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12. Naturaleza y arte; materia y obra

No hay belleza sin ayuda, ni perfección que no dé en bárbara sin el realce del artificio: a lo malo socorre y lo bueno lo perfecciona. Déjanos comúnmente a lo mejor la naturaleza, acojámonos al arte. El mejor natural es inculto sin ella, y les falta la mitad a las perfecciones si les falta la cultura. Todo hombre sabe a tosco sin el artificio, y ha menester pulirse en todo orden de perfección.

 

Entramos con este aforismo en uno de los filosofemas trascendentales en la obra de Gracián. Se trata de la contraposición entre la sustancia y la circunstancia. En el jesuita esta cuestión tiene más consonancias antropológicas que ontológicas. Es decir que, en lugar de tratar el tema desde la perspectiva en que los filósofos racionalistas europeos del momento (Descartes, Spinoza…) lo están haciendo, él lo lleva más a la vertiente de la personalidad humana. Así, defiende la tesis de que la vertiente natural del hombre debe completarse con la cultural (el artificio). Si el ser del hombre está en su hacerse, solo llegamos a ser personas en un largo camino (el curso de la vida humana) donde vamos modificando aquello que la naturaleza nos dio, para perfeccionarlo. Con esto encontramos a Gracián en el polo opuesto de los movimientos naturalistas que hoy tanto abundan. Para él el hombre auténtico es un producto de la cultura, lo natural es solo un punto de partida, una base que el hombre modifica continuamente para perfeccionarla. Esa vuelta a la naturaleza tan defendida por ciertos autores de las post ilustración, y que ha llegado hasta nuestra época, desde luego no sería defendida en ningún caso por nuestro autor.

 

 

 

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