No siempre de un modo, para deslumbrar la atención, y más si émula. No siempre de primera intención, que le cogerán la uniformidad, previniéndole, y aún frustrándole las acciones. Fácil es de matar al vuelo el ave que le tiene seguido, no así la que le tuerce. Ni siempre de segunda intención, que le entenderán a dos veces la treta. Está a la espera la malicia; gran sutiliza es menester para desmentirla. Nunca juega el tahur la pieza que el contrario presume, y menos la que desea.
Comienza aquí otro de los temas recurrentes entre los que Gracián toca. Viene a ser una aplicación práctica del principio de la doble moral ya reseñado. Se trata de la recomendación para que la persona prudente obre de formas diversas a fin de deslumbrar la atención por un lado y, por otro, como un principio práctico que evita que los demás nos perjudiquen al adivinar nuestras intenciones. Parte Gracián de que el mundo es una selva donde hemos de protegernos respecto al perjuicio que las alimañas presentes en la misma están dispuestos a hacernos. La ocultación de la intención, la diversificación de la misma es algo esencial en este proceso. Si estuviéramos hablando de temas empresariales, habría que relacionar esto con el hecho de ser inesperado para nuestra competencia, mantener en secreto nuestros proyectos y actuar en el mercado de forma bien diferenciada para sorprender, para deslumbrar a nuestros clientes. Bien es cierto que en el mundo actual, donde la información es algo que fluye de forma mucho más rápida que en el siglo XVII, las posibilidades de deslumbrar con nuestras acciones están algo disminuidas. No obstante, precisamente esto le da más valor a la posibilidad de hacerlo. Cuando algo irrumpe en el mercado rompiendo viejas reglas, sorprendiendo a las personas y atrayendo su atención, consigue algo excepcional y, por tanto, de más valor que el habitual.