1990
El sol brilla en lo alto de Arrallú. Las almas gimen por vidas pasadas.
Incluso los muertos gustan de jugar al “Mus”. Rahan se juega la vida futura esperando que el rey que esconde en su manga sirva a su propósito: ganar una “mano” más y conseguir la eternidad.
La perpetua e irónica sonrisa de la muerte blanca mira a Rahan con sus cuencas vacías, que jamás contuvieron sustancia vítrea. Cuevas oscuras que cautivan al moribundo cuando ella se acerca a besar los labios con gélido frío abisal.
Rahan se da “Mus”, intenta hacer la jugada maestra. La señora de blanco pide una sola carta, Rahan espera tres.
Tres reyes le llegan desde las manos descarnadas. Muerte pierde de vista al insignificante humano que aceptó su juego para darse el naipe que le falta. Un rey.
Ella no hizo trampa. El humano ha cambiado el caballo por el rey que escondía entre las ropas. Rahan posee unos “Duples de Reyes”, magnífica jugada para salvar su cuerpo de los gusanos que acechan en el nicho.
Envido a la grande…
…Veo…
… Paso a la chica…
Envido…
Muerte, tu juego no es el mus, no quiero… Si llevo pares.
Sí
Paso.
Envido.
Quince más a tus tres pitos…
Seis más a tus cuatro reyes Rahan…
Órdago y la vida me va en ello. Cuatro reyes…
Duples de guadañas.
Nadie consigue burlar a la muerte, tarde o temprano salda sus deudas. Pasa factura de nuestros años de vida. El cuerpo de Rahan es pasto de gusanos negros que devoran ávidamente cada trozo de su piel. En su nicho un epitafio versa: VENCEDOR MIENTRAS VIVIÓ DE TODOS LOS CAMPEONATOS DE MUS.