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Uff, ¡qué descanso!

Qué placer, queridos lectores, siento desde que el Partido Popular ha ganado las elecciones. De repente se han acabado los insultos; el presidente Zapatero ya no es un bobo irredento, una especie de discapacitado psíquico que nos ha estado gobernando sin tener ni idea de lo que hacía durante los últimos ocho años. Contrariamente ahora, según parecen presentarlo algunas personas de la derecha, es un señor con visión de estado que ha intentado hacer la mejor política posible. Rubalcaba, según varios dirigentes del Partido Popular, a los que he tenido el placer de oír entre ayer y hoy por la radio, ya ha dejado de ser ese maquiavélico personaje que se encargaba de manejar todas las cloacas del estado para perjudicar los intereses electorales de la derecha. Ahora es un caballero, un hombre recto, un político de altura, un patriota que siempre ha cumplido de modo fiel con los encargos políticos que el pueblo le ha dado y que, además, ha tenido una brillante actuación como ministro del Interior en la lucha con ETA. Y, por supuesto, es el mejor candidato para liderar el futuro del PSOE, ese otro partido casi hermano en el que se sustenta el andamiaje de la democracia española.
Joder, qué pasada. ¿Dónde han quedado los exabruptos continuos, los insultos, las descalificaciones permanentes? ¿Qué se hizo de esa facundia altisonante desacreditando cualquier acción del contrario? Afortunadamente, parece que ha pasado a la historia. ¡Qué paz qué descanso, qué relax! Ahora el futuro presidente del gobierno será un honrado registrador de la propiedad provinciano, pacífico, católico, de hábitos tranquilos, que piensa gobernar para todos los españoles y que ya no hará más uso de los insultos al adversario político. Obviamente, ya no lo necesita.
Y es que la derecha ha ganado las elecciones de forma aplastante. Y yo que me alegro, porque al menos tendré el placer de dejar de oír tanta maleducada insensatez. Siempre he dicho que me preocupa más la derecha en la oposición que en el poder. Ellos siempre parten del punto de vista de que el orden natural de las cosas, las leyes del universo, implican que la derecha gobierne. Si esto no sucede así se produce una especie de anomalía cósmica, una ruptura que altera la naturaleza del universo, que perturba el inmutable ser de las leyes físicas. Por eso, cuando la izquierda está en el poder tiene lugar esa terrible perturbación del orden natural y todos los acólitos de la verdadera y única teoría política lanzan sus rayos contra los causantes de tamaña tropelía. Cuando las cosas vuelven a su ser, todo se calma, los peligrosos izquierdistas vuelven a la oposición, a esa tranquila condición de inactividad contra la que ya no hay que luchar. Llega la paz. Los demonios de antes, vuelven a ser bellas personas que trabajan por un ideal, y todos tan amigos.
En fin, dejemos que en la acción de gobierno la derecha faltona y apocalíptica tome un discurso moderado, se quiten su hombres y mujeres el estrés que les ha supuesto esa disarmonía de los últimos ocho años, miren a ese PSOE casi hundido con benevolencia y una cierta displicencia, como el pariente díscolo que se ha desviado del carril correcto y al que hay que ayudar para recuperar la senda regular, la derecha a gobernar y la izquierda a intentarlo, pero sin conseguirlo, claro. Son los únicos razonables orden y conexión de los sucesos.
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