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Ecosistemas en el mundo laboral (I. Introducción)

Aunque el término no sea semánticamente correcto, voy a emplear el vocablo «ecosistema» para referirme al modo que tiene de desarrollarse la organización de las personas en el mundo laboral. Por tanto, me referiré a cómo se dan las relaciones entre los empleados, a cómo desarrolla su actividad el middle management, qué valores fomenta la compañía respecto a la organización y la convivencia, cómo se persiguen los fines que la empresa necesita lograr, cómo se ejecuta el alto liderazgo, cómo es la visión oficial que una compañía da respecto a su modelo y cómo es realmente la que se lleva a cabo, etc.

Muchos puntos, sin duda. Por ello comenzaré con este una serie de artículos que intenten desarrollar todas estas cuestiones para determinar, como colofón, lo que desde mi punto de vista considero el ecosistema ideal para que una compañía pueda llevar a cabo su labor en el mercado de la forma más eficaz posible.

Las organizaciones cambian en función de varios parámetros. Cualquier organización, desde una pequeña unidad familiar hasta todo un país. Muchos podrán pensar que esto es algo poco concreto y difícilmente formalizable, pero yo creo que no es así. Cualquiera puede ver cómo determinadas formas de actuar en la sociedad española, por ejemplo en los años setenta, son hoy radicalmente diferentes. El modo de vernos los españoles a nosotros mismos, nuestra forma de actuar respecto a determinados intereses colectivos, el discurso oficial que la sociedad daba de sí misma y la oposición al mismo que algunos ostentaban… Todo esto ha cambiado. Y lo ha hecho porque se han producido mutaciones sociales impulsadas por los políticos, por la sociedad organizada, por las distintas agrupaciones de la sociedad civil que han ido actuando a través de la educación, con cambios legales, con pedagogía social… Por ejemplo, la visión que un español de los primeros setenta tenía de la Guardia Civil es totalmente diferente de la que se tiene hoy. Mayoritariamente en aquel momento se la consideraba una policía represora, hoy, en cambio, es el cuerpo policial mejor valorado por los españoles. Qué decir, por ejemplo, de la visión que se podía tener sobre la homosexualidad; de ser algo denostado, perseguido, algo que debía mantenerse en el más absoluto secreto, ha pasado a ser algo normal, visto como una característica más de la libre orientación sexual de las personas y que no afecta (o así debiera ser) a las relaciones entre ellas. La homofobia, de ser un componente normal de la sociedad, ha pasado a ser algo castigado y percibido por la colectividad de forma negativa. Pero no solo podemos hablar de aquellos elementos con los que la sociedad se percibe a sí misma. También debemos hacerlo en aquellos cambios sustanciales que hacen mutar sensiblemente el modo mayoritario de actuar de todos. Así, por ejemplo, los españoles de los primeros setenta constituían una sociedad anodina respecto a sus posibilidades de trabajo internacional. Pocos pensaban, en el mundo empresarial de aquel momento, que las compañías españolas podrían ser altamente competitivas más allá de los límites del país. Tras muchos años de presencia internacional de nuestras empresas hoy cualquier ejecutivo en ellas sabe que existe una vertiente internacional ineludible en su actividad. Las compañías españolas están entre las primeras del mundo en construcción de infraestructuras públicas de comunicaciones: carreteras, ferrocarriles… Son casi sin duda las primeras en organización de redes bancarias. Ocupan un lugar privilegiado en el área de las telecomunicaciones, etc.

En general, percibimos claras diferencias entre nuestro ecosistema social de los primeros setenta y el actual. Y ello por todos los cambios que la sociedad española ha ido impulsando. Obviamente, no todos los asuntos que un colectivo social decide impulsar tienen consecuencias positivas para el mismo, por ejemplo, cuando durante la presidencia de José María Aznar se decide poner en marcha una nueva ley del suelo  se intentaría que aquello contribuyera a la dinamización económica de la sociedad, a la creación de riqueza municipal y al crecimiento del mercado laboral.  Sin embargo, aunque en principio trajo consigo estas cosas, a la larga, y debido a la burbuja inmobiliaria que se creó, trajo consigo la más terrible crisis económica que ha vivido nuestro país.

Bien, pues todo esto de lo que estamos hablando a nivel de país, tiene su claro correlato en la empresa, de forma independiente al tamaño de la misma. La definición que suelo dar de la finalidad de una compañía es la de crear valor sostenible para clientes, empleados y empresaEs decir que no suelo centrarme en la mera creación de riqueza para los accionistas. Las compañías que buscan solo esto rara vez lo consiguen. Esto quiere decir que hemos de crear el ecosistema laboral necesario para garantizar que esto se produzca. Mucha gente piensa que para crear una compañía basta con tener una idea, poner en marcha los mecanismos operativos para llevarla a cabo, contratar el personal necesario y salir al mercado. Esa es una visión claramente deficiente. Es la base, sin duda. Sin idea previa no hay proyecto, solo una gran idea con su estrategia correctamente gestionada dará sus frutos. Pero una vez que tenemos esto, hay que crear el ecosistema laboral más adecuado para que el asunto fructifique.

Y basta para esta introducción, solo quería mostrar aquí el sentido y la relevancia de los ecosistemas laborales. En sucesivas entregas iré desgranando, desde mi perspectiva, los diferentes elementos que los componen y cómo trabajar para que a través de dichos ecosistemas podamos lograr nuestros objetivos de éxito empresarial.

 

 

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