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Septiembre de 1936, un mes clave

Existe la costumbre de considerar a la guerra civil española como un todo en sí misma, de forma que cualquier apelativo se lo imputamos a su conjunto sin distinguir entre sus distintos momentos temporales o, incluso, dentro de cada bando, a cada una de las facciones en que se dividían las dos grandes fuerza en lucha. Aplicando esta óptica, resulta, por ejemplo que las matanzas en ambas zonas se producen por igual durante toda la contienda, las milicias armadas se enfrentan a un ejército regular organizado, Franco es el líder indiscutible del alzamiento, y así un largo etcétera de inexactitudes.

Trabajando contra ese modo de hacer las cosas, me gustaría analizar lo que está pasando en España durante el mes de septiembre de 1936 para tratar de demostrar que en ese momento se produce un punto de inflexión en lo que está sucediendo, de forma que, en ambos bandos, puede hablarse de un antes y un después con referencia a esa fecha.

Analicemos los hechos y la cronología de los mismos. Hasta septiembre del 36 lo que ha se ha dado es el fracaso de lo que se pretendía un golpe militar rápido para hacerse con el poder en el país. Debido a múltiples avatares por todos conocidos, las fuerzas populares controlan la mayoría de las grandes ciudades mientras el golpe militar triunfa en una buena parte de las zonas rurales así como las provincias más conservadoras del país. España queda partida en dos y una violencia salvaje, por parte de ambos bandos, la recorre como si de un fuego incontrolado se tratase. En la zona republicana, el gobierno de Giral no ha conseguido hacerse con las riendas del poder, el Estado prácticamente ha desaparecido y las organizaciones populares han impuesto su ley a sangre y fuego. El odio al rol de la iglesia hace que las matanzas de religiosos se expandan como la pólvora. El cénit de esta situación podemos encontrarlo en la matanza de la cárcel Modelo de Madrid, donde desde el 21 de agosto un conjunto de milicianos anarquistas incontrolados matan de modo inmisericorde a los presos que allí se encontraban, la mayor parte de ellos con la sola acusación de pertenecer a organizaciones de derechas o, simplemente, de ser simpatizantes de los sublevados. Entre otros muchos allí mueren políticos reformistas españoles como Melquiades Álvarez o literatos como Pedro Muñoz Seca. En el otro lado, el ejército de África ha conseguido ya romper el cerco que la marina republicana imponía al estrecho de Gibraltar y, con la ayuda de aviones italianos, legionarios, regulares y mercenarios marroquíes, reclutados por decenas de miles, han logrado pasar al territorio peninsular y, al mando del coronel Yagüe, avanzan de forma imparable por la parte suroeste de la península, desde Cádiz hasta Madrid. A su paso se producen la desolación y las matanzas, entre ellas la más conocida de la toma de Badajoz, donde de modo salvaje y aplaudidos por la población derechista local, los militares del ejército de África liquidan en la plaza de toros a centenares de milicianos y a otras personas cuyo único delito era el de pertenecer a alguna organización de las que formaban el Frente Popular. Y no faltaron tampoco los asesinatos selectivos de intelectuales, como el de Federico García Lorca en su Granada natal o el de una elevada cifra de cargos públicos republicanos, alcaldes, militares, gobernadores civiles, diputados, etc. asesinados de modo inmisericorde conforme la columna de Yagüe avanzaba por tierras andaluzas o extremeñas.

Septiembre será un mes decisivo en la evolución que los acontecimientos tomarán. A lo largo del mismo sucederán cosas que cambiarán ese primer panorama o, al menos, comenzarán a cambiarlo.

El 3 de septiembre la columna de Yagüe toma Talavera de la Reina. El ejército de África está ya mirando hacia Madrid y las milicias populares se han mostrado incapaces de defender el terreno. No ha sucedido lo mismo al norte de la capital donde los requetés y otras fuerzas enviadas por Mola han sido detenidos por los milicianos enviados desde Madrid. Quizá lo arriscado del terreno, quizá la mayor combatividad de los madrileños, empleados y obreros industriales más o menos bien organizados, frente a los jornaleros andaluces o extremeños, quizá la fuerte implicación de los comunistas a través de su Quinto Regimiento, quién sabe el conjunto de causas. Lo cierto es que la amenaza de toma de la capital por el sur es ya una realidad inminente, a la vez que existe un claro divorcio entre el gobierno republicano y las fuerzas populares que realmente controlan el poder, vinculadas, sobre todo a las dos grandes sindicales y a las organizaciones de izquierda.

 

Asensio y Largo

Francisco Largo Caballero conversando con el coronel Asensio Torrado. 1936
(Fuente: Fundación Largo Caballero)

 

Para acabar con esta situación el 4 de septiembre Azaña nombra a Largo Caballero como Presidente del Consejo sustituyendo a su amigo y correligionario José Giral. Las cosas comienzan al menos a alinearse. El gobierno desde ese momento estará liderado por el mismo poder que controla las calles y los frentes. Largo es el líder indiscutible de la denominada izquierda socialista. Bautizado con el apelativo de “Lenin español”, es seguido de forma ciega por una importante facción de su partido (el PSOE), por su sindicato la UGT y por las juventudes socialistas, en ese momento unificadas ya con las comunistas en las JSU. Aunque no se le sigue de la misma manera, también es respetado por la CNT, la gran sindical anarquista, y el PCE que, gracias a su visión de la guerra, a su férrea unidad interna y a la ayuda soviética que ya comienza a recibirse, se está comenzando a ver como uno de los grandes agentes del lado republicano. Con Largo Caballero entran también en el Consejo de Ministros otras dos grandes figuras del PSOE que jugarán un papel predominante en la futura evolución de los hechos, Indalecio Prieto, líder del ala moderada del partido, como ministro de Marina y Aire y Juan Negrín, otro socialista moderado, como ministro de Hacienda. No es Largo santo de mi devoción, pero no puedo dejar de considerar que en ese momento es el gran reformador de una situación de caos que amenaza con adelantar el desplome del territorio controlado por la República. Sus primeras medidas se dirigen a que sean las fuerzas populares las que formen el gobierno, de esta forma entran en él no solo miembros de su partido sin también del Partido Comunista y, algo más tarde, de la CNT. Se trataba, como antes he dicho, de alinear el poder gubernamental con el poder que de hecho controlaba las calles de las ciudades. Pero no se olvida Largo de que por detrás de esto hay un objetivo fundamental que es el de la reconstrucción del Estado. Así comienza a nombrar a militares profesionales para el mando último de los teatros de operaciones. Con ello comienza a fraguarse lo que en octubre serán los decretos que configurarán el Ejército Popular Regular y el Comisariado. Se trata de integrar y organizar las milicias, que tan ineficaces se habían mostrado para parar la ofensiva franquista. En poco tiempo (primeros de noviembre) será ese nuevo ejército el que logre frenar en Madrid el avance de las columnas franquistas y el que haga cambiar el rumbo de las cosas para convertir lo que iba a ser un golpe de estado rápido en una larga y penosa guerra civil.

 

Franco

El pueblo de Burgos aclama al Generalísimo de las fuerzas nacionales
(Fuente: Fundación Generalísimo Francisco Franco)

 

En el otro lado los acontecimientos no son muy diferentes. Aunque Mola está teniendo algunos éxitos militares (el 5 de septiembre se toma Irún y el 13 San Sebastián), la figura de Franco se ha ido agigantando. Cuando tras la toma de Talavera sus tropas tienen casi abierto el camino a Madrid, toma la arriesgada decisión de cambiar de rumbo y dirigirse a Toledo para liberar a los sitiados del Alcázar. Es muy posible que el general fuera consciente de que para ganar la larga guerra que se avecinaba se necesitaba un mando único fuerte en toda su zona y, para que éste recayera sobre él, necesitaba un golpe de efecto fuerte. Este iba a ser la liberación del Alcázar toledano, donde Moscardó, un insignificante oficial hasta ese momento, se había encerrado con la Guardia Civil de la provincia, algunos milicianos derechistas y las mujeres e hijos de muchos de ellos. Así el 27 de septiembre, las tropas de Varela (Yagüe ha sido apartado del mando por discrepancias sobre estas maniobras) liberan el Alcázar y conquistan la capital Toledana. El mito de Franco comienza a forjarse. Cuatro días después, el 1 de octubre, será nombrado en Salamanca Generalísimo de los ejércitos y Jefe del gobierno del Estado (sus asesores se encargarán de cambiar el nombramiento para que aparezca realmente como Jefe del Estado). Así, esa confusa masa de sublevados, con masones como Cabanellas, republicanos como Mola o Queipo de Llano y una amplia nómina de monárquicos alfonsinos y carlistas, así como las milicias falangistas o del requeté, quedarán unificadas bajo el mando único del general africanista que impondrá el peso de su figura como un hecho derivado de sus éxitos militares.

Las cartas están echadas. Ambos bandos se ha reorganizado y preparado para una larga contienda. Dos Estados, opuestos absolutamente en sus concepciones teóricas, comienzan a formarse, dos ejércitos, en este caso herederos ambos de las escuela militar española, que a su vez bebía de fuentes francesas, comienzan también a andar más allá de las primera escaramuzas. En los meses siguientes, la iniciativa corresponderá al franquista que recogerá numerosos fracasos: Madrid, el Jarama, Guadalajara y algunos éxitos como el de Málaga. El Ejército Nacional aún no está lo suficientemente preparado y organizado y el Ejército Popular se ha mostrado una máquina defensiva de primer orden. Las cosas cambiarán unos meses más tarde cuando la eficacia defensiva se pierda (frente Norte) y la ofensiva (Brunete, Belchite, Teruel, el Ebro) demuestre ser altamente ineficaz para conseguir sus fines.

En cualquier caso, lo que quería resaltar es la importancia de los hechos que suceden en septiembre de 1936 para el futuro de aquella sangrienta contienda, de modo que podemos hablar de un antes y un después de esa fecha en cómo se producen los acontecimientos en nuestra guerra civil.

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