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La dama negra

30 de diciembre de 1997

No existiría nunca explicación para lo que ocurrió aquella mañana. El día había despertado frío como era de rigor en las postrimerías del mes de diciembre. Había llovido durante toda la noche, la escarcha se posaba sobre los parabrisas, y los ladridos de unos perros rasgaban el aspecto tenebroso a la ciudad. Las cinco y media la madrugada es una hora perfecta para que las ánimas recorran el inalterable camino hacia el cielo o el infierno. Un gélido beso en la mejilla izquierda fue la última sensación que la niña tuvo antes de abandonar la sala del hospicio.

Para Paula la vida no había sido justa y la muerte tampoco lo estaba siendo desde ninguna perspectiva. El guardián del Cielo no quiso dejarla pasar. Ese espíritu tiene reservado otro cometido. El vigilante del Infierno estaba demasiado ocupado atendiendo la desbordante demanda de plazas para reparar en aquella pequeña sustancia. Contaba únicamente con ocho años cuando la Dama Negra le rozó la mejilla llevándola hacia el mundo de las sombras. La Dama es ciega pero no insensible, no conoce a las criaturas a las que besa hasta que caen en el tenebroso túnel hacia el vacío en el que ella misma se encuentra. Cuando siente la presencia de un nuevo espíritu que le pregunta por qué lo eligió a él, ella no debe dar explicaciones. Pero ante la mirada triste, melancólica, llena de dudas que Paula le dirigió, la Muerte decidió responder las dudas de la pequeña. El retoño humano la había vencido con una mirada como hiciera milenios atrás ella con su predecesora. El final de su tiempo estaba próximo. Sucedería cuando su último cometido estuviera cumplido. La Señora del Fin del Tiempo no pudo resistir la presión de la desesperanza de un ser tan diminuto y cedió.

— ¿Por qué me elegiste a mí?

— Debo velar por el mantenimiento del orden en el universo.

— Aún no sabías lo que podría haber hecho entre los hombres.

— Soy una simple herramienta en manos de la Conciencia Universal.

— ¿Quién?

— La Conciencia Universal es lo que tú hasta ahora has llamado Jesús.

— Yo no creo en Jesús.

— Da igual el nombre que le des, lo que te han querido inculcar como Dios es una entidad mucho más sencilla. Es el conjunto de las conciencias de todas las cosas del universo. Animadas o inanimadas todas son necesarias para el correcto funcionamiento del caos universal. Las religiones sirven para que cuando somos humanos seamos controlables, pero al morir tenemos la posibilidad de comprender.

— ¿Cómo ha podido saber la Conciencia que un ser tan diminuto y joven podría influir en el transcurrir del tiempo?

— Dulce miel entre los espectros, te ha elegido para sucederme. La Conciencia Universal es todopoderosa, sabia, nunca se equivoca.

— ¿Para sucederte? No deseo causar la muerte. Eres vil, malvada, perversa, maquiavélica, diabólica…

— Tú deberás convertirte en lo mismo que ahora ves en mí. Eres necesaria para velar por el manteni….

— ¡No! Permíteme desvanecerme en la nada. Te odio, os odio a todos. No me habéis dejado ni un solo reducto de felicidad.

— Mi chiquitina tú no te das cuenta pero ya estás comenzando a comprender los mecanismos de mi trabajo. Tu mente empieza a discernir cual tienen que ser tus sentimientos ante los tiempos venideros que te aguardan. Comienzas a hacerte tan anciana como el mundo pero al tiempo eres joven por lo que puedes ser tan cruel como desees. Como desea la Conciencia Universal.

— Cuando respiré por primera vez ya habías visitado a mi padre, estabas besando a mi madre… no dejaste a nadie me educara en ninguna clase de creencia, no tengo fe. ¿Por qué habría de creer en ti?

— ¿Crees en la vida?

— Sí.

— Por contraposición a la vida yo existo. Aunque no quieras ya crees en mí.

— ¡Terminaré contigo vieja pérfida!

— Esa es tu misión, debes revitalizar la muerte. Ahora hay nuevas formas de morir, es tiempo de que la modernidad entre en nosotras.

— ¡Te mataré! Terminaré contigo hasta el final de los tiempos.

— Ja-jajajá, soy la muerte… no llego a besar mi propia mejilla….

— Pero yo sí alcanzo a besar tu pómulo. Y ahora yo soy la muerte, tú lo has dicho y me has demostrado que creo en ti.

Un relámpago de luz iluminó escasos segundos el túnel anunciando al cielo y al infierno que una nueva reina había ocupado su trono. La antigua dama negra había dejado de existir para que una nueva conciencia mortal revitalizada surgiera en el universo. La Conciencia Universal se estremeció hasta la última de sus partículas comprendiendo que la anterior ninfa de la muerte fue mucho más sencilla de dominar. Un alma tan joven y dolida con el mundo quizá no había sido una buena elección. Terror y no únicamente muerte daba comienzo con la nueva Dama Negra. Paula será un nombre que recuerde de su existencia anterior pero ahora no puede ni debe recordar. Es la diosa de la muerte, le está prohibido recordar. La Dama Negra comienza a buscar en el fluir de los siglos una sustituta, mientras tanto le quedan muchas almas que separar de la carne. Carne a la que ella se aferró intensamente cuando fue reclamada siendo Paula.

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