El 12 de marzo de 1910 Ortega y Gasset impartió en El Sitio de Bilbao una conferencia, cuyo contenido reflejaba todo un conjunto de interesantísimas apreciaciones sobre la sociedad española del momento. Se trataba de La pedagogía social como programa político. El mensaje transcrito en la conferencia tiene hoy para nosotros una sorprendente vigencia a pesar de los más de cien años transcurridos desde el momento en que se escribió.
Ortega fue un pensador español del siglo XX. Considerado como nuestro filósofo más importante de aquel momento, no podemos olvidar tampoco su vinculación con el mundo de la praxis política. Republicano de convicción, participó en los movimientos previos al advenimiento de la Segunda República y que intentaban traerla en sustitución de la acabada Monarquía de la Restauración. Ello culmina en su famoso artículo, publicado el 15 de noviembre de 1910 en el dario El Sol, El error Berenguer que culmina con su demoledora frase latina «Delenda est Monarchía», parafraseando la célebre «Delenda est Cartagho» («Cartago debe ser destruida») de Catón, en la antigua Roma. Ortega fundó y lideró la Agrupación al servicio de la República, unión de intelectuales que terminó constituyéndose en partido político y que obtuvo 13 diputados en las Cortes Constituyentes republicanas. Realmente, el sentido del mensaje reformista de Ortega y la labor de la Agrupación terminaron arrolladas por la vorágine extremista de la sociedad del momento. Ambos pertenecieron a esa tercera España que sucumbió entre las llamas que unos encendieron y otros aviaron aquel nefasto año 1936.
Pero centrémonos en su conferencia de marzo de 1910, En ella aborda varios temas y la culmina enfrentando su visión europeizadora de España con la contraria de Unamuno. Siguiendo con lo de terminar con frases para el recuerdo, Ortega termina su conferencia diciendo aquello que tanto ha influido en las generaciones posteriores y que no puedo dejar de suscribir en su totalidad:
«Regeneración es inseparable de europeización (…) Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Verdaderamente se vio claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución.»
Pero no es esta defensa convencida del europeismo lo que quería resaltar principalmente aquí. Siendo importante, creo que el mensaje crucial es el que el propio título de la conferencia expone. Se trata de la importancia de la pedagogía social en la acción política. En este orden de cosas, Ortega nos dice:
«Si educación es transformación de una realidad en el sentido de cierta idea mejor que poseemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedagogía es la ciencia de transformar las sociedades. Antes llamamos a esto política: he aquí pues, que la política se ha hecho para nosotros pedagogía social y el problema español un problema pedagógico.»
Esta es la auténtica clave que me gustaría resaltar. Y quisiera, además, unirla con lo que nos indicaba otro de los grandes políticos y pensadores del momento, Manuel Azaña. El presidente de la II República pensaba que la acción política, más allá de su vertiente organizadora social, ejecutiva, de gobierno, apuntaba a la acción transformadora de la sociedad. Por tanto, si Azaña nos indicaba que el sentido de la acción política es el de permitirnos transformar la sociedad, Ortega nos da la mejor herramienta con qué hacerlo, la educación. Así nos dirá:
«Lograd que en un pueblo un buen número de vecinos llegue a amar, por ejemplo, los nuevos métodos de cultivo; que lleguen a ver en la mejora científica de sus campos una gran obra a realizar: pondrán manos y corazón al trabajo (…)
Lograd que en las clases directoras, dentro de veinte años, haya un buen número de españoles personalmente activos en el trabajo de la ciencia: veréis como discrepando en mil cosas automáticamente coinciden siempre que se trate de ir resolviendo los grandes problemas culturales.»
Pedagogía social. Hacer que desde la política, el pueblo piense en un horizonte transformador. Educar para que exista esa unanimidad de pareceres que nos lleven a una comunidad mejor.
Y ahora confrontemos esto con nuestro triste panorama actual. Nuestra clase política huye de hablar realmente al pueblo, huye de contar la verdad de las cosas, lo que mueve los auténticos intereses de sus programas. Todo es mero tacticismo electoralista, discurso dirigido hacia los hooligans propios y no hacia el conjunto de la nación. Debería surgir dentro de las organizaciones políticas gente que integrando el discurso de Ortega se diera cuenta de que hay que hacer pedagogía con la población, decir lo bueno y lo malo. Indicar, aunque no guste oírlo, el camino real que hay que seguir para conseguir los logros que esta sociedad necesita. Pero no. Casi todos nuestros partidos hacen política para lograr seguidores en las redes sociales; seguidores que luego se transformen en votantes. Y ahí está todo.
No quiero con esto quedarme en una añoranza de los viejos nombres. José Ortega y Gasset y Manuel Azaña pertenecieron a una generación de gran ímpetu transformador pero que no supo sacar al país de su marasmo histórico. Quiero quedarme con su pensamiento, aunque para llevarlo a cabo hubiera de venir la muy posterior generación de la Transición que logró muchos de los ideales sustentados por ellos. Hoy estamos en riesgo de perder este dinamismo en manos de una clase política adocenada y que (hay que ser justo, no todos), ha olvidado esa función transformadora del poder y la pedagogía social como herramienta básica de la misma.