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25. Buen entendedor

Arte era de artes saber discurrir: ya no basta, menester es adivinar, y más en desengaños. No puede ser entendido el que no fuere buen entendedor. Hay zahoríes del corazón y linces de las intenciones. Las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir; recíbanse del atento a todo entender: en lo favorable, tirante la rienda a la credulidad; en lo odioso, a picarla.

La cifra del mundo. Este es uno de los temas recurrentes en toda la obra de Baltasar Gracián. El mundo está cifrado y hay que ser zahorí, estar atento para poder descifrar la auténtica realidad de las cosas y de las actuaciones humanas. En este asunto de la realidad cifrada se agazapa nuevamente el tema de la dialéctica entre el engaño y el desengaño. La realidad es tramposa, se oculta bajo el velo del engaño y solo el desengañado será capaz de navegar con certeza en este proceloso océano. Aunque esta idea está presente a muchos niveles en la obra de Gracián, en este aforismo se incide en la vertiente del comportamiento humano. Zahorí del corazón y lince de las intenciones habremos de ser para poder desentrañar esa verdad que las personas siempre manejamos, siempre mostramos a medio decir.

La naturaleza se cifra de un modo, y los humanos, al igual que aquella, ciframos también nuestras acciones. No hemos de olvidar que en la obra de Gracián tiene una importancia enorme la enseñanza para moverse en una sociedad basada en el engaño. Ayudarnos a ser unos zahoríes atentos es el objetivo que persigue el jesuita en sus escritos. Y este aforismo del Oráculo es una lección más de esa enseñanza.

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