En fin, esto parece que se nos está yendo de las manos. ¿Cómo cambia el mundo de un día para otro? Parece que fue ayer, pero ya han pasado cuatro años desde que en aquel desgraciado verano de 2007 el mundo de muchos de nosotros comenzó a cambiar casi sin que nos diéramos cuenta. El mío, y el de algunas personas cercanas, por un hecho puntual derivado del trabajo que desempeñábamos, pero el del mundo, por el comienzo de la más grave crisis económica que el mundo moderno ha padecido.
Qué seguros estábamos entonces con crecimientos del PIB del 4%, un paro en su mínimo histórico, por debajo del 8%, una economía que parecía la locomotora de Europa… Pero todo es efímero en la vida del hombre. De la noche a la mañana todo cambió. Y, lamentablemente, al igual que mi cambio personal se sucedía a la vez que un cambio global en el país, este cambio particular de España se desarrollaba a la vez que una terrible crisis mundial (o al menos de nuestra zona del mundo) que sacaba a la luz como en tantas otras ocasiones anteriores, las terribles contradicciones internas del modelo capitalista de organización de la sociedad. No sé…, tanto se ha hablado y se habla de la crisis, del hundimiento financiero, del desempleo, etc. que parece que poco nos queda por decir a los ciudadanos, que basta con dejar operar a los políticos para que vuelvan a conducir este barco a aguas más tranquilas. Pero no podemos olvidar que somos hijos de la Ilustración, de la Revolución Francesa, de un conjunto de fenómenos a través de los cuales los súbditos nos convertimos en ciudadanos con derechos y, desde luego, entre esos derechos está el de analizar los hechos, tomar un punto de vista sobre los mismos y proponer alternativas para cambiar las cosas.
Pero, y ¿por qué en el mundo actual, donde los gobiernos son democráticamente elegidos por los ciudadanos, sucede lo mismo? Pues porque en el fondo hay cosas que no han cambiado tanto. El poder, considerado en sí mismo, continúa siendo una función que se ejerce de forma similar, aunque hayan cambiado las formas en que este se organiza. Los estados están más sujetos a normas y se respetan más los derechos humanos, ahora ya no tenemos monarcas absolutos, son gobernantes elegidos por el pueblo, pero en el fondo las cosas no han cambiado tanto. A la gente se le sigue intentando dominar creando valores, principios, ideologías que, convenientemente amasadas a través de la educación, los medios de comunicación social, etc. nos atontan y conducen a pensar que el cambio social no es posible. Se trata de crear una aureola de complejidad tal en este sofisticado y supertecnológico mundo que vivimos que nos haga pensar que nuestra intervención en el mismo es prácticamente imposible. Delegamos el ejercicio de nuestro poder, como ciudadanos libres que en teoría somos, en nuestros gobernantes. Pero, mientras tanto, un conjunto de élites intervienen buscando reforzar sus intereses y el mero ejercicio del voto democrático no es suficiente para frenar la fortaleza con la que estas élites actúan. ¿Qué hacer, pues? Hace falta algo más, hace falta que los ciudadanos tomen conciencia de que el poder real está en ellos y que solo fortaleciendo su capacidad de análisis sobre lo que está pasando, de intervención en la sociedad civil para cambiar las cosas que están mal, se podrá al menos intentar alterar el status quo de las cosas. Lo malo es que en general nuestras mentes están tan controladas por el conjunto de valores con el que se nos ha martilleado desde el inicio de nuestras vidas, que el pensamiento libre no es tan fácil de ejercer. Pero hay que intentarlo, en cada época ha habido mentes que han sabido sobrevolar sobre el discurso oficial que cada sociedad daba de sí misma, ponerlo en tela de juicio y hacer cambiar las cosas, sea en lo político, en lo científico, en lo tecnológico…
Quede aquí esta reflexión, en esa invitación a sobrevolar sobre los valores impuestos, a tratar de mirar con más libertad las cosas, a profundizar tratando de poner entre paréntesis las toneladas de prejuicios que la ideología oficial pone a nuestro alrededor como trampas en el camino.
¡Gracias Maestro! (S. Lumbreras)