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El efecto Matrix

A veces puedo sentir como me atenaza la sensación de que un recuerdo no es mi recuerdo. Es como si el hilo temporal que da unicidad a nuestra personalidad tuviera una falla, se rompiera. El recuerdo está ahí, puedes rememorarlo, te ves incluso dentro de él, viviéndolo. Pero la distancia que lo separa de tu yo actual es tan inmensa que te resulta difícil encontrar el hilo que lo une con el continuo de ti mismo. Lo llamaremos el efecto Matrix.

Hoy me ha pasado. Quizá haya sido a colación de que en los últimos días he estado rememorando con mi hijo algunas situaciones de mi vida de hace veinte o incluso treinta años. La cuestión es que de repente ha aparecido ese recuerdo espúreo. ¿Era yo quien lo vivía? ¿Era el protagonista del evento? ¿Las cosas sucedieron como las recuerdo? ¿O, simplemente, mi creativa memoria está adornando una serie de situaciones, rodeando con ficciones algún dato que pudiera ser real?

Y me ha venido a la cabeza Matrix, aquella genial serie de películas de las hermanas Wachowski. Cuando un pequeño fallo de percepción hace plantearse al protagonista si lo que él está viviendo es la realidad o todo se trata de una fantasmagoría donde somos piezas que solo creemos ser lo que somos. En fin, no llegaré a tanto. Solo me planteo si esas imágenes que se nos presentan en la memoria, eso que creemos que constituye nuestro yo, son reales o solo percepciones donde nuestra imaginación ha puesto tanto o más que la propia realidad.

Podemos retrotaernos a la filosofía de Kant o a la más reciente mecánica cuántica. En ambos casos se pone sobre la mesa la realidad de que el observador co-crea la realidad. No existe algo absoluto exterior a mí sino que todo este mundo que gira alrededor de mi cabeza sufre las continuas interferencias del modo en que lo observo. La palmera que ahora estoy viendo delante de mí no tiene una existencia real aparte de como yo la percibo.

Todo ello me lleva a pensar hasta qué punto nos engañamos sobre nosotros mismos, sobre nuestra historia, sobre lo que pensamos que hemos sido o somos. Una migaja de creatividad que nuestra imaginación haya puesto en un hecho de nuestro pasado puede hacer que todo lo que pensamos sobre nosotros mismos, se destruya. Ahí está Matrix atormentándome.

La acumulación de estas pequeñas fallas en todos los humanos quizá dé como resultado un mundo ficticio, donde ninguno somos lo que creemos que somos. Y si no somos quienes creemos, la imagen nuestra que transmitimos a los demás trastoca la realidad. El mundo quizá sea solo un sueño, como el del Segismundo de Calderón. No tengo claro que lo sea, pero en ocasiones estaría bien que lo fuera y que todos fuésemos solo imágenes a punto de desvanecernos.

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