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La que nos espera

Después de los atentados del 11-M en Madrid sufrimos una de las épocas más tremendas de enfrentamiento verbal entre los españoles. Con el PSOE gobernando, el PP se echó a la montaña y pasó a mantener una situación de rebelión constante contra cualquiera de los proyectos que el Presidente Zapatero iba llevando a cabo. Casi todas las leyes importantes fueron llevadas al constitucional y la calle se llenó de manifestantes del clero y de la derecha. La sociedad se polarizó como llevaba años sin hacerlo. Las discusiones políticas entre amigos, en las redes, en los medios, tomaron unos tintes inusitados. Esto parece ser el resultado al que estamos condenados cuando alguien externo nos ataca. A matarnos entre nosotros en lugar de pelear contra el enemigo común.

Atentado en Las Ramblas

 

Por eso, cuando el jueves pasado vi las primeras noticias del atentado en las Ramblas, una de las primeras cosas que pensé fue, «madre mía, la que nos espera». Con el tema catalán de por medio, podemos darnos por jodidos. Aquí en lugar de apoyarnos unos a otros, lo que haremos será destruirnos un poco más de lo que ya lo estamos. Lamentablemente, los días sucesivos al atentado han ido dándome la razón. La prensa enarcando las diferencias y sacando a la luz matices para menoscabar el modo brillante con el que han actuado los Mossos. La parte catalana quejándose de que Rajoy no deja participar al cuerpo policial catalán en los foros internacionales, hecho que le permitiria combatir más eficientemente al terrorismo. La parte española lanzando los exabruptos habituales porque los catalanes usen su idioma. Las redes sociales, salvo unos pocos bienintencionados, divididas entre los que piden liquidar la presencia musulmana en España y los que plantean que somos unos hijos de puta tratando a los refugiados como los tratamos. En fin, todos haciendo alarde de lo que somos, una panda de extremistas que nos echamos al monte verbalmente por cualquier cuestión donde se dé la oportunidad de que tengamos opiniones diferentes. Raro será que alguna vez lleguemos a algo como país, como colectivo, con estos lodos de los que se fabrican nuestros cimientos como pueblo.


«Raro será que alguna vez lleguemos a algo como país, como colectivo, con estos lodos de los que se fabrican nuestros cimientos como pueblo.»


 

Pero bueno, a mi todo esto lo que me da es la oportunidad de plasmar aquí mi punto de vista sobre algunos elementos. Si le sirve a alguien para aclarar ideas, pues perfecto y si no le sirve a nadie, pues a otra cosa. Vayamos punto a punto.

1) Deberíamos aprender de cómo los americanos reaccionaron ante el 11-S. Sobre todo unidad frente a los que les mataban. Más adelante vendrían los debates sobre si procede o no recortar la libertad para ampliar la seguridad. Más tarde se criticaría la acción de la CIA o el FBI y sobre Guantánamo como centro de detención fuera del entorno legal. Pero en aquel momento, unidad absoluta

2) La generalización es un error que aceptamos perfectamente en la mayor parte de las ocasiones, salvo cuando se habla de musulmanes. Podemos aceptar que el delincuente es un delincuente, sea blanco, gitano o asiático. Pero ¡hay amigo! Si es musulmán, que se dé por jodido. El musulmán parece ser un delincuente solo por el hecho de serlo. Y, señoras y señores, no es así. Los delincuentes son delincuentes y la maldad se da casi por igual de forma porcentual en cualquier raza o cultura de esta mierda que somos los humanos. Al delincuente hemos de aplicarle la ley con todo el rigor que proceda. Pero ¡al delincuente!, no al resto de las personas que comparten algún atributo con él. Pensemos en la gilipollez que supondría criminalizar a los altos o a los delgados, solo porque resulta que en el último año la mayoría de los crímenes los han cometido personas altas y delgadas. No hablo ya del sexo porque entonces esta multitud que copa las redes sociales terminaría linchándome y me gustaría vivir aún algún año más.

3) Lo dicho en el punto 2 vale para los catalanes desde la perspectiva del resto de los españoles y para el resto de los españoles desde la perspectiva de los catalanes. A ver si ardemos todos y al menos me libro de oír tanta estulticia. ¡Que sí, coño! Que si eres español no catalán has de pensar que no todos los catalanes son un panda de irredentos malvados. Y que si eres catalán, lo suyo es que valores que no todos los españoles no catalanes vamos con el botijo y la camiseta de tirantes tirándonos pedos y dilapidando el dinero público. ¡Basta de generalizaciones que solo llevan consigo engaño, falsedad, mentira, estulticia, falta de inteligencia…!

4) En la persecución de la delincuencia hay que ser resultadista, es decir, buscar la mejor situación posible, ya que delinquir es algo inherente al ser humano y no vamos a dejar de hacerlo. Se trata de lograr espacios de convivencia donde logremos minimizar el delito en todo lo posible. Así, pues, podemos contraponer dos modelos, uno fuertemente punitivo, el que se da en USA. Allí te pueden meter en la carcel porque tu cara le ha caído mal a un cop mientras paseabas por Central Park. Existe la pena de muerte, las cárceles están a rebosar con una población penitenciaria que quintuplica, por ejemplo, la del Reino Unido. Y, sin embargo, el nivel de delito en mi admirado país del otro lado del Atlántico es notoriamente superior al que padecemos en Europa. Nosotros los europeos, en cambio, seguimos más las tesis de nuestra compatriota Concepción Arenal, que ya indicaba, creo que con bastante buen criterio, que las cárceles, siendo necesarias, no son la panacea para resolver los problemas del delito en una sociedad. Es un debate que tengo permanentemente con muchos amigos pertenecientes a los cuerpos de seguridad. Ellos suelen quejarse de la falta de herramientas con que la ley los provee para perseguir el delito, de que detienen decenas de veces a la misma persona que en pocos días está de nuevo en la calle. ¿Y qué? Con nuestro modo de actuar, bastante garantista los europeos hemos logrado un espacio donde se da menos delito que en las sociedades altamente punitivas como la americana. ¿Alguno os queréis cambiar? Es sencillo, iros a USA y dejadnos aquí a quienes nos gusta más este modelo. ¿Que conlleva riesgos? ¡Toma! Sin duda, la vida es arriesgada, la muerte nos acecha de continuo, pero hoy, al menos, es más arriesgado vivir en USA con una política penitenciaria dura que en Europa con una más laxa.

5) Este país o se organiza de una vez de modo auténticamente federal o terminaremos en un puñetero infierno. Y voy al tema de las policías. ¿No estamos todos cansados de ver películas americanas que describen perfectamente un modelo policial bien articulado? Policías locales con competencias civiles básicas. Policías estatales con un amplio conjunto de potestades en lo que a persecución del delito contra bienes y personas se refiere. Y policía federal, el temible FBI, con competencias en asuntos tales como terrorismo, crimen organizado, control de fronteras, delincuencia supraestatal, etc. Bueno, pues aquí no. Aquí todos tienen que tener las mismas competencias y si no nos enfadamos. Y es que lo que subyace a esto es que los políticos nacionalistas catalanes no desean construir un estado federal, su objetivo es otro. Por eso quieren un cuerpo policial con todas las competencias, aunque se coordine con los estatales. Y el estado central cede como en tantas otras cosas, como en temas relativos a la sanidad, la educación o la justicia donde nunca se debían haber cedido competencias. Así, pues, este puzzle será cada vez más difícil de terminar y la tendencia a que cada vez nos odiemos más entre todos en este escenario mal organizado se expandirá como la peste y acabará con nosotros, con nuestro proyecto de sociedad. Parece que no somos capaces de construir una sociedad abierta, tolerante y respetuosa con la diversidad, ordenada en lo económico y en lo político, un país donde más allá de nuestras diferencias, como decía el viejo socialista presidente de Extremadura, Rodríguez Ibarra, todos paguemos ordenadamente nuestra cuota de la comunidad de vecinos y nos dejemos de construir narraciones excluyentes cargadas de simbología tan falsa como estúpida.


«…este puzzle será cada vez más difícil de terminar y la tendencia a que cada vez nos odiemos más entre todos en este escenario mal organizado se expandirá como la peste y acabará con nosotros…»


 

6) Y ya, para terminar, lo de la manifestación de ayer por la tarde ya supone para mí una dosis de tristeza y furor infinitos. Yo no soy esa Barcelona, si Barcelona somos todos, que me vayan borrando. He visitado y amado a esta ciudad como he contado en decenas de ocasiones. Una ciudad abierta que se ofrecía a cualquiera que quisiera disfrutar de sus encantos. Y ayer, en un momento en que todo el resto del país se abre a a solidarizarse con su sufrimiento lo único que vemos son afrentas a todo lo que supone algo de importancia para los que nos sentimos españoles. Se silba al rey y a un gobierno que es de todos. En lugar de llenar el espacio de la manifestación de pancartas contra el Daesh, el que ha agredido a la ciudad, el enemigo común, el que nos mata, se aprovecha para agredir al resto de los que compartimos esta extraña comunidad de vecinos que es España. Se alardea, de forma ignorante de un cartel que acusa a Felipe VI de tráfico de armas. ¿De donde sale esto? Como si el monarca tuviera alguna capacidad de decisión en los contratos que firman las empresas que fabrican armas en España o el gobierno. Como si Felipe VI, un valiente dirigente que se atreve a estar ahí a pesar del barullo, fuera el culpable real de los atentados. Fue insufrible. No soy monárquico, pero no puedo por menos que defender a una persona y a una institución que nos representa a todos y del que desconozco ninguna maldad supina como una buena parte de los presentes parecían conocer. Yo no puedo solidarizarme con una Barcelona que solo me insulta y me excluye. Con lo sencillo que hubiera sido para el gobierno catalán promover una manifestación con un único lema que uniera en lugar de separar. Pero es lo que hay. Intolerancia y exclusión por todos lados.

 

Parece que asistimos al ocaso de una época para nuestro país. Nuestros demonios históricos salen a la escena como lo han hecho siempre. En lugar de trabajar por crear un espacio cívico y de convivencia donde todos podamos desarrollarnos, cada día lo hacemos por este infierno mitad mediático mitad real. Solo deberíamos recordar que ese tremendo problema que nos asoló durante tantos años, el terrorismo de ETA fue vencido con la ley, la unidad de los demócratas y las medidas policiales. Que hasta los gobiernos vascos más radicales en su posición nacionalista, formaron parte de los pactos antiterroristas, que pocas veces se aprovechó el fenómenos del terrorismo con fines partidistas. ¿Seremos capaces de hacerlo ahora contra el Daesh? Con lo que veo cada día, lo dudo. Y lamento el mensaje pesimista.

 

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