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Flamencos y miseria homini

Aunque casi toda la laguna de Fuente de Piedra está ya salinizada a estas alturas de año, los flamencos ocupan aún una pequeña veta de agua existente en la zona norte. Solo son ya unos centenares, pero con bastante frecuencia levantan majestuosamente el vuelo para saltar de esa zona al Laguneto y volver luego a la laguna. Sus alas abiertas, con tonalidades rosa fuerte y negro, en contraste con el rosa pálido del resto del cuerpo, le dan un aspecto imperial. Vuelan con una elegancia sublime. Podrías pasarte horas mirando como evolucionan con el limpio azul estival del cielo como fondo.

Laguna Fuente de Piedra

 

Los humanos hemos creado la ficción de que somos la especie dominante, de que hay un hilo que nos une a la divinidad, a esa fantasmagoría que nos hemos visto obligados a crear dada nuestra orfandad existencial. ¡Ya quisiéramos! Si fuéramos capaces de hacer lo que hacen los flamencos quizá podríamos aproximarnos a ello, pero mientras tanto deberemos conformarnos con nuestra mísera condición.


«Todo sería diferente si hubiéramos traído un GPS de serie como el flamenco. Si fuéramos capaces de ir y volver a Siberia sin pensar que lo estamos haciendo.»


 

Y sí. El flamenco es un bicho que puede nacer en la laguna de Fuente de Piedra, en Málaga, volar hasta África o Asia y luego volver sin ayuda de GPS. Bueno, con la ayuda de su GPS interno, que lo traen de serie. No como nosotros que hemos necesitado algunos millones de años de evolución para crear uno, quizá más sujeto a fallo que el de nuestros amigos rosados. Es también el flamenco un animal que puede pasar días enteros sumergido veinte o treinta centímetros en una laguna salina, con la cabeza sumergida en el agua, seleccionando alimentación; sin moverse. Con su atención solo dirigida a disfrutar del momento. ¡Y nosotros decimos aquello de Carpe Diem! ¡Qué locos somos! Intentamos convencernos a nosotros mismos de que somos superiores a estos seres y no lo somos en nada. Ellos para disfrutar del momento solo tienen que hacerlo. Nosotros tenemos que decirnos que debemos hacerlo y, aún así, somos incapaces de concentrarnos en lograrlo.

Flamencos

 

Y es que, en general, somos bastante incapaces de concentrarnos realmente en algo. Hay una especie de oleaje interior que nos azota de continuo y por más que intentamos detener los vientos que lo mueven, no podemos hacerlo. Intentamos dejar el mar tranquilo, pero la espuma de las olas sigue martilleando nuestra mente, escociéndonos en el pecho. Ayer, por ejemplo, paseaba bordeando la laguna por la zona oeste mientras un agradable viento del sur-suroeste me empujaba la espalda. Pensaba en esto que estoy escribiendo. Trataba de concentrarme solo en el camino y el frescor del viento veraniego. Pero no era posible, el oleaje seguía. Ideas, proyectos, historias, personas… Todo lo que nos azota la mente de continuo. Y sin poder detenerlo, sin poder sacarlo del recipiente de nuestro cerebro. Los budistas lo intentan. Pero no sé si lo consiguen. Yo, desde luego, no puedo. Deberíamos ser capaces, como lo es el flamenco, de parar ese oleaje, de detenernos con la atención fija en un punto, de permanecer quietos durante horas sin que nada externo nos perturbe. Disfrutando de la laguna salada, del viento que nos refresca, del alimento que somos capaces de obtener. Con la mente vacía de proyectos y preocupaciones.

Pero nuestra mente es fruto de muchos milenios de evolución. Es producto de partir de una situación de vacío que nos ha llevado a crearnos a nosotros mismos según lo que el medio nos ha ido demandando. Y aquí estamos. Cada vez pienso que con el camino altamente equivocado. Pero tampoco ha sido elección nuestra. Es el azar, esa fuerza ciega que rige el universo, lo que nos ha llevado a esta extraña situación donde somos capaces de crear lo más bello del universo junto con los campos de concentración para homosexuales en Chechenia. Podemos trabajar a la vez en causas que protejan al planeta y hagan progresar a la humanidad junto con labores que destruyen nuestra casa y solo fomentan lo peor que hay en nosotros. Es la miseria homini de los clásicos. Baltasar Gracián, y otros muchos, hablan abundantemente sobre ella, pero solo tenéis que repasar este aforismo de su Oráculo Manual para ambientaros.

Todo sería diferente si hubiéramos traído un GPS de serie como el flamenco. Si fuéramos capaces de ir y volver a Siberia sin pensar que lo estamos haciendo. Solo con la foto fija en la mente del lugar a donde vamos y sintiendo como nuestras alas cortan el viento del sur-suroeste mientras volamos. Una lástima. Somos lo que somos. Y yo solo creo en las palabras del androide de Blade Runner cuando está a punto de abandonar su vida consciente. Bello, pero desesperanzador, «Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia». Disolvernos como infinitesimales lágrimas en el enorme océano de la lluvia. La única forma de inmortalidad, la única forma de alcanzar la esencia del flamenco.

 

2 comentarios en «Flamencos y miseria homini»

  1. ¿Los flamencos piensan en que nosotros pensamos mientras se extasian en la laguna? Es nuestra prepotencia intelectual…

    Estoy contigo y sí necesitas un poco de meditación, oriental u occidental, ambas son válidas. Merece la pena. Relaja y descansa.

    1. Foto del avatar

      Quien sabe si lo que nosotros llamamos pensar es la forma más consciente de asomarse al universo. Como bien dices nuestra prepotencia intelectual, nuestro antropocentrismo tienden a ponernos como los únicos seres capaces de interpretar el universo e incluso darle a eso que llamamos dios parecidas caraterísticas a las nuestras solo que crecidas exponencialmente. Una lástima que carezca de los recursos para encontrar ese nirvana de la meditación oriental. Lamentablemente soy demasiado hijo de la tradición occidental, con todo lo que de malo ello tiene. Gracias por tus palabras.

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