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Listas de consejos para triunfar

La literatura empresarial genera a veces demasiados tópicos. Parece increíble que asuntos que debieran estar regidos por dos ejes fundamentales: el sentido común y la experiencia, sean tan susceptibles de ser tratados al estilo de cómo se hace en manuales de autoayuda y similares. Aunque esto es aplicable a muchos de los aspectos de los libros y artículos de negocios, en esa ocasión me referiré específicamente a la costumbre que tenemos de enfocar como listas de consejos aquello que un gestor necesita para hacer bien las cosas. Cuestiones del estilo, de «los 10 elementos básicos en la personalidad del líder», «los cinco puntos cruciales para ser feliz en el trabajo», «8 consejos para incrementar tu productividad laboral» y un largo etcétera de casos similares.

Listas de consejos

 


«…las listas de consejos, acciones, etc., nos sirven para poder entender mejor las cosas, para que nuestra mente las clasifique y pueda manejarlas de un modo adecuado»


 

Uno de los autores sobre temas de liderazgo que más me ha impresionado últimamente ha sido Chris Lowney. Es autor de una obra cuyo título ya nos atrae: Liderazgo al estilo de los Jesuitas. Las mejores prácticas de una compañía de 450 años que cambió al mundo. Ciertamente, la Societas Jesu puede vanagloriarse de ser quizá la empresa más antigua que en este momento existe en el mundo, y de haber desarrollado a un enorme conjunto de líderes en los entornos científicos, empresariales, religiosos, etc. Pues nuestro autor, avala claramente esta teoría anti listas:

«Liderazgo personal no es un costal de 101 trucos y prácticas; es más bien una manera de vivir, en la cual las estrategias y principios básicos se apoyan unos a otros.»

Supongo que esto es consecuencia del modo que nuestro cerebro tiene de funcionar. La realidad es un continuo que para poder ser tratado por nuestras herramientas de conocimiento tiene que ser diseccionado, cuadriculado, dividido y nuevamente dividido en partículas elementales que puedan ser tamizadas por el filtro de nuestra percepción. Desde ese punto de vista, poco hay que decir. Si para poder tratar y manejar a la naturaleza necesitamos analizarla, segmentarla dividirla hasta llegar a las últimas partículas subatómicas, por qué no hacerlo con los distintos elementos del comportamiento humano. Desde ese punto de vista, las listas de consejos, acciones, etc., nos sirven para poder entender mejor las cosas, para que nuestra mente las clasifique y pueda manejarlas de un modo adecuado. Cuando, por ejemplo, se nos dice cuales son las diez características esenciales del liderazgo, nuestro cerebro las revisa, las compara con nuestro habitual modo de operar e intenta introducir en nuestro comportamiento los cambios necesarios para poder adecuarnos al camino que los distintos puntos de la lista nos marca. Es un modo de simplificar y racionalizar el camino hacia la meta que nos hemos trazado.

Sin embargo, lo que a mí me gustaría resaltar en este artículo es lo que de limitante presenta este modo de actuar. Cualquier lista, por amplia que sea, es una simplificación de algo que, normalmente resulta más complejo. Si la usamos como una herramienta de trabajo, siendo conscientes de lo que hacemos, todo estará perfecto. Pero si hacemos de ella una especie de producto mágico, una receta milagrosa que nos llevará en volandas al éxito, estaremos errando el camino. Particularmente, soy bastante seguidor del pensamiento de Mintzberg respecto a la planificación estratégica y que puede extrapolarse a otras facetas de la realidad empresarial. El autor canadiense viene a decirnos algo así como el mundo es demasiado complejo y anárquico como para que podamos trabajar científicamente para predecir comportamientos futuros, lo que tradicionalmente hace la planificación estratégica. Veamos mejor sus palabras al respecto:

«Lejos de un trabajo ordenado, enfocado y lineal, el trabajo diario de los gerentes eficientes implicaba un manejo de las situaciones caóticas, imprevisibles y desordenadas, donde no resulta sencillo distinguir lo trivial de lo esencial. En realidad, el trabajo de un gerente implica adoptar diferentes roles en diferentes situaciones, para aportar cierto grado de orden al caos que reina por naturaleza en las organizaciones humanas»

Exagerando un poco el punto de vista del autor, podemos decir que no es necesario estudiar ninguna materia, que los MBA son del todo innecesarios y que, en cambio, son la intuición, la experiencia y el sentido común las únicas herramientas que tenemos para movernos en un maremágnum de situaciones que presentan un alto nivel de imprevisibilidad. Esto es claramente exagerado. Como indicaba más arriba, las personas necesitamos guías que nos simplifiquen el conocimiento de las cosas y las acciones que debemos tomar en función de las situaciones que se nos presentan. Sin embargo, el mensaje que me gustaría dejar aquí es que debemos estar alertas ante el proceso limitante que estas guías simplificadoras pueden representar.

 

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