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La España vacía y el teletrabajo

Desde los años sesenta del siglo pasado, un nuevo paradigma poblacional comenzó a imponerse en nuestro país. Lo impulsaba, de un lado, el proceso de mecanización de las tareas agrícolas que vino a cambiar radicalmente la necesidad de mano de obra en el entorno rural y, de otro, la mayor necesidad de capacidad de trabajo en la industria, en la construcción y en los servicios. La consecuencia creo que es obvia para todos, se produjo una fuerte emigración desde el entorno rural al ciudadano. Comenzó a crearse en una buena parte del país eso que hoy solemos denominar «la España vacía», mientras que crecían de modo significativo las grandes urbes.

Ciertamente no solo fue ese proceso el que ha llevado a la actual demografía que caracteriza a nuestro país. Está también el fuerte tirón que presentan las ciudades para todos aquellos jóvenes que han buscado oportunidades laborales en entornos de alto valor añadido, como el tecnológico. Es la suma de varios factores la que ha fomentado esa continua emigración interna entre un centro cada vez más vacío y una periferia, unida al gran polo de Madrid, donde se concentra la mayor parte de la población. Ciertamente, también se han dado algunas situaciones en sentido inverso. Por ejemplo, el crecimiento de la industria turística rural ha devuelto al campo a algunas personas. También, experimentos como los Planes de Empleo Rural de Andalucía y Extremadura, por más que puedan ser discutibles en cuanto al desarrollo económico de ambas regiones, han contribuido a fijar la población y a disminuir el flujo migratorio de salida.

De este modo, las dos grandes zonas constitutivas de la España vacía han sido Castilla y León y Aragón. Este declive demográfico supone un círculo vicioso difícil de vencer. Cuanta menos población, menos servicios en las zonas y, por tanto, más dificultad para que la vida en ellas sea atractiva, sobre todo, para los jóvenes. Y, por tanto, más emigración como consecuencia de esa carencia de servicios y oportunidades. Hay que unir, de este modo, el declive demográfico con el desequilibrio en cuanto a la pirámide de edad, de modo que suele ser una población envejecida la que persiste en la zona, mientras que los jóvenes suelen buscar otras tierras de promisión en las que organizar su futuro.

la población mayor de 64 años en Castilla y León es de un 25,36% mientras que en Madrid lo es solo de un 17,94%

Pueden verse aquí las distintas pirámides poblacionales de cada región del país. En ellas se observa con claridad un centro altamente envejecido, pero al que hay que unir también Asturias y Galicia, supongo que por casuísticas similares a las hasta ahora indicadas. Resalto aquí, para que pueda verse la relavancia de este asunto, que la población mayor de 64 años en Castilla y León es de un 25,36% mientras que en Madrid lo es solo de un 17,94%.

Los políticos llevan hablando del fenómeno de la España vacía desde hace mucho tiempo sin que hasta ahora se hayan puesto algunas bases de mediana solidez que ayuden a mejorar la situación. Pero parece que el COVID-19, más allá de sus nefastas consecuencias para la salud pública, puede habernos traído algún asidero al que agarrarnos para tratar de invertir, en alguna medida, las cosas. En este momento se dan situaciones como las siguientes:

a) Muchas empresas se están reorganizando para dar más cabida al teletrabajo, esto puede ser un importante incentivo para que alguno de los denominados «trabajadores de guante blanco» decidan reorganizar su vida fuera de las grandes ciudades. A pesar de trabajar para una gran compañía con sede en Madrid o Barcelona, algunos empleados se podrían permitir vivir en un entorno a muchos kilómetros de distancia de su habitual, hasta ese momento, centro de trabajo.

b) La mayor incidencia del COVID-19 en los grandes núcleos poblacionales ha puesto en la balanza una nueva forma de ver las cosas. A las ventajas tradicionales de las ciudades ahora les sale una desventaja notoria para la salud. Y es posible que esto incida en la toma de decisiones de algunas personas a la hora de elegir su lugar de residencia. Los epidemiólogos insisten en que esta no va a ser la única pandemia que nos toque vivir, de modo que, si queremos abordar las próximas en un entorno más relajado, seguro que nos vendrá bien cambiarnos a poblaciones más pequeñas donde la transmisión de enfermedades sea menos virulenta.

c) Y no solo está el COVID-19. Hay un trasfondo ecológico de trascendental importancia también. La huella medioambiental que dejamos viviendo en una zona rural, sin desplazarnos a diario a un centro de trabajo, es notoriamente menor que la que se produce cuando vivimos en una gran ciudad y a diario hay que moverse para trabajar. Llenar la España vacía, a la vez que vaciamos regiones hiperpobladas, seguro que contribuye a un mejor equilibrio ecológico que nuestra sociedad agradecerá.

d) Ciertamente en una de las cosas donde sí ha avanzado mucho nuestro país es en la arquitectura del modelo sanitario. Existen buenos servicios de salud distribuidos a lo largo de todo el país y, aunque aún pueda persistir un cierto nivel de ventaja en cuanto a medicina avanzada en los hospitales de las grandes urbes, nos es menos cierto que el día a día sanitario es perfectamente vivible en los entornos rurales de poca población. Sin ir más lejos, el pueblo donde nací. de poco más de cinco mil habitantes, tiene su hospital de referencia, con una muy buena dotación, a poco más de diez kilómetros, una distancia prácticamente igual o menor de la que puede tener el habitante de cualquier barrio de Madrid o Valencia para acceder a su hospital de zona.

Tenemos por delante como sociedad una oportunidad única para lograr que esta tendencia se consolide. Pero para ello hace falta un esfuerzo global como sociedad por parte de todos los actores, empresas, trabajadores y administración.

Las empresas deben entender que facilitar el teletrabajo es un deber que tienen para con la sociedad y del que, además, pueden obtener importantes ahorros en lo que a infraestructuras se refiere. Habrá que ver hasta que punto la productividad sufre cambios (a mejor o peor) con este nuevo modelo de gestión. Pero yo estoy convencido de que con las herramientas y prácticas organizativas adecuadas la productividad no solo no se resentirá sino que hasta puede mejorar.

el coste de la vivienda en la zona rural de Andalucía, o en otras similares, es alrededor de cinco veces inferior al que una vivienda similar puede tener en Madrid o Barcelona

Las personas tienen una oportunidad relevante de poder llevar a cabo su proyecto vital en un entorno más vivible que el de una gran ciudad. Y más allá de esa oportunidad personal también existen ventajas económicas obvias. Por ejemplo, el coste de la vivienda en la zona rural de Andalucía, o en otras similares, es alrededor de cinco veces inferior al que una vivienda similar puede tener en Madrid o Barcelona. Aunque en la vivienda es donde mejor podemos observar esta gran diferencia, hay muchas más cosas donde también lo notaremos. Más de uno debería representarse su imagen teletrabajando en una estupenda casa de campo, en lugar de en un pequeño apartamento, mientras ve crecer los productos de su huerta a través de la ventana. Desde luego si en algún otro momento hay que sufrir un confinamiento como el recientemente acaecido, notarán la diferencia.

Pero para que esto pueda convertirse en una realidad y las empresas y las personas la aprovechen, se hace necesario que la administración lo impulse. Y para ello se deberían poner en marcha cosas como estímulos fiscales para las empresas que decidan poner a teletrabajar a sus empleados. Incentivos para las personas que se establezcan en regiones donde el declive demográfico comience a ser notorio. Y, por supuesto, inversiones públicas que mejoren las infraestructuras de estas zonas, de forma que resulten atractivas para la población. A nuestros políticos no puede escapárseles esta oportunidad de alterar el desequilibrio poblacional de esa España vacía.

Con el paso del tiempo habrá que determinar si este proceso se consolida o no. Soy un antiguo convencido de las ventajas del teletrabajo o de los equipos distribuidos. En mis dos últimas compañías impulsé la creación de las denominadas factorías de software, es decir, centros de trabajo alejados del cuartel general de la compañía, pero que lograban hacer que el talento de ciertas zonas se quedara en ellas sin necesidad de que solo un contrato en el cuartel general de la empresa fuera la solución para las personas. También he impulsado en ambas proyectos de teletrabajo para los ámbitos de desarrollo de sofware, soporte on-line y telefónico a clientes, etc. Desde mi punto de vista todos han funcionado perfectamente, pero he de reconocer que no siempre se han mantenido en el tiempo. Las causas son variadas, pero creo que las dos fundamentales son:

a) Que no todos los directivos tienen el mismo tipo de visión sobre lo necesario de estos proyectos y muchos prefieren la mayor comodidad de gestionar equipos centralizados sobre los que pueden mantener un mayor control.

b) Que muchas personas no están cómodas trabajando de forma aislada y prefieren el entorno relacional de una compañía donde cada día se encuentran con el contacto físico que necesitan.

Desde mi punto de vista ambas son soslayables. La primera de ellas con la formación de dichos directivos y el esfuerzo de las empresas para fomentar este tipo de experimentos. Esfuerzo que, desde luego, en un entorno donde debe primar el rendimiento empresarial, debe justificarse con ventajas económicas cuantificables. La segunda, con educación, haciendo entender a las personas que el entorno relacional no solo es conseguible en la organización laboral sino también de otras muchas formas dentro de la comunidad en la que se viva. En mi caso, por ejemplo, he teletrabajado en un par de ocasiones, viviendo en poblaciones de poco más de tres mil habitantes y mi entorno de relaciones en ambas ha sido bastante satisfactorio. Y en los dos casos cuando llegué a los lugares donde me iba a ubicar no conocía absolutamente a nadie.

Digamos, como colofón, que nuestra comunidad no puede perder una oportunidad como la que se le presenta. Se lo debemos a las próximas generaciones que heredarán este complicado país nuestro.

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