organizaciones políticas. No es sobre ellas, sino sobre los idearios políticos sobre los que deberíamos debatir.

A esta modalidad del debate político se une otro consistente en que, desde cada ala, se trata de potenciar con turbias maneras a los extremos del ala opuesta. Así el PP es quizá el gran causante del auge de Podemos, ya que su crítica visceral al PSOE desde la época Aznar ayudó a fomentar un ala potente a la izquierda de dicho partido. Del mismo modo, la continua exageración derechizante que el PSOE hace del PP ha supuesto un caldo de cultivo relevante para el auge de VOX. Ambos partidos desenterraron unos monstruos que crecen día a día en nuestra sociedad y que nos han ido conduciendo a minorar esa mayoría centrista a la que siempre se le ha asignado la virtud de contribuir a la estabilidad de los países.

No quiero en un día como hoy profundizar demasiado en estas reflexiones, ya que solo me conducirían a la tristeza de ser consciente de lo que está sucediendo, sin tener la capacidad de evitarlo. No sé si será tarde para ello, pero al menos, permitidme que reivindique la Constitución del 78, incitándoos a que, en la medida que os sea posible, trabajéis por restar importancia al monstruo de la polarización. Escribid y hablad sobre vuestra ideas, sobre lo que pensáis que es la mejor y la peor política, pero dejad de criminalizar al contrario y de usar tanto argumento ad hominen. Si para nosotros es tarde, quizá para nuestros hijos no lo sea.

2 comentarios en «La Constitución del 78»

  1. Hola, muy chulo el blog. es la primera vez que entro porque no entendía un artículo del oráculo, y luego he querido continuar leyendo los comentarios pero no veo más allá del 21. están en algún otro lado o se termina ahí? Gracias.

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