Me sentía extraño. Algo así como si acabara de despertarme tras muchas horas de sueño y aún estuviera con la conciencia a medio gas. Las cosas que me rodeaban parecían irreales. Quizá todo esto fuera producto de haber bebido en exceso la noche anterior. Al fin y al cabo, era 1 de enero, tras Nochevieja, y lo normal es que el alcohol fluyera bastante más de lo acostumbrado.
Fue entonces cuando comencé a darme cuenta de algo más que extraño. Estaba en mi biblioteca y hasta ese momento no me había fijado demasiado en nada en concreto. Pero entonces lo hice en uno de los libros, las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. Fue poner los ojos sobre el lomo del libro y delante de mí apareció una enorme pantalla de ordenador, pero como sostenida en el aire. Y en ella ponía los datos básicos del libro, una biografía de la autora y esos versos iniciales tan sugerentes: “Animula vagula blandula”, pero además de la versión latina, también aparecía la traducción al castellano:
Mínima alma mía, tierna y flotante,
huésped y compañera de mi cuerpo,
descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos,
donde habrás de renunciar a los juegos de antaño.
¡Qué locura era esta! Debía estar soñando, no cabía otra opción.
Moví la vista, ahora era el lomo de las Poesías completas de Quevedo el que estaba delante de mis ojos. La pantalla virtual que se sostenía en el aire, se movía con mis ojos para aparecer cercana al objetivo que estaba mirando en ese momento. En ella surgió también una reseña de la obra y una breve biografía de don Francisco. En ese momento pasaron por mi cabeza algunos de sus versos y conforme los pensaba, aparecían escritos en la pantalla.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
¡Santo dios! ¿Qué era esto? En qué extraño universo me había despertado. Lógicamente, había oído hablar de la realidad aumentada, de las gafas de Google, de aquella tecnología de la que hace unos años se hablaba tanto como de ChatGPT hoy. Pero no recordaba ningún gadget reciente que pudiera dar este extraño servicio del que estaba disfrutando. Tampoco sabía cómo controlarlo, cómo ponerlo en marcha, cómo pararlo…
Debía ser un sueño. No quedaba otra.
Los ojos se posaron entonces en un viejo CD de Lennon. De aquella época en que aún no oíamos música a través del móvil.
Fue Inmediato otra vez. En la pantalla apareció la reseña del disco y la biografía de Lennon a la vez que comenzaban a sonar algunas notas de Imagine. Pero ¡horror! Era yo quien lo cantaba.
You may say I’m a dreamer, but I’m not the only one.
¡No podia ser! No sabía si esto comenzaba a encantarme o a aburrirme.
Fue entonces cuando los ojos se posaron sobre una fotografía mía. La pantalla enseguida sacó una reseña de la Wikipedia con mi biografía y datos básicos. Y, al leer la frase final, caí en la cuenta de todo:
…fallecido el día 26 de diciembre de 2023.
Si quieres oir este relato en lugar de leerlo, puedes hacerlo aquí: