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Luzbel

1989

 

“No hay nada más respetable que una maldad antigua.” Voltaire

 

Quizá siglos atrás las gentes que moraban en aquellas tierras conocieran el nombre del diablo. Hoy, cuarenta siglos más tarde, el conocimiento popular ha perecido abriendo paso a la ciencia. En el ocaso del siglo XX no hay lugar para los demonios.

Aquel pozo que ahora se abría ante sus ojos fue construido semanas antes por los obreros del ayuntamiento. Serviría de refugio para una indigente. Aurora pensó en ello antes de comenzar el descenso por la oscuridad del sumidero. Cuando llego hasta el corazón mismo de la negrura, sintió un calor agradable cubriéndole los pechos. Caminar por aquella reconfortante viscosidad en la que se encontraba inmersa resultaba dificultoso. Pero aquel líquido y las mugrientas paredes que lo envolvían, eran mejor resguardo contra el invierno que los árboles del parque.

Aurora buscaba un llano donde poder recostarse y dormitar lo que restaba de noche. Dos horas desplazándose entre el enjambre de tuberías, le había apartado del sumidero por el que accediera al mundo subterráneo.

El territorio que se encuentra bajo vuestras ciudades pertenece a las sombras. Si aún creyerais en los demonios este sería nuestro paraje.

El vapor producido por alguna fuga del agua que viajaba desde la caldera hacia los cuartos de baño golpeó la curtida mejilla de Aurora. Este suceso le hizo despertar de su letargo. Las pupilas negras crecieron para intentar abarcar la totalidad de la formación carnosa formada ante ella. Era tan antiguo como el mundo, era Luzbel.

Giró 180º sobre sus glúteos e intentó incorporarse, todo en un movimiento unitario. Le fue imposible. La vida en la calle le había aportado la agilidad para escapar de los golpes. Hacía un par de años un grupo de jóvenes le habían privado de medio lóbulo de la oreja izquierda. El que más rasurado llevaba el pelo pudo lucirlo como trofeo ante la comunidad hasta que el pedazo de carne se pudrió. La agilidad es útil en muchas situaciones, pero un exceso de confianza en ella causa errores irresolubles. Aurora cometió uno de estos errores al trastabillar frente a Luzbel.

La forma material escogida por Luzbel en esta ocasión para reclamar a su víctima, tenso los músculos del hombro. Brazo y antebrazo en perfecta armonía dirigieron la pezuña contra el espinazo de Aurora. Un grito rebotó entre las paredes hasta toparse con la noche. El grito utilizó la misma vía de escape que pocas horas antes la desdichada utilizó para acceder al reino de las sombras. El cuerpo de Aurora golpeó contra una tubería para quedar postrado panza arriba frente al diablo. La segunda ocasión en que la pezuña de Luzbel se agitó, convirtió un alarido de su víctima en la sorda voz de la desesperanza. La espalda y ahora su garganta dejaban manar rojizas corrientes viscosas. La sustancia vital que abandonaba el cuerpo de Aurora se unía al fluido que reconfortó su helado cuerpo al entrar en el reino de Luzbel.

No es necesario creer en los demonios. Ellos están ahí, de modo que tan sólo pide no encontrarte con ellos.

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