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Por qué no me gusta este gobierno (2)

Hace la friolera de 12 años escribí un artículo con este mismo título acerca de lo que no me gustaba del gobierno de Mariano Rajoy. Pues bien, hoy me veo en la necesidad de hacer una segunda versión (de ahí el 2 del título) pero esta vez poniendo el foco en el gobierno de Pedro Sánchez. El lector curioso que relea aquella vieja versión y la compare con esta es seguro que encontrará que los parámetros que mueven a uno y otro son diferentes Me refiero a que el disgusto con uno y con otro hunde sus raíces en casuísticas dispares. Pero no por ello menos desagradables.

En aquel hacía hincapié sobre todo en las medidas económicas que el señor Rajoy estaba tomando y que, desde mi punto de vista atentaban contra el carácter «social» de nuestro Estado. Y, remarco ahora igual que lo hacía entonces, no porque yo estuviera en contra del concepto de austeridad que tan necesario se hacía, sino por otros motivos. Motivos en los que no insistiré ahora, pero que invito al lector a que los revise si la temática es de su interés.

Pero vayamos a lo que nos interesa ahora, al hecho de por qué no me gusta el gobierno del señor Sánchez. La casuística es variada y por ello, tocaré algunos puntos de lo que me parece más relevante.

Fomento de la ultraderecha

Algún lector pensará que me he equivocado, ¡Cómo va un partido de izquierdas a fomentar el crecimiento de la ultraderecha! Pues no, amigo lector, no me he equivocado. Estoy convencido de que las actitudes (más que las acciones) del actual gobierno crean el caldo de cultivo idóneo para que la ultraderecha crezca. Cada que vez que el señor Sánchez lanza en sus discursos alguna diatriba contra Vox suben los partidarios de dicha organización. Y creo que esta es una situación que se está dando en paralelo en varias de las sociedades europeas. Cuando una de las alas del espectro político extrema sus posiciones hace crecer a la del extremo opuesto. En cambio, cuando se permanece más centrado los extremos tienden a diluirse.

Mi admirado Manuel Vicent lo explicaba de forma brillante hace unos días en el programa La Noche del canal 24 horas de TVE. Decia allí que uno de los grandes éxitos de la transición fue que Felipe González se escoraba hacia la derecha mientras que Adolfo Suárez lo habia hecho hacia la izquierda, de forma que las dos grandes bloques políticos habían centrado sus posturas.

Creo que he puesto el ejemplo en varias ocasiones, pero no me importa ponerlo aquí una vez más. Nada más ganar las elecciones en 1982, Felipe González se fue a asistir a un acto religioso a la División Acorazada Brunete. Allí demostró que su gobierno iba a ser para todos, no solo para quienes le habiamos votado. Muchas acciones de ese tipo contribuyeron a que la derecha franquista se fuera diluyendo como un azucarillo. Hoy, el día a día de nuestros gobernantes apunta a direcciones absolutamente opuestas. Acciones que no paran de atacar a un conjunto muy amplio de españoles que no ha votado al PSOE, pero para los que el PSOE también tiene que gobernar.

Con actuaciones de esta índole la sociedad se está polarizando hasta límites insoportables. El sectarismo nos invade por todas partes. Y ojo que no digo que esta defensa a ultranza de la secta propia sea única de la izquierda, la derecha la practica por igual. No hay que olvidar que la acción de gobierno del señor Rajoy contribuyó de forma relevante al crecimiento de Podemos. Mismas actitudes y mismos resultados, aunque en el polo opuesto.

Si tuviera que hablar del señor Feijoo o de su adlater la señora Ayuso, aduciría los mismos argumentos. De hecho ya estoy preparando la versión 3 de «Por qué no me gusta este gobierno» para lanzarla cuando uno de los dos (seria difícil hoy saber cual) nos gobierne en el futuro.

Falta de visión económica

Y vamos con otra de las cuestiones por la que algunos de los seguidores del PSOE se echarán las manos a la cabeza. ¡Pero si la economía va genial! ¡Somos el país que más empleo crea de la UE! ¡El motor del crecimiento del PIB en Europa! Cuántos errores uno tras otro. El empleo en nuestro país continua siendo de una precariedad inosportable por más que las cifras oficiales hablen de que la temporalidad baja. ¡Ay, el concepto de fijo discontinuo, como ha permitido alterar las estadísticas! Los jóvenes siguen teniendo las peores circunstancias de Europa para acceder a un puesto de trabajo. Nuestro nivel de endeudamiento se mueve por la estratosfera. Tenemos la productividad más baja de la UE (bueno alguno puede estar por ahí a nuestro lado, pero no muchos).

Nuestro país se mueve económicamente en los parámetros de una economía de servicios. Y está perfecto que eso sea así, ya que permite a muchas familias tener un sustento razonable. Pero esta economia es muy pobre respecto al valor añadido que genera. Debemos trabajar en fomentar los entornos industriales, tecnológicos…, todos aquellos que nos darán más estabilidad y mejorarán nuestro posicionamiento en lo que a productividad se refiere. Y no quiere decir esto que debamos abandonar la senda de tener la mejor hosteleria y los mejores servicios turísticos de Europa. No perdamos eso, pero fomentemos lo otro como un camino que nos ayude a no seguir perdiendo puntos frente a nuestros competidores.

Me resulta lamentable la visión que en ocasiones se tiene de la economía desde la izquierda. Tenemos un ejemplo ahora mismo en Francia, el Frente Popular que se ha creado para competir con Le Pen ha creado un programa económico absolutamente alocado, pero eso sí, lleno de los tópicos típicos de la izquierda. Un programa que, de ponerse en práctica, hundiría ya totalmente la maltrecha economia gala. ¡Y con eso quieren hacer la oposición a la extrema derecha!. Con eso solo van a contribuir a que Le Pen gane con más diputados aún. Y ya de paso, a polarizar más la sociedad, en lugar de contribuir a acercar puntos de vista y a trabajar por mejorar la estructura económica del país que, sería la base para lograr un redistribución justa de recursos.

Pérdida de calidad democrática

Habría decenas de ejemplos que se podrían mencionar en este ámbito, pero hablaré solo de uno que puede ejemplificar a todo el resto de ellos. Se trata del proceso que ha llevado aparejado la Ley de Amnistía. No voy a entrar a prejuzgar si es consitucional o no. Carezco de la base jurídica necesaria para hacerlo. Sí lo haré respecto al método cómo se ha puesto en marcha y también respecto a su pertinencia.

Con respecto a lo primero, hay que decir que ha sido un esperpento ver cómo antes de las elecciones, Pedro Sánchez, y la mayor parte del PSOE tras él, nos indicaban que ni de lejos iban a apoyar una ley de estas características. Se producen las elecciones, hacen falta los votos de Junts para poder formar gobierno y a partir de ahí se varían todos los principios y se comienza a defender la amnistía como si fuera algo absolutamente necesario. Me repugna ese proceso. No tiene sentido. Lo que ayer era de un modo, hoy continua siendo del mismo por más que retorzamos las argumentaciones. Estos cambios de punto de vista hacen que la confianza en las palabras del presidente del gobierno esté absolutamente perdida. Cómo se puede creer a alquien que cambia de punto de vista de este modo y que, además, lo hace de una forma tan burda, cuando se ve con tanta nitidez lo que origina dicho cambio.

Se defiende lo sucedido apelando a que es necesario para la pacificación social en Cataluña y, además, se sacan a la luz otros momentos históricos donde han sucedido cosas similares. Por ejemplo, con el punto de vista del PSOE sobre la entrada de España en la OTAN. ¡Por dios! Cuando Felipe González cambio su punto de vista en esta materia, explicó las razones con solvencia y hasta convocó un referendum para que el pueblo pudiera dar su opinión. Nada que ver con la tragicomedia de la Ley de Amnistía. Una ley que ha devaluado la imagen del Estado hasta sus últimas consecuencias. Cuando ETA mataba de forma inmisericorde a tantos servidores públicos, el Estado nunca se arrodilló. Y ahora, lo hace ante un prófugo de la justicia que anda por el mundo denostando la imagen de España.

Pero vayamos a la pertinencia. ¿Por qué es pertinente la Ley de Amnistía? Antes de la misma, tras los indultos, el independentismo catalán estaba ya en claro retroceso. No se apreciaba ninguna necesidad de añadir una componente nueva cuyos resultados podrían ser inciertos. Por un lado, ante la «noble» ilusión de que ayudara a cerrar heridas en Cataluña no parecía existir la más mínima duda de que las iba a abrir ¡y notorias! en el resto de España. No está el país en este momento para seguir poniendo asimetrías en el mismo. Más bien estamos para repensar el modelo autonómico y, si es necesario, diseñar un entramado federal real donde las autonomías tengan su rol claro, pero sin que el Estado pierda el suyo.

Este alocado Estado lleno de asimetrías por todas partes nos va a llevar a un callejón sin salida.

Corrupción

Qué logro puede mencionar el señor Sánchez en este orden de cosas, desde mi punto de vista, el más preocupante de cuantos nos acosan. Iba a decir, «nada», pero no, ni eso, más bien hay retroceso. Vivimos una época donde el clientelismo político ha tomado ya forma permanente en nuestra sociedad. Si el señor Sánchez amnistía a delincuentes para que le apoyen en sus necesidades políticas, por qué el resto de los ciudadanos no van a torcer la ley en persecución de sus intereses. Ese es el mensaje que se nos deja.

Hoy la malversación está menos penalizada, no se ha dado ni un solo paso en la persecución de los delitos típicos del entramado político: corrupción, tráfico de influencias, prevaricación… No se ha trabajado en lo más mínimo en el fomento de una moralidad pública indispensable para sociedades que quieren ser estables, solidarias, justas.

Y las consecuencias podemos verlas en otro hecho puntual, el affaire de la esposa del presidente del gobierno. Otro esperpento a sumar a la tragicomedia que vivimos. Observo impávido la reacción de nuestra sociedad ante hechos como este. Una secta defendiendo lo indefendible, el señor Sánchez escribe una carta a la ciudadanía diciendo lo que ama a su mujer, tachando de fango todas las acusaciones sobre su actividades y tomándose cinco días para reflexionar si su amor es más fuerte que el vínculo que le une con los españoles que le han votado. La otra secta ahí anda extremando cualquier dato y forzando el carácter presuntamente ilegal de las acciones. Si Valle Inclán viviera seguro que podría escribir uno de sus mejores esperpentos con una materia tan rica como esta.

Pero, si no nos dejamos llevar por los exabruptos de unos y otros, quizá tuviéramos la serenidad suficiente como para poner algo de luz sobre el asunto. Igual que con la amnistía, no tengo capacidad jurídica para saber si se han cometido o no irregularidades. Pero sí tengo cabeza para pensar y valoras los hechos. Y un hecho es que una señora que tiene el bachillerato como titulación está liderando una cátedra universitaria. Que alguien me diga si eso está al alcance de cualquiera que no sea la esposa del presidente del gobierno. Otro hecho es que ha escrito cartas de aval a distintas empresas para participar en concursos públicos. ¡Por dios! ¿Y eso qué es? ¿Cómo puede permitirse alguien en su posición escribir dichas cartas?. ¿Cómo puede alguien pensar que determinados tribunales decisorios no van a tener en cuenta avales de tan alto nivel? ¿Eso no es tráfico de influencias?

Evidentemente puede que todo esto no sea ilegal, pero desde luego, es notoriamente inmoral. Y si como sociedad no somos capaces de detectar esto, mal vamos. Ante la ley todos somos iguales, y no es de recibo que una persona por ser la esposa del presidente del gobierno, tenga prerrogativas que otros ciudadanos no tienen. Y tampoco es de recibo que dicha persona «recomiende» a determinadas empresas para lleva a cabo determinados trabajos o recibir determinadas ayudas públicas. Solo los méritos bien tipificados en la respectiva documentación administrativa deben ser la llave para acceder a estas situaciones. ¿O es que alguien podría ver bien que una carta de recomendación sirviera para que el hijo de determinada persona pudiera aprobar la EVAU con más facilidad que otro?

Bien, pues todo esto, subyace al tema que nos ocupa. Pero pocos parecen darse cuenta.

En fin, cada vez me resulta más difícil comulgar con la falta de criterio. No puedo entender como gente inteligente sigue a pie juntillas las directrices de la correspondiente secta en lugar de aplicar el pensamiento crítico y analizar por sí mismo. Hoy más que nunca se hace necesario recordar las palabras del gran Javier Krahe:

Hace tiempo que me importa un comino
que el último jalón de mi camino
caiga lejos de Roma.

(Javier Krahe, El cromosoma)

Entiéndase Roma tanto como la Roma, cabeza del cristianismo, como la sede de cualquier partido político, sobre todo si son de los que tocan el poder con frecuencia.

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