Parece innato al ser humano acercarse a lo que le es afín y alejarse de lo que es contrario a sus opiniones. Los CEO y otros responsables de compañías, como humanos que son, comparten este supuesto. Lo normal es que cualquier directivo se rodee de gente cercana a sus ideas, a sus principios, a sus tácticas… Parece no haber nada malo en ello, pero con hacer esto nos perdemos una parte muy importante de la realidad, aquella de lo que es diferente a nosotros y que, no tiene por que ser peor. Es esencial para un buen directivo saber trabajar con la discrepancia, integrar en sus equipos a personas que piensen de modo diferente, que nos ayuden a descubrir nuestros puntos flacos. Por más que nos molesten, su presencia es crucial para el buen desenvolvimiento de los proyectos.
«Tener en los equipos de trabajo a personas que piensan de modo diferente es siempre enriquecedor y beneficioso para el proyecto final.»
En mi vida profesional he tenido colaboradores altamente discrepantes, de los que te discuten cada una de tus decisiones. Hay gente que no soporta esto y busca siempre el asentimiento. Tener en los equipos de trabajo a personas que piensan de modo diferente es siempre enriquecedor y beneficioso para el proyecto final. Para poder sobrellevar este tipo de organización hemos de fortalecer nuestra capacidad de tolerancia, acostumbrarnos a que la gente nos lleve la contraria sin necesidad de acalorarnos y terminar imponiendo, a veces sin fundamentos consistentes, nuestro punto de vista. También es cierto que hemos de fomentar la educación y las buenas formas en los equipos. Discrepar es bueno, pero siempre de forma amable y considerada para el que piensa de otro modo.
En la vida necesitamos aprender permanentemente. Y lo hacemos mucho más de aquellos que mantienen puntos de vista diferentes al nuestro. Si solo buscamos asentimiento a nuestro alrededor, probablemente vivamos muy cómodos, pero nos perderemos lo esencial del crecimiento personal que necesitamos para una buena experiencia vital.
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