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Elogio de la herejía

El diccionario de la RAE, entre otras definiciones para el término, dice que hereje es una «persona que disiente o se aparta de la doctrina o normas de una institución, una organización, una academia, etc.». Pues bien, soy un hereje, un disidente. Creo que toda mi vida lo he sido. No me queda otra, pues, que escribir esta especie de loa de la herejía como una especie de justificación vital y, sobre todo, para no tener que ir explicando uno a uno a los amigos estas cosas, cuando se sorprenden por mis puntos de vista o por mis opiniones. Estando aquí escrito solo tendré que dirigirlos a leer este artículo. Es pura comodidad.

Herejía

Comenzaré diciendo que no me gusta seguir de forma dogmática a creencia, organización, empresa o persona alguna. En todo momento me reservo la capacidad de disentir sino en todo, al menos en parte. Creo que esto es lo que mejor define la esencia del ser humano, la capacidad de criticar, de disentir, de no seguir a ultranza cualquier dogma. Por esto me resulta sorprendente la enorme cantidad de personas que sí lo hacen. Esos que, una vez que han descubierto, a dónde apunta el vector de sus ideas, rara vez lo mueven por más evidencias que la razón aporte en contra.


«Yo nunca he sido capaz de persistir en la admiración de ningún, proyecto, persona, organización o idea.»


Yo nunca he sido capaz de persistir en la admiración de ningún, proyecto, persona, organización o idea. Quizá por ello milité solo durante un breve periodo de tiempo en una organización política. Siempre mis ideas se han orientado claramente hacia un ala del espectro político, pero sin que ello supusiera relegar mi capacidad crítica hacia lo que no me gustaba de la misma. Y, por supuesto, también para respetar lo que los del ala de enfrente piensan. Cuando eres fanático de algo entras en una postura excluyente, sectaria. Solo lo tuyo vale y lo de los otros es una anomalía que, según la fuerza de tus convicciones, se debería extirpar. Lo vemos todos los días en los medios de comunicación, en las redes sociales. La gente se asienta en su perspectiva y rechaza frontalmente la del contrario. Y nada hay más lejos del libre criterio, de la razón, de lo más definitorio de la especie humana. Tolerar, respetar, que no compartir, el punto de vista del otro, poner en tela de juicio tus propias convicciones para atender a la razonabilidad de las razones del de enfrente. Solo ese modo de ver las cosas crea sociedades que progresan, que caminan hacia el futuro. Lo contrario, la ortodoxia de las ideas, solo crea sociedades inmovilistas donde el desarrollo humano y el uso de la libertad se hacen difíciles.

Quizá también por este modo de ver las cosas, nunca he tenido ídolos en el ámbito político. Todos somos pobres seres humanos llenos de defectos y alguna virtud. Me extrañan las personas que votan a los candidatos y no a los proyectos. Los candidatos son efímeros, seres de carne y hueso que a veces aciertan y a veces fallan. Con el tiempo y los hechos que realizan podemos aplaudirlos o denigrarlos, pero teniendo siempre en cuenta que una acción previa, mala o buena, difícilmente garantiza su repetibilidad en el futuro. Por ello mi voto va siempre a los proyectos que pretenden ampliar el horizonte de libertades, la mejora en el ámbito de los derechos civiles y la mayor justicia social. Y no a los que apuntan solo a una de estas direcciones. Mayor justicia social sin libertad, ¡peligro!. Mayor libertad  sin justicia social o sin derechos civiles, ¡huye!

Quizá también por esta enfermedad que me lleva siempre a aplicar el libre criterio a todas las cosas, tampoco he encajado al cien por cien en ninguno de los proyectos empresariales por los que he transitado. Incluso habiéndolos creado yo mismo o contribuido a su creación. Me resulta difícil ese seguidismo brutal que muchos líderes empresariales pretenden de sus colaboradores. Frases del tipo «somos los mejores y vamos a ganar», «esta es la mejor empresa del mundo», etc. me parecen repelentes. Cualquier organización está sujeta a evolución en función de la inteligencia y los valores de sus líderes, de las circunstancias del mercado, del compromiso de sus empleados y, en fin, de tantas circunstancias internas y externas que resulta grotesco sentir una afinidad absoluta con ella. Esto no quiere decir que, al igual que refería en el ámbito político, no me haya entregado con la totalidad de mis fuerzas a los proyectos por los que he pasado. Siempre lo he hecho, pero siempre he mantenido una perspectiva crítica hacia lo que iba aconteciendo y, en ocasiones, lo que he visto me ha forzado a alejarme, aunque siempre lo he hecho de forma silenciosa, sin ruido.


«El sectarismo tribal, trufado de dogmas tan poéticos como inexistentes, crea naciones de juguete o proyectos donde la vida para los que piensan distinto resulta imposible.»

 


Lo referido hasta ahora me vale igualmente en lo que a la organización social se refiere. El sectarismo tribal, trufado de dogmas tan poéticos como inexistentes, crea naciones de juguete o proyectos donde la vida para los que piensan distinto resulta imposible. Yo soy hijo conceptual de la Revolución Francesa. Solo creo en el Estado que deviene del pacto de los seres humanos libres, plasmado en las leyes y aceptado por la mayoría. Disiento frontalmente de  esas naciones creadas por ideólogos, lingüistas, poetas… que solo pretende retrotraernos a la mística de la tribu. Por ello, mi nación de referencia es Estados Unidos, una de las pocas, creadas por un aluvión de emigrantes, sin pasado, solo con futuro; sin mística poética a la que acudir para justificar cualquier prevalencia tribal. No quiero naciones generadoras de extranjeros, aquellas que por la afirmación desmesurada de lo propio, terminan por apartar lo ajeno. Lo otro, lo ajeno, es lo que me complementa, lo que amplia mi horizonte. Por eso, antes que andaluz soy español y antes que español, europeo, y antes que europeo, ciudadano del mundo, miembro de la especie humana. Si el pacto político para el desarrollo de nuestra sociedad mañana nos lleva a una configuración política diferente, yo estaré ahí sin añorar nada de la tribu. Solo lo añoraría si lo nuevo fuera peor en cuanto a libertades, derechos o justicia social.

Y, para terminar, esta autoconfesión, he de decir que en los últimos tiempo siento miedo. Cada vez que veo aglutinarse a la gente alrededor de una perspectiva, de una idea, de una bandera… y usar sus ideas como armas contra los de la perspectiva distinta, me asusto. Y cada vez veo más esto en nuestro mundo. ¿Caminamos hacia una nueva medievalización? Ojalá que no, pero lo que veo no me gusta. Mis herejes de cabecera, Pico della Mirandola, Miguel Servet. Giordano Bruno, Spinoza… estarán revolviéndose en sus tumbas.

 

 

 

 

12 comentarios en «Elogio de la herejía»

  1. Carmen Quirós García

    Aunque hay cosas que no comparto,,,como buena hereje,,,,me identifico especialmente con este pensamiento. Gracias por publicarlo, ahora leeré a los que citas. Espero que sigas publicando. Me pongo al día con lo atrasado. Saludos.

  2. Comparto casi todo lo que dices, es una alegría descubrir que el espíritu crítico es lo que impera en tus escritos. Algo que yo también echo de menos en este mundo actual donde la tribu es el pan nuestro de cada día. Dónde triunfa el seguidismo de consigna frente a la reflexión de los hechos.
    Gracias por esta bocanada de aire fresco.
    Otra hereje.

    1. Foto del avatar

      Alfonso, aunque haya desacuerdo en lo que no es fundamental, no hay problema. Y tampoco sería necesaria la concordancia con la edad. En la discrepancia está la sal de la vida. Si no hay discrepancia se pierde la sal de la vida. Y, por supuesto, gracias por leerme y por tu comentario.

  3. Creo que los herejes (disidentes en mayor o menor calado) son la esencia de la conciencia que hace despertar la reflexión del cambio. Me alegro de la existencia de muchos herejes y ojalá sigan sumando. Un artículo que sin duda emana de las profundidades de tu sentir interior. Gracias por compartir.

  4. Como siempre, es un placer leerte, cuando, además de tu vena hereje, asoman tus sedimentos filosóficos. Espero hacerlo más a menudo, ahora que mi reciente jubilación me deja más tiempo para volver a los orígenes.
    De momento, estamos intentando vender mi casa y trasladarnos a Valladolid. Ya te contaré los resultados.
    Un fuerte abrazo
    Marino

    1. Foto del avatar

      Marino, un placer leerte por aquí. Me alegro que andes ya con la más que merecida jubilación. Buena opción la de volver a Valladolid, nosotros también dejamos Madrid al jubilarse Ángela y ahora vivimos en Málaga. Un abrazo y suerte con el proceso.

  5. Hola Antonio, me ha agradado encontrar y leer tu «confesion». Yo tambien soy una hereje y comprendo tu sentir. Que tengas un buen dia!

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