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13. Obrar de intención, ya segunda, y ya primera

Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre, pelea la sagacidad con estratagemas de intención. Nunca obra lo que indica, apunta, sí, para deslumbrar, amaga al aire con destreza y ejecuta en la impensada realidad, atenta siempre a desmentir. Echa una intención para asegurarse de la émula atención y revuelve luego contra ella venciendo por lo impensado. Pero la penetrante inteligencia la previene con atenciones, la acecha con reflexas. entiende siempre los contrario de lo que quiere que entienda, y conoce luego cualquier intentar de falso, deja pasar toda primera intención, y está en espera a la segunda y aun a la tercera. Auméntase la simulación al ver alcanzado su artificio y pretende engañar con la misma verdad: muda de juego por mudar de treta, y hace artificio del no artificio, fundando su astucia en la mayor candidez. Acude la observación entendiendo su perspicacia, y descubre las tinieblas revertidas de la luz; descifra la intención, más solapada cuanto más sencilla. Desta suerte combaten la calidez de Pitón con la candidez de los penetrantes rayos de Apolo.

 

 

Uno de los aforismos más populares del jesuita. «Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre». Hay que estar siempre despiertos, con la cautela (reflexas) por delante. La astucia debe presidir el estudio de cualquier hecho humano, previniendo con ello segundas o terceras intenciones no previstas. Se une con esto Gracián a la corriente negativa sobre la condición humana, tan popular en el barroco. La miseria homini hace que la sociedad sea una selva donde todos intentan engañar a todos y donde no queda otra que estar sumamente despiertos para no caer en la red del engaño. Permanecer atento, desengañarse de todo lo que la maldad del hombre acarrea, es esencial para poder pasar por la vida de forma prudente. La última sentencia, donde se compara la calidez de la serpiente con la candidez de la paloma, es un lugar común de la literatura barroca y, por tanto, de la obra de Gracián. En este caso, la sentencia se cambia para dar cabida al mito de Apolo que, nada más nacer, mató a la serpiente Pitón.

 

 

1 comentario en «13. Obrar de intención, ya segunda, y ya primera»

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