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Spinoza. II. Esbozo biográfico

Introducción

Spinoza fue una persona bastante alejada del escrutinio público. No fue alguien mundano o de comportamiento relativamente sociable. Prefirió el aislamiento para poder crear su obra sin injerencias externas. Por ello, contrariamente a lo que sucedió con filósofos de su época, como pudieron ser Descartes o Leibniz, no le sobraron los correspondientes biógrafos que nos transmitieran una información extensa, rigurosa y certera acerca de su vida. Sin embargo, desde que sus opiniones comenzaron a hacerse públicas, sobre todo a partir de la publicación del Tratado teológico-político, su figura comenzó a ganar notoriedad. Ciertamente, en la mayor parte de los casos no estamos hablando de una notoriedad positiva sino más bien lo contrario. Esto aumentó cuando tras su muerte se publicaron todos sus escritos en la denominada Opera posthuma. El odio que su pensamiento generó en los miembros de las distintas iglesias cristianas se vio compensado en cierta medida por la apreciación de la sobriedad y moderación de su persona. Aquellos que trataron de una forma u otra su biografía tras su muerte oscilaron entre esas dos vertientes, crítica furibunda de su pensamiento, por un lado, y alabanza de su carácter, por otro. Aunque su gran popularidad comenzará bastantes años después de su muerte, sobre todo cuando se dé una cierta reivindicación de su pensamiento a partir de la Ilustración y, sobre todo, del Romanticismo. El objetivo de este artículo es realizar una pequeña síntesis de la biografía de Spinoza atendiendo a las distintas fuentes que manejamos a ese respecto.

Suelen tenerse en cuenta cinco biografías, aunque poco extensas en detalles, como las que nos aportan alguna luz sobre su vida. Atilano Domínguez, a quien debemos una reciente gran edición en castellano de la totalidad de las obras del autor, las ha estudiado profusamente e incluido en la edición mencionada [1].

La primera de ellas es la que escribe Jarig Jelles, uno de sus amigos y corresponsales. Jelles pertenecía al grupo de los Colegiantes, el grupo de cristianos librepensadores con los que Spinoza mantuvo siempre una muy buena relación. Escribió el Prefacio a la edición de la Opera posthuma, publicada 1677, el mismo año de la muerte del filósofo. En él aparece una primera parte de carácter biográfico donde habla de la formación y aficiones de quien fuera su amigo. Pero la fundamental es la defensa de los escritos de Spinoza frente a las críticas que estos recibían. De ellos dirá que su doctrina es plenamente acorde con el cristianismo, entendido como religión racional. Aunque no aporta una gran cantidad de datos biográficos, la obra de Jelles tiene la importancia de ser la única escrita por un contemporáneo que conoció de primera mano los hechos que relata.

La segunda es el artículo Spinoza del Dictionnaire de Pierre Bayle y data de la fecha en que este se escribió entre 1697 y 1702. En él se percibe, quizá mejor que en ningún otro de los biógrafos, la dualidad entre la admiración por la persona y el rigor intelectual frente a la crítica tenaz de las ideas. Bayle dirá que Spinoza “era un hombre de trato fácil, afable, honrado, cumplidor y muy ordenado en sus costumbres”[2]. En cambio, de su sistema afirmará que es la “hipótesis más monstruosa que quepa imaginar y la más diametralmente opuesta a las nociones más evidentes de nuestro espíritu”[3].

En tercer lugar, hemos de hablar de Kortholt. Este autor escribe un Prefacio a la obra De tribus impostoribus, escrita por su padre para atacar las obras de Hobbes, Cherbury y Spinoza. Kortholt, desde luego, no simpatiza con Spinoza, al que tacha de “ateo malvado”[4], “impío”[5], “ambicioso”[6], etc. Curiosamente, a pesar de todo ello, también afirmará que “jamás salió de la boca de Spinoza un juramento o una palabra irreverente contra Dios”[7] Al igual que sucedía con Jelles, Kortholt asevera la cercanía de Spinoza con el cristianismo, pero califica a sus trabajos como “engendros de una fantasía errática”[8]. A pesar de esto la crítica actual suele afirmar que la presentación de datos biográficos que hace el autor es de las más certeras.

Con ello entramos en las dos biografías más extensas y las que la crítica spinoziana ha tenido más en consideración a lo largo de la historia. Por un lado, la del pastor protestante Johannes Colerus que se publica en Amsterdam el año 1705. A pesar de que recolecta notoria información sobre el filósofo suele ser bastante descuidado en el contraste de los hechos y en el rigor con el que trata fechas y eventos. Aunque no reproduce el texto exacto del Herem que sufre Spinoza sí profundiza notoriamente en los tipos de excomunión y aporta un texto genérico del Herem Schammata[9] que es con el que Spinoza fue expulsado de la comunidad. Menciona Colerus también otra de las labores manuales en las que el filósofo se formó, el dibujo. En ese orden de cosas describe el retrato del rebelde napolitano Masaniello que el filósofo representó con su propio rostro. Colerus realiza con profusión un catálogo de las virtudes personales de Spinoza: ahorrador, sobrio, fácil de contentar, de vida sencilla y corriente, dominador de sus pasiones, afectuoso y asequible en su trato diario, nada codicioso… Pero todo ello, como en otros autores, se torna crítica cuando analiza su doctrina. Así, dirá sobre el contenido del Tratado teológico-político que “Spinoza querría obligar a los hombres a creer todo cuanto él escribe sin ofrecer ninguna razón o prueba”[10].

Masaniello pintado por Spinoza con su cara

Dibujo de Masaniello atribuido al propio Spinoza y que parece representar su rostro

El segundo biógrafo de los mencionados es Lucas. Su obra, La vida de Spinoza, se publica en 1719 y es la más laudatoria hacia todo lo relativo al autor, tanto a su vida, como a su obra. Históricamente se ha dudado tanto de la fecha como de la autoría por parte de Lucas, un personaje del que prácticamente no se conoce nada. Hoy se suele admitir que la obra fue redactada por Saint Glain, el traductor al francés del Tratado teológico-político y que su fecha de redacción es de las más cercanas a la muerte del filósofo, entre 1678 y 1688[11]. Es probablemente la más novelesca de todas. Elude ser demasiado concreta respecto a los hechos y sus fechas y, a cambio, realiza sendas teatralizaciones de cosas como el enfrentamiento con la comunidad judía y, personalmente, con el gran rabino Levi Morteira.

Los hechos

Bento Espinoza, como debió conocérsele en la comunidad judío-portuguesa a la que pertenecía su familia, o Baruch de Spinoza[12], como le conocemos actualmente, nació el 24 de noviembre de 1632 en Amsterdam. Un momento en el que la comunidad judía de la ciudad tenía ya más de veinticinco años de existencia. Realmente su nacimiento holandés le hace parecer alejado de sus orígenes marranos. Al contrario que alguno de sus amigos, como Juan de Prado, él ya era un holandés de segunda generación. El lector debe saber que con el término marrano hacemos referencia a quienes, de un modo u otro, habían sido obligados a convertirse al cristianismo, pero que marraban en el seguimiento de sus preceptos[13].

En 1605 la Inquisición portuguesa registra que antes de esa fecha, probablemente sobre 1600, salieron de Vidigueira, en el Alentejo portugués, Isaac Espinoza, el abuelo de Bento, acompañado de su mujer Mor Álvarez y de sus hijos Fernando, María Clara y Michael, el padre de Bento. Su primera estancia fue en Nantes, pero de allí pasaron a Rotterdam[14].

Michael Espinoza se estableció en Amsterdam en 1616[15]. Allí se dedicó al comercio de frutos secos, logrando una buena posición económica a través de dicha actividad. Ostentaba también un lugar prominente entre los miembros de la comunidad hebrea de la ciudad del Amstel. De hecho, el año que nació Spinoza, su padre era miembro a los parnassim (la asamblea de los notables) de la congregación Beth Jacob.

Michael contrajo matrimonio tres veces. Hanna Debora, su segunda mujer fue la madre del filósofo, pero falleció el 5 de noviembre de 1638 cuando Spinoza aún no había cumplido los seis años. Tubo dos hermanas, Rebecca (1636-1695) y Miriam (1629-1651) y dos hermanos Isaac (1630-1649) y Gabriel (1634-1667). Parece que todos fueron hijos de Hanna Debora, la segunda mujer de Michael y madre del filósofo[16]. Miriam e Isaac fallecieron en plena juventud.

Los negocios del padre de Spinoza fueron viento en popa durante los primeros años de vida del filósofo, quizá a consecuencia de sus buenas prácticas comerciales, pero también debido a las herencias recibidas de su padre, Isaac, y de su primer suegro, Abraham. Pero lo cierto es que cuando se acercaba al final de su vida las cosas comenzaron a marchar mal de tal forma que su yerno, Samuel Cáceres, el esposo de Miriam tuvo que salir como fiador de él.

Parece que Bento prefería expresarse en portugués, su lengua materna. Hablaba, por supuesto, el holandés, ya que era en aquella sociedad donde se desarrollaba su vida, a pesar de lo cual parece probable que no tuviera mucha fluidez en él[17]. Leía mucho en español, tal como demuestran las varias obras en nuestro idioma presentes en su biblioteca. Algunos autores indican que el texto Apología para justificar la salida de la sinagoga, redactado cuando es excomulgado, lo escribe en nuestra lengua. A lo largo de su vida aprendió hebreo y latín, siendo este último el idioma en el que escribe sus obras más características.

Firma de Spinoza

El estilo de firma más comúnmente empleado por Spinoza

A los 5 años, siguiendo la norma de su comunidad, Spinoza pasa a estudiar en la escuela hebrea Ets Haim. Parece que allí pudo haber recibido clases de los grandes rabinos, Menasseh ben Israel y Saul Levi Morteira, aunque esto no está suficientemente datado, sobre todo en lo que se refiere al más abierto de pensamiento ben Israel. Allí se formó en la Torah, el Talmud, la lengua hebrea y su traducción al español y la interpretación de la Biblia. En general, se le consideró un niño prodigio destinado a ser rabino en el futuro dados sus grandes conocimientos de la Torah.

Con trece años, y mientras continua con sus estudios, alterna estos con el trabajo en el negocio de su padre. Pero es en 1649, tras el fallecimiento de su hermano Isaac, que los abandona para centrarse en la empresa familiar.

El 28 de marzo de 1654 muere Michael, el padre de Spinoza, dejando una pésima situación económica. Bento y su hermano Gabriel continuaron inicialmente con el negocio, que pasó a llamarse Bento y Gabriel de Espinoza, pero finalmente tuvieron que abandonarlo. De esta forma, a sus 22 años, nuestro hombre experimenta ya lo que es vivir en soledad, con su familia muerta casi en su totalidad.

En 1650 sintió la necesidad de aprender latín y comenzó a estudiar con el exjesuita de orientación liberal y escéptica, Franciscus van den Enden, donde tuvo su primer contacto con la filosofía cartesiana, así como con las matemáticas y la física. Según alguno de sus biógrafos, Spinoza se enamoró de Clara María, la hija de Van den Enden, pero el asunto no prosperó. Algunos autores parecen sugerir que más tarde estudió también filosofía en la Universidad de Leyden.

Tanto el contacto con el exjesuita como el que se recibe de la herencia de disidentes marranos como Uriel da Costa, dejan en él un poso de escepticismo que toma cuerpo de forma relevante y con una consistencia teórica fuera de lo común. Comienza así su periplo de disidente y desarraigado, portador de una identidad escindida, un conjunto de rasgos característicos de la personalidad de nuestro hombre que le entroncan directamente con la experiencia de vida de los marranos. Su actitud escéptica en materia religiosa se manifiesta de forma muy temprana, pero no es hasta que se produce la muerte de su padre que se comienza a manifestar de modo público. De hecho, el 5 de diciembre de 1655 aun figura registrada una donación suya a la comunidad judía. Quizá sea el respeto a su progenitor lo que le induce a retrasar su ruptura con la sinagoga.

Pero a partir de ese momento, Bento ya no oculta en público las críticas a la religión. Desde la moderación y la sensatez expone con libertad sus opiniones acerca de la sagrada escritura y de lo opresivo que resulta para la libertad de las personas el hecho de someterse a un dogma producto de la imaginación y no del libre ejercicio de la razón. Es de suponer que, en primera instancia, los rabinos intentarían acallar este discurso, máxime cuando provenía de un miembro relevante de la comunidad. Pero no lo lograron. El pensamiento de Spinoza debía ir tomando ya los tintes de radicalidad y firmeza que caracterizaron después toda su obra. Y, por tanto, su alejamiento de la comunidad se tornó absoluto. En marzo de 1656 liquida lo poco que le quedó de la herencia de su padre tras perder un juicio sobre la misma con su hermana Rebeca. Según afirma alguno de sus biógrafos[18], solo se quedó con una cama que conservó hasta el final de sus días.

La filosofía va a sustituir al comercio desde ese momento. Pero su disidencia tiene como consecuencia la expulsión de la comunidad a través del durísimo herem schammata dictado el 27 de julio de 1656.

…Con el juicio de los ángeles y la sentencia de los santos nos anatemizamos, separamos, maldecimos y rechazamos a Baruch de Spinoza, con el consentimiento del Dios bendito y acuerdo de la totalidad de esta Santa Congregación, ante los libros sagrados y los 613 preceptos que en ellos se contienen, con el herem que lanzara Josué en Jericó, con la maldición que profiriera Elías contra los niños y con todas las maldiciones escritas en la Ley. Maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito al acostarse y maldito al levantarse, maldito al salir y al entrar. No consienta Adonai en perdonarlo. Que el furor de Adonai y su cólera se enciendan contra este hombre para aplastarlo con todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley y borrar su nombre bajo todos los cielos. Que Adonai lo aparte, para su desdicha, de todas las tribus de Israel, con todas las maldiciones celestes contenidas en el Libro de la Ley…”[19]

“Que el furor de Adonai y su cólera se enciendan contra este hombre para aplastarlo…”. La dureza de estas palabras podía hundir a cualquiera en la desesperación o inducirlo al suicidio, como sucedió unos años antes con Uriel da Costa. Pero no es el caso de Spinoza. Su serenidad y su altura intelectual le dan la fuerza necesaria para seguir adelante más allá de las puertas de la sinagoga.

Texto original de herem de Spinoza

Texto original de Herem contra Spinoza tal como se conserva en los archivos de la Comunidad Judía de Amsterdam

Pero su crítica a los fundamentos de la religión judía le granjea un importante odio popular entre sus antiguos correligionarios. El asunto llega a tanto que en 1656 se produce un intento de asesinato del filósofo por parte de un judío fanático. Afortunadamente para el desarrollo del pensamiento crítico, el asunto no fue viable y Spinoza resultó ileso.

Grabado del ataque a Spinoza

Grabado que representa el ataque a Spinoza

Pero más que su relación con la ortodoxia judía, nos interesa su vínculo con algún otro de los judíos disidentes del momento. Y, fundamentalmente, con Juan de Prado, un médico andaluz llegado a Amsterdam tras huir de la Inquisición en España. Mucho se ha escrito acerca de la relación entre ambos, ya que parece haber un cierto correlato entre su pensamiento. Tradicionalmente se ha hablado de que Prado, dieciocho años mayor que Spinoza, influyó en sus ideas acerca de Dios y la religión. Más modernamente, Win Klever defiende la tesis contraria, indicando además que es Franciscus van den Enden quien más influencia a Spinoza en su alejamiento de la religión revelada[20]. Más allá de controversias de este tipo lo que sí está absolutamente claro es que ambos hombres estuvieron en contacto en Amsterdam, entre los años 1655 (Prado llega a Amsterdam) y 1660 (Spinoza se traslada a Rijnsburg y Prado a Amberes). Prado es un personaje mucho más representativo de la experiencia marrana de lo que lo fue Spinoza. De él no se conoce demasiado, solo sus opiniones a través de terceras personas. Parece ser que defendía un cierto deísmo y que su práctica de vida estuvo vinculada con los principios de los libertinos. Semblanza esta bastante alejada de la sobriedad y la persistencia en sus ideas propias de Spinoza, un “ateo de sistema”[21], tal como Bayle lo refleja en su artículo sobre él presente en su Dictionnaire[22]y alejada del “ateo malvado”[23] con el que lo denota Kortholt. Lo que sí es cierto, ya que así lo demuestran las actas inquisitoriales descubiertas por Revah[24] es que ambos estuvieron en contacto

“Y también conoció al Dr. Prado, medico que se llamaba Juan y no sabe que nombre tenia de Judio, que havia estudiado en Alcala, y a un fulano de Espinosa que entiende era natural de una de las ciudades de Olanda porque havia estudiado en Leidem y hera buen filosofo; los cuales profesaban la ley de Moyses y la Sinagoga los había expelido y apartado de ella por aber dado en ateístas; y ellos mismos le dijeron a este que estaban circuncidados y guardaban la ley de los Judios, y que ellos mismos habían mudado de opinión por parecerles que no hera verdadera la dicha Ley y que las almas morían con los cuerpos ni havia Dios sino filosofalmente y que por eso los havían hechado de la Sinagoga; y aunque sentían las faltas de las limosnas que les daban en la Sinagoga y la comunicación con los demás Judios, estaban contentos con tener el herror del ateísmo, porque sentían que no havia Dios sino es filosofalmente (como ha declarado) y que las almas morían con los cuerpos y asi no habían menester fee.”[25]

La afirmación que realiza el fraile en esta deposición acerca de que ambos “sentían las faltas de las limosnas que les daban en la Sinagoga” parece ser bastante certera en cuanto a Prado, pero desde luego no lo es respecto a Spinoza cuyo patrimonio comercial, primero, y más tarde su oficio de pulidor de lentes, así como algunas de las subvenciones recibidas de sus amigos y mecenas, siempre le permitieron vivir con dignidad sin necesitar recibir limosna alguna.

Esta datada, en cambio, la extrema pobreza de Prado. Es por ello que, dentro de su actitud libertina, siempre procuró librarse de las condenas que le apartaban de la comunidad judía. Así, en 1656 es reconvenido por primera vez, pero se arrepiente en un escrito de retractación que presenta a los pocos días de haberse dictado el Herem contra Spinoza.

‘Puesto que he tenido opiniones malas y mostrado poco fervor en el culto de Dios y su Ley Sagrada, pongo aquí este tebá como me lo ordenan los caballeros de la mahamad y, por voluntad propia, confieso ante Dios Bendito y Su Ley Sagrada y ante toda esta santa congregación que he pecado y errado de palabra y de hecho […] escandalizando a la santa congregación, por lo cual me arrepiento firmemente y hago humilde pedido de perdón […] y acepto hacer la penitencia ordenada por los rabinos […] y prometo no reincidir en los mismos o parecidos delitos […] La paz sea con Israel. Dr. Daniel de Prado.[26]

El 14 de febrero de 1657 Prado es condenado nuevamente. En 1660 vuelve a enviar un escrito exculpatorio y, por último, el 12 de agosto de 1664 su hijo David, escribe una carta en su nombre dirigida a la comunidad de Amsterdam pidiendo la readmisión de su padre. Y no contento con esto, aún en 1667 nuestro inefable médico andaluz escribe a Francisco Bautista Lugo del Castillo con la solicitud de ser reconciliado por la Inquisición. Todo un acontecer de espíritu rebelde y de práctica libertina. A nuestro hombre no le importaba mucho la religión con la que se le asociara siempre que le permitiera disfrutar de la pertenencia a una comunidad donde pudiera financiar su vida. Y, más allá de ello, en ningún momento abandonó la expresión de sus ideas anti religiosas.

De forma muy contraria a Prado, Spinoza, después de su excomunión, fuera ya de los límites de la comunidad judía, con el negocio familiar arruinado y con sus hermanos muertos o alejado de ellos, se ve en la encrucijada de decidir a qué dedicar su esfuerzo. Así nos lo confiesa en un pequeño opúsculo Tratado para la reforma del entendimiento:

«Después que la experiencia me había enseñado que todas las cosas que suceden con frecuencia en la vida ordinaria, son vanas y fútiles, como veía que todas aquellas que eran para mi causa y objeto de temor, no contenían en sí mismas ni bien ni mal alguno, a no ser en cuanto que mi ánimo era afectado por ellas, me decidí, finalmente, a investigar si existía algo que fuera un bien verdadero y capaz de comunicarse, y de tal naturaleza que, por sí solo, rechazados todos los demás, afectara al ánimo; más aún, si existiría algo que, hallado y poseído, me hiciera gozar eternamente de una alegría continua y suprema»[27].

En 1661 se traslada a Rijnsburg, una pequeña localidad cercana a Leyden. Para mantenerse comienza la práctica del oficio de pulidor de lentes, donde parece que logró un muy alto nivel de excelencia, cosa que le permitió ganarse la vida desde ese momento. Hasta entonces solo había escrito una obra breve no finalizada, el Tratado para la reforma del entendimiento, pero es en Rijnsburg donde comienza a afianzarse su labor intelectual. En 1661 escribe su Breve tratado sobre Dios, el hombre y su felicidad y arranca su gran proyecto, la Ética. Demostrada según el orden geométrico, labor que le ocuparía hasta 1675, poco antes de su muerte. En 1663 escribe y publica la única obra que apareció en vida bajo su nombre, los Principios de filosofía de Descartes. Es en Rijnsburg donde entra también en contacto con los Colegiantes, un grupo de protestantes liberales con los que concordaba en una buena parte de su pensamiento. Es allí donde traba también contacto con Lodewijk Meyer, el amigo que se encargaría de publicar toda su obra tras la muerte del filósofo.

En 1663 se traslada a Voorburg y en 1670 a La Haya. Allí se hospedará en casa del pintor Hendrik van der Spyck. Es en Voorburg, en septiembre de 1665, tal como le confiesa a su amigo Oldenburg, que comienza a trabajar en la que sería su obra más polémica, el Tratado teológico-político, donde dará ya forma escrita a las ideas que venía pergeñando sobre Dios, el fenómeno religioso y la organización política de la sociedad. Pero Spinoza no se limitó solamente a escribir sobre política, sino que además la practicó en alguna forma. Se sintió siempre muy cercano al gobierno republicano liberal de Jan De Witt que gobernó los Países Bajos entre 1653 y 1672. La forma de ver la organización del Estado que tenía nuestro autor concordaba bastante con la puesta en práctica por aquel gobernante, representante de la burguesía liberal republicana de la época, y no por la que sustentaba al estatúder Guillermo de Orange, adalid de la monarquía absoluta y defensor del rigorismo religioso de los protestantes, sobre todo de los calvinistas en Holanda. Su pensamiento acerca del modelo político establecido en la república liberal gobernada por Jan de Witt lo observamos en su Tratado teológico-político:

“Pues en este Estado tan floreciente y en esta ciudad tan distinguida [Amsterdam], viven en la máxima concordia todos los hombres de cualquier nación y secta; y para que confíen a otro sus bienes, solo procuran averiguar si es rico o pobre y si acostumbra a actuar con buena fe o con engaños. Nada les importa, por lo demás, su religión o secta, ya que éstas de nada valen en orden a ganar o a perder una causa ante el juez “[28]

Al inicio de 1670 publicará finalmente el Tratado teológico-político, obra que convulsionará todo el escenario intelectual del momento. Dada su radicalidad, el libro aparece en forma anónima y con un pie de imprenta falso, aunque parece que era ampliamente conocida la autoría de Spinoza. A las pocas semanas de su aparición el libro se encontraba ampliamente difundido y leído en Alemania, Francia e Inglaterra. Cuando comienza a tener una cierta difusión en Holanda, la rigurosa iglesia calvinista holandesa hace una fuerte campaña contra el Tratado y consigue finalmente su prohibición en 1674. Bayle lo denotará de “libro pernicioso y detestable, en el que logró [Spinoza] deslizar todas las semillas del ateísmo”[29]. Caute es el lema que Spinoza anota en su sello personal. Ya sabe que el odio que en su día generó en la comunidad judía ahora está también cada vez más presente en la sociedad cristiana. Y, a pesar de la libertad intelectual que se mantiene en las Provincias Unidas, el filósofo mantiene en todo momento una actitud precavida.

Caute

El sello de Spinoza con su lema Caute

El ritmo de la penetración de las ideas de libertad religiosa y política que se encuentran presentes en el Tratado nos dice mucho acerca de las distintas sociedades del momento, sobre todo en lo que concierne a la española. La obra se publicó originalmente en latín y así comenzó a conocerse. Como ya hemos dicho se traduce al holandés en 1674 y se prohíbe de forma inmediata allí. La primera traducción francesa es de 1678. La iglesia católica lo introduce en el Índice de libros prohibidos el 3 de febrero de 1679. La traducción inglesa vio la luz en 1689, la holandesa en 1693, la alemana en 1786, la italiana en 1875 y la española en 1878[30]. Como en tantas otras ocasiones, nosotros a la cola de la difusión de las ideas que suponen libertad y progreso para la humanidad.

El entorno republicano liberal en el que se movían las Provincias Unidas bajo Jan de Witt y su hermano Cornelius cambia de forma radical en 1672 tras la recuperación del poder por Guillermo de Orange. Los de Witt son asesinados y descuartizados por la turba alentada por los fieles al estatúder que les acusaban de mostrarse partidarios de la paz con Francia en la guerra que en ese momento sostenían contra dicha potencia los Países Bajos. El hecho se produce cerca de la casa de Spinoza, sin que los guardianes de la ley hicieran nada por evitarlo. Se cuenta que en aquel momento el filósofo quiso colgar un cartel con la frase: “Ultima barbarorum!”[31], pero su casero, Hendrik van der Spyck se lo impidió. Dentro de su ya mencionado desarraigo de origen marrano, Spinoza casi nunca se debió sentir fuertemente vinculado con una identidad nacional, quizá esto solo sucedió durante la época del gobierno de los hermanos de Witt, pero, desde luego, desapareció con la llegada al poder de Guillermo de Orange[32]

En 1673, Carl Ludwig, el príncipe elector del Palatinado le ofrece una cátedra en la Universidad de Heidelberg a cambio de no contradecir la religión cristiana. Spinoza rechazó el ofrecimiento apelando a que para él era muy importante mantener su libertad intelectual. Esto nos da, además, esa imagen de austeridad que los biógrafos del filósofo han remarcado. Así Kortholt indica que solo gastaba cuatrocientos florines holandeses al año[33]. Con su vida austera no necesitaba mucho más para vivir que lo deparado por su oficio de pulidor de lentes.

En 1676 recibe la controvertida visita de Leibniz, su alter ego en aquel momento filosófico. El autor alemán se mostraba indeciso entre su interés en conocer a aquel pensador del que todo el mundo hablaba. Valoraba Leibniz las consecuencias negativas que para él supondría que lo relacionaran con quien ya era considerado un consumado ateo y un crítico incuestionable del fenómeno religioso tal como lo entendían las religiones reveladas como el cristianismo o el judaísmo. Spinoza había adquirido la reputación de ser “un pensador misteriosamente subversivo, con el que era peligroso relacionarse”[34] y por ello no era de extrañar que Leibniz sintiera curiosidad, pero también miedo. Ambos representaban dos personalidades contrapuestas. Probablemente, dos de las mentes más brillantes de su época, pero de caracteres y forma de vida totalmente distintos. El judío, sobrio, austero, alejado de la pompa del mundo y solo interesado en la creación de su obra, escrita con el mismo detenimiento y rigor con el que pulía sus lentes. El alemán, filósofo cortesano por naturaleza, de carácter mundano, no despreciaba ninguno de los honores que aquel mundo le ofrecía. Finalmente parece que se reunieron y conversaron sobre la Ética, pero Leibniz procuró a lo largo de su vida mantener oculta dicha visita por miedo a las consecuencias negativas que pudiera aportarle.

Spinoza murió muy joven, el 21 de febrero de 1677 en su habitación de la casa de La Haya donde habitaba. La muerte le sorprendió redactando el capítulo relativo a la forma de gobierno democrática de su Tratado Político, capítulo del que solo llegó a escribir tres páginas. Estaba afectado de una enfermedad pulmonar, probablemente tuberculosis[35], agravada a consecuencia del polvo que desprendía el pulimento de lentes. Su amigo, y probablemente el médico que le atendió en sus últimos momentos, Lodewijk Meyer[36], recogió la totalidad de sus papeles y marchó de inmediato a Amsterdam para ocuparse de su publicación. Así, en ese mismo año de 1677 vieron la luz todos sus escritos, como Opera posthuma. Una vez fallecido, su hermana Rebecca se personó a casa de Van der Spyck para reclamar la herencia del filósofo, pero se le informó de que para hacerlo debería, igualmente, hacerse cargo de las deudas. Tras efectuar los cálculos pertinentes y comprobar que prácticamente no quedaba nada, Rebecca renunció a la herencia[37].

En el perfil de Spinoza que trazará Bayle en su Diccionario afirmará que “era un hombre de trato fácil, afable, honrado, cumplidor y muy ordenado en sus costumbres”[38], un “ateo virtuoso” al que criticará mordazmente por su doctrina, pero del que remarcará todos estos aspectos positivos de su persona.


[1] Atilano Domínguez. Obras completas y correspondencia. Editorial ViveLibro, segunda edición, 2018, versión digital. Usamos la versión digital al ser imposible en este momento acceder a la edición original, cosa que nos produce una extraña sensación. Estamos ante la gran edición de las obras de Spinoza en castellano. La realiza quien puede considerarse como la máxima autoridad española en el filósofo. Y, desconozco por qué extrañas circunstancias la hubo de sacar a su costa en una editorial de autoedición (ViveLibro) de forma que debieron imprimirse solo unas cuantas copias y hoy es imposible encontrarla ni siquiera de segunda mano a través de la red Iberlibro. ¿Es que ninguna de las editoriales tradicionales que habían editado anteriormente muchas otras obras de Atilano Domínguez se atrevieron con este monumento? Dan ganas de llorar cuando analizamos situaciones como esta que ocurren en nuestro país. Debido al formato electrónico y la imposibilidad de referenciar las citas a través de la paginación ordinaria, las referencias las realizaré siempre usando el denominado modo de referencia del lector Calibre. Haré una excepción en las que se refieren a las biografías que la obra de Domínguez contiene. En ese caso, cuando cite aportaciones de los considerados biógrafos canónicos de Spinoza: Jelles, Bayle, Kortholt, Colerus y Lucas, las haré referidas a la edición que de las mismas hace Atilano Domínguez con la notación que él emplea, J para la de Jelles, B para la de Bayle, K para la de Kortholt, C para la de Colerus y L para la de Lucas.

[2] Pierre Bayle. Artículo Spinoza de su Dictionnaire, B-6

[3] Ibidem, B-8

[4] Kortholt. Prefacio a la obra de su padre, De tribus impostoribus, K-5

[5] Ibidem, K-10

[6] Ibidem, K-6

[7] Ibidem, K-5

[8] Ibidem, K-9

[9] Johannes Colerus. Breve, pero fidedigna biografía de Benedictus de Spinoza, redactada a partir de documentos auténticos y de testimonios orales de personas que aún viven, por J. C., predicador alemán de la comunidad luterana de La Haya. C-16

[10] Ibidem, C-43.

[11] Atilano Domínguez. Op. cit., 41.70 a 41.77.

[12] También se le ha nombrado como Benedicto de Spinoza, ya que esa es la traducción latina del nombre hebrero Baruch o del portugués Bento. Pero dudamos que en su día a día el personaje lo empleara. También en este artículo optaremos por usar Spinoza como forma de mencionar el apellido del filósofo, en lugar de otros como D’Spinoza, D’Spinosa, D’Espinosa, de Espinoza o de Espinosa que también han sido empleados por algunos autores. Ello lo hacemos debido a que la firma Spinoza es la que más frecuentemente aparece en los escritos que de él se han conservado. Todo ello a pesar del atractivo que el de Espinosa ha tenido para algunos de los autores españoles que han escrito sobre el filósofo.

[13] “Marrano propiamente quiere decir falto, porque marrar quiere dezir faltar en lengua castellana antigua; e falar e ser falto el ombre de lo que promete es cosa de mucha vergüenza”. Gonzalo Fernández de Oviedo, en sus Quinquagenas de la nobleza de España (1555). Mencionado por Antonio Rivera García. Uriel Da Costa. Marranismo y modernidad, Biblioteca Saavedra-Fajardo de Pensamiento Político.

[14] Atilano Domínguez. Op. cit., 8.22.

[15] Ibidem, 8.26

[16] Ibidem, 7.31.

[17] Yirmiyahu Yobel. Spinoza, el marrano de la razón. Editorial Anaya & Mario Muchnik, Barcelona, 1995, página 184.

[18] Kortholt. Op. cit., K-3

[19] En Gabriel Albiac. Maledictus. Artículo del diario El País del 25 de julio de 1985

[20] Este asunto ha sido profundamente analizado por José Luis Villacañas en su artículo Prado y Spinoza. Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico.

[21] Pierre Bayle. Op. cit., B1

[22] En Gabriel Albiac. La sinagoga vacía. Editorial Hiperion, Madrid, 1987, página 22.

[23] Kortholt. Op. cit., K5

[24] Usamos aquí la versión completa de las mismas que incluye Gabriel Albiac. Op. cit., páginas 492-497

[25] Declaración de Fray Tomás Solano y Robles ante la Inquisición de Madrid el 8 de agosto de 1659. En Gabriel Albiac, Op. cit., página 493.

[26] En Yirmiyahu Yobel. Op. cit., página 86.

[27] Spinoza. Tratado para la reforma del entendimiento, 1. En Atilano Domínguez., Op. cit., 7.54

[28] Spinoza. Tratado teológico-político, Alianza Editorial, Madrid, 1986. Edición de Atilano Domínguez, libro XX La libertad del Estado, página 418.

[29] En la introducción de Atilano Domíguez a: Spinoza. Tratado teológico-político, página 8

[30] Ibidem, página 27

[31] El colmo de la barbarie

[32] Yirmiyahu Yobel. Op. cit., página 185

[33] Kortholt. Op. cit., K-6

[34] Stuart Hampshire. Spinoza. Alianza Editorial, Madrid, 1982, página 166

[35] Jarig Jelles. Op. cit., J-4

[36] Johannes Colerus. Op. cit., C-64

[37] Ibidem, C-72

[38] Pierre Bayle. Op. cit., B-6

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