En nuestra evolución como especie hay un hito crucial que se produce en la antigua Grecia y es el paso del mythos, del pensamiento mítico, al logos, al pensamiento racional. Es allí, en aquella bella costa egea, donde los humanos comenzamos a preguntarnos sobre las causas de las cosas, a asombrarnos y a responder ante ese asombro con el análisis y la duda. La filosofía comienza a sustituir a la religión, aunque aún quedara lejos el gran avance de la razón que terminaría por dejar en un segundo plano las explicaciones mágicas de la realidad.
Tras un largo y oscuro periodo durante gran parte de la Edad Media, es en el Renacimiento donde resurge el logos, esa tendencia a la explicación racional de las cosas. La recuperación de la filosofía griega trae consigo un nuevo arrumbamiento del pensamiento mágico, esta vez muy de la mano del impulso que están tomando los descubrimientos científicos en los ámbitos de la astronomía, las matemáticas, la medicina… Ello desembocará en el racionalismo del siglo XVII con los grandes impulsores del pensamiento científico, Descartes, Leibniz, Spinoza, Newton…
Y será con el siglo XVIII y la Ilustración que ese avance de la explicación racional, en detrimento de la mitológica, tome cuerpo también en el ámbito de la organización política de las sociedades. La duda y el análisis racional se extiende ya no solo a la explicación de los fenómenos naturales sino que lo hace también a los sociales. Con Voltaire, Diderot, Montesquieu, etc. toma cuerpo la idea de que debemos pensar en cómo organizar las sociedades humanas para que las personas podamos desarrollarnos mejor en todas nuestras potencialidades. En el ámbito de la ética, Kant pondrá sobre la mesa su imperativo categórico. «Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal». Estamos en el siglo de las luces. La razón va camino de terminar con todo aquello que el mundo mágico, religioso, mitológico ha traído consigo.
Es ya en nuestra época donde la ciencia se convierte en el hilo conductor de la explicación de la realidad, mientras que la profundización en los sistemas democráticos tratan de llevar al ámbito de la organización humana ese predominio del logos sobre el mythos.
Pero esto no ha sido un camino lineal. Han habido muchos altibajos. Durante una buena parte de la Edad Media se produce un claro retroceso. Las invasiones bárbaras acaban con la organización política de Roma y el avance del pensamiento racional queda cortado por la preponderancia de la intransigencia religiosa. Las grandes epidemias de peste y los desastres climáticos que se producen en la época, unidos a un sistema económico de explotación feudal, dejan un mundo que necesita, en su debilidad, buscar la explicación mágica de los fenómenos. Y lo hace porque la causal deja de servir para que la gente pueda entender lo frágil de su dura existencia.
No solo está la época medieval como ejemplo de la vuelta a la explicación mágica. Hay muchas otras. Así, nuestro pasado más reciente no deja también de aportarnos algunas terribles sombras, como la representada por el auge de los movimientos totalitarios durante el tercio central del siglo XX, una de las fases más crueles en las que la historia ha perdido el logos. No debemos olvidar que en el origen de los mismos también se hallan catástrofes de gran impacto, como las grandes convulsiones económicas que sufre el mundo en aquel momento, o incluso alguna crisis sanitaria relevante como la llamada «gripe española» de 1918.
Y es que cuanto los humanos perdemos lo que nos hace fuertes, lo que incrementa nuestra potencia, nuestra capacidad de obrar, parece que buscamos en extraños caladeros lo que puede ayudarnos a sobrellevar la dureza de lo que nos acontece.
Reconozco que me aterroriza ver en este momento muchos síntomas de la pérdida del logos y la vuelta al mithos. Solo tenemos que ver al auge de quienes no paran de ver extrañas circunstancias en todo lo que nos acontece con la pandemia del COVID-19. En lugar de buscar la explicación racional de los fenómenos, algunas personas se centran en absurdas teorías sin ninguna base que las sustente. Antivacunas que ponen en duda la mejora radical de la sanidad humana que los procesos de vacunación han traído al mundo. Antisistemas que achacan a las turbias intenciones de ciertas personas o instituciones no solo la puesta en circulación del virus sino también la gestión contra él que cada país intenta poner en práctica. Negacionistas que son incapaces de ver lo que la razón y los sentidos le muestran de forma evidente y, en cambio, acuden a explicaciones irracionales sin ninguna base sólida. Políticos que se suben al carro de lo mágico para tratar de dar a sus pueblos una esperanza, sea en lo sanitario o en lo económico. Tantos de nosotros que exasperados por una circunstancia que ha roto nuestro tranquilo decurso vital, acudimos a falsos profetas que tranquilicen nuestro perturbado espíritu.
Las epidemias ponen sobre el tapete la fragilidad del ser humano. Y esta precariedad nuestra ubica en la cabeza de muchas personas la idea de que la ciencia y la política son incapaces de solventar el desaguisado. Es entonces que se busca en el elemento religioso o mágico una esperanza que sirva para dulcificar nuestras miserias.
Y no sé que me da más miedo, si el bicho que nos asola o nuestra reacción como humanidad ante la situación creada. ¿Estaremos recorriendo el camino inverso al que hicieron los griegos? ¿Estaremos volviendo desde el logos hasta el mythos?
Ya lo dejé escrito en otra ocasión,,,,,cuando contemplé las pinturas rupestres de Altamira que se pintaron hace 18 mil años no dudé ni un momento en que la humanidad ha dado muchos pasos hacia atrás, ha buscado en sitios equivocados la explicación de los de sucesos
Querido amigo, yo no llego a tanto. Solo piensa en cualquier otra época de la humanidad y mira a ver si te trasplantarías a ella sin pensártelo. No es que yo crea tampoco en el progreso permanente de la humanidad, hay muchas idas y venidas, pero aún así creo que, con todas nuestras luces y sombras, estamos en la mejor época posible. Lo que sucede es que la miseria del hombre es la que es y esa aparece en cualquier contexto. Deberemos seguir trabajando activamente por hacer un mundo mejor.