Sí, la verdad es que es preocupante, sí… Y no me refiero a que caminemos hacia las terceras elecciones en un año por la imposibilidad de las fuerzas políticas de alcanzar un acuerdo entre ellas. Eso, bueno, son cosas que pasan y al fin y al cabo entre hacer el ridículo en el mundo por una u otra razón, esta no es la peor que se me ocurre. Lo que de verdad me preocupa es la devaluación conceptual del pacto y la negociación a los que con carácter general venimos asistiendo en la sociedad española últimamente.
Entiendo la actitud de Pedro Sánchez y con él la de una buena parte del PSOE, al igual que en su día entendía la de Rajoy. Ninguno ha estado dispuesto a pactar con el otro desde un principio, quizá por cuestiones éticas, quizá por cuestiones estéticas, quizá por tacticismo electoral. Da igual, no quiero criticar esas posturas en este artículo, no es su finalidad.
Lo que me alarma realmente es el enorme volumen de opiniones que hacen coro alrededor de esta actitud y vituperan y hacen sorna de la actitud pactista de Albert Rivera y Ciudadanos que lo ha intentado tanto con uno como otro. No puedo dejar de asombrarme cuando leo las críticas que les hacen sobre el hecho de que cedan en sus principios tanto con unos como con otros, con el fin de conseguir un acuerdo. Señores, a eso se le llama pactar. ¡Cómo vamos a lograr un acuerdo si no sacrificamos parte de nuestros objetivos para que el otro pueda lograr alguno de los suyos! ¿Qué hemos de hacer?, ¿solo imponer los nuestros y que el otro se aguante? He visto escritas en la prensa y en las redes sociales las cosas más ridículas a este respecto, que si Ciudadanos se ha contradicho respecto a su programa electoral que si (cuando pactaba con el PSOE) se había vuelto socialista, que si (cuando ahora pacta con el PP) se ha vuelto de derechas. Pero señores, si eso es un partido bisagra, si esa es su función en el ecosistema político. He visto como se ridiculizaba al señor Rivera sobre el asunto de sus principios y el cambio de los mismos. ¡Pero si es la única persona a la que he visto capaz de sacrificar parte de su ideario con el fin de lograr un pacto operativo!
Es que la vida es así por más que nos empeñemos en que sea lo contrario. Nunca podemos imponer nuestros principios, nuestro punto de vista en su totalidad. El de enfrente tiene otros y si queremos movernos no queda otra que ceder parte de los nuestros para que podamos caminar juntos. Pasa con la pareja, pasa con los amigos, pasa en las empresas… ¡Cómo no va a pasar en la política!
Pero no, aquí no parece que esto deba pasar. Es pecado pactar. Es pecado sacrificar parte de nuestros intereses personales o los de nuestro partido para que los del país salgan adelante. Y esto es una tendencia imparable en nuestra España actual por lo que a partir de exponer este mi punto de vista comenzarán a vituperarme por todos sitios. Cuando criticaba la falta de tensión pactista en la época del pacto PSOE-Ciudadanos es que era un ultraizquierdista que no entendía las razones de un partido tan serio como el PP y ahora, en la época del pacto PP-Ciudadanos, y conociendo mi adscripción ideológica al socialismo, lo normal es que se me tache de un quintacolumnista del PP dentro del PSOE.
Y es que no tenemos remedio. Hace unos días veía un tuit del economista cercano al PSOE, José Carlos Díaz donde realizaba una encuesta para los votantes del PSOE donde les preguntaba su punto de vista sobre si preferían una abstención condicionada, un pacto con Podemos y nacionalistas o el «No» sin más. Curiosamente iba ganando la abstención condicionada y, sorprendentemente, ya salieron los comentarios de aquellos que decían, «claro es que están contestando los peperos». ¡Arggg! Es insoportable, el talibanismo conceptual nos invade por todos sitios.
Permítaseme, para terminar, indicar que no quiero aquí prejuzgar lo que está haciendo el PSOE respecto a mantener su postura del «No» a la investidura del señor Rajoy. Si el grueso del partido ha aprobado eso, pues sea. Lo que sí quiero remarcar es algo que ya hizo Alfonso Guerra al comienzo de esta historia, se trata de que no se puede mantener a la vez la opción de mantener el no a la abstención e indicar que no va a haber terceras elecciones. Son proposiciones contradictorias salvo que se eche al PP a pactar con los nacionalistas, con esos mismos nacionalistas con los que el PSOE ni puede, ni quiere, ni debe pactar.