Mucho se está hablando acerca de la crisis en el PSOE. Y, lógicamente, cada uno da su receta mágica para resolver los problemas del gran partido progresista de nuestro país. El resultado de las elecciones vascas y gallegas del domingo pasado, con el desplazamiento hacia la nada que ha sufrido el Partido Socialista, abona la idea de que se deben hacer cambios profundos si no se quiere desaparecer del escenario político español. En mi opinión, la crisis obedece a un problema de representatividad. Me refiero a que el PSOE no ha ido redefiniendo en los últimos años al colectivo de españoles a los que representa. De ser un partido de amplio espectro, donde muchos nos sentíamos reflejados en nuestras ideas, ha ido estrechando ese abanico para caer en lo peor que le puede ocurrir a una organización política, tender hacia el sectarismo, hacia centrarse en un colectivo que ya no es lo suficientemente amplio como para que pueda volver a darle nunca una victoria electoral de amplio espectro.
La sociedad española ha cambiado profundamente en los últimos cuarenta años, pero no todas las organizaciones han evolucionado al ritmo de estos cambios sociales. Cuando Felipe González ganó por abrumadora mayoría las elecciones de 1982 lo hizo a través de una mayoría sociológica que se sentía representada por la moderación y el pragmatismo del líder socialista. González entendió claramente esto y las políticas de sus diferentes gobiernos fueron en esa dirección que a veces gustaba poco al sector más izquierdista del partido. Los gobernantes tienen que ser capaces de pulsar los sentimientos de las sociedades sobre las que pretenden ejercer su acción y gobernar de forma adecuada a dichos sentimientos.
«En mi opinión, la crisis obedece a un problema de representatividad. Me refiero a que el PSOE no ha ido redefiniendo en los últimos años al colectivo de españoles a los que representa.»
La realidad es que el PP ha sabido pulsar esto mejor que el PSOE. Ha sabido adentrarse en una sociedad que cambiaba a pasos agigantados, una sociedad donde los votantes ya no hay que sacarlos solo del caladero de los obreros industriales o de los funcionarios públicos. Hay que tener un discurso atractivo para los consultores, los tecnólogos, los empresarios, los abogados. El PP ha sabido llegar muy bien a todos estos sectores, tan bien que, a pesar de sus múltiples problemas judiciales, sigue obteniendo el voto mayoritario de la sociedad. En cambio, la dirección política actual del PSOE parece querer alejarse a propósito de estos colectivos, utilizando a veces un lenguaje que le acerca conceptualmente al rupturismo social de Podemos, cuando la sociedad española es marcadamente moderada a la hora de emitir su voto. Es cierto que la terrible crisis que vivimos desde el 2008 ha expulsado de la clase media moderada a un muy alto grupo de compatriotas y que muchas de estas personas se identifican más hoy con el mensaje rupturista de Podemos. Pero la aritmética electoral es tozuda y demuestra que ese posicionamiento tiene su límite.
El PSOE siempre ha tenido a su izquierda a un Partido Comunista, a una Izquierda Unida. Ahora tiene a Podemos. Es razonable que así sea, pero para ganar las elecciones generales y gobernar este país hace falta llegar a la gran mayoría interclasista de los que se sienten representados por tus ideas, en este caso, las de la socialdemocracia progresista. Y eso puede englobar tanto al obrero industrial, como al parado, al profesional de clase media o al empresario. Si se focaliza el discurso en uno solo de estos colectivos, difícilmente se llegará al poder.
«…el socialismo le ha perdido el pulso a la sociedad española. Y los progresistas necesitamos con urgencia que lo recupere»
Este camino no es nuevo. Lamentablemente el PSOE lleva recorriéndolo muchos años. Los gobiernos de Zapatero, en mi opinión, fueron una excepción en el sentido de que obtuvieron el poder, más que por méritos propios, a consecuencia de una pésima gestión del PP en el asunto de la guerra de Irak y los atentados del 11-M. Y, también, por supuesto, porque a su ala izquierda no había una organización con el dinamismo y la fuerza del Podemos actual. Pero esta excepción no anula la regla de que hace muchos años que el socialismo le ha perdido el pulso a la sociedad española. Y los progresistas necesitamos con urgencia que lo recupere. ¿Por qué no se mira el PSOE en el Partido Demócrata de los Estados Unidos?, un partido progresista que es capaz de atraer el voto de los obreros industriales blancos, de los profesionales de clase media, de las minorías afroamericanas o hispanas, de los desempleados, de los empresarios ajenos a las ideas conservadoras del partido republicano… Un partido que puede integrar a las corrientes socialistas de Sanders junto con las liberales de Clinton, pero que cuando se lanza a la batalla electoral todos caminan de la mano con el solo objetivo de ganar las elecciones.
España necesita a una gran partido progresista en el que se sienta representado ese amplio espectro interclasista al que me estoy refiriendo. Si el PSOE no es capaz de reconsiderar su estrategia para ser ese gran partido, la derecha seguirá sacando rédito electoral de la situación y los partidos representantes de minorías sociales o nacionales seguirán creciendo a expensas de esa carencia.