Cuando el género autobiográfico se mezcla con el testimonial suele proporcionar unos resultados literarios muy atractivos. O, al menos, a mí siempre me lo ha parecido. Si el autor (o, en este caso, la autora) es, además, protagonista de hechos tan significativos como los acaecidos en el tercio central del siglo XX en Europa, la transmisión de su memoria se convierte en un espectacular modo de poner ante nosotros las claves de una época tan interesante como convulsa. Y eso es lo que hace Carmen Parga en su lúcida y personal Antes que sea tarde.
La editorial Renacimiento acaba de publicar en su Biblioteca de la Memoria una última edición de la obra y yo he tenido el placer y el honor de encargarme de dicha edición, la segunda que preparo después de la de Luarna de 2010. Y hacerlo me ha vuelto a sumergir en aquel mundo que a la autora le tocó vivir y que recrea de modo magistral los avatares de la época.
Carmen fue una comprometida militante de izquierda durante el periodo republicano y la posterior guerra civil. Nació en La Coruña en 1914 y falleció en Ciudad de México en 2004. Militante comunista en su juventud, formó pareja con el que fuera teniente coronel del XV Cuerpo de Ejército, Manuel Tagüeña Lacorte, autor de una de las obras testimoniales más personales y afectivas de entre las escritas por los protagonistas de aquella malhadada época, el Testimonio de dos guerras. Pero si la obra del esposo es monumental, la de Carmen aporta tantos otros interesantes aditamentos que no le queda a la zaga. Destaca el sentimiento de ella frente a la racionalidad de él, pero también una mirada peculiar, claramente femenina, que capta los hechos y se los presenta al lector con un tinte cargado de ironía, de esa cierta socarronería propia de su Galicia natal. Pero también refleja, como pocos autores lo hacen, la tristeza del desencanto. Y es un desencanto que en Carmen se presenta con una inteligente antelación frente al de Manuel, que tardó más en desarrollarse. Poco tiempo de vida en la URSS necesitó la autora para caer en la cuenta de lo fatídico de aquella sociedad. En ello se anticipó notoriamente tanto a su marido como a otros militantes comunistas españoles que, de una u otra forma, con uno u otro nivel de vehemencia, criticaron los excesos en que cayó no solo Stalin sino, en general, el comunismo, tal como se ejercía en los países del socialismo real. Por todo ello, Antes que sea tarde tiene un tinte especial para los que, de un modo un otro, hicimos un recorrido teórico similar. Y es por ello que ya hace años hice de esta obra uno de mis libros de cabecera.
Carmen supo captar con una precisión asombrosa lo inhumano de un sistema político, el comunismo y, especialmente, el comunismo en la forma que se daba en la Unión Soviética. Y lo hacía con la excepcional visión que el desengaño pudo aportarle. Una causa que la autora creía justa en su juventud, pero que tras vivir en la URSS se presentó ante ella con todas sus contradicciones y miserias. Realmente, nunca abominó de sus ideas sociales, pero para cuando escribió Antes que se tarde, estas ya habían virado hacia el socialismo democrático, expresado en la visión del mismo que para España tenía el PSOE posterior a Suresnes.
Tras la muerte del esposo y la recuperación de la democracia en nuestro país, Carmen viajó en varias ocasiones a España y cultivó la amistad de destacados dirigentes socialistas, de modo que las primeras ediciones de su obra fueron prologadas por Fernando Morán y Alfonso Guerra. Este último definía en su prólogo a la obra de Carmen como un «antidoto eficaz contra la nostalgia», reseñando que pocos autores habían logrado hacer una síntesis tan acertada como la que la autora hace respecto a lo inhumano del régimen soviético.
En la obra de nuestra autora gallega hay ciertas categorías que se destacan de forma notoria. Además de la ya reseñada del desengaño, yo creo que otra fundamental es la del exilio. Pocas obras de entre las que he leído entienden y transmiten tan bien el desasosiego de quienes se ven obligados a abandonar su patria para emprender una nueva vida, plagada de dificultades, en un nuevo entorno. Pero la obra de Carmen no es, ni mucho menos, la del exiliado amargado por las circunstancias, vencido por la adversidad, sino más bien la de quien entiende que por desgraciado que sea el fenómeno que les haya hecho perder su anclaje vital, siempre persiste la esperanza de salir adelante. El texto de la autora rezuma vitalismo, e incluso un cierto humor, por todas partes.
Aunque un cierto fatalismo no deja tampoco de aparecer en sus páginas. Así Carmen nos confiesa en el prólogo que ella misma pone en el frontispicio de su narración, que su vida anduvo movida más por las circunstancias que por los propósitos. Sin embargo, y a pesar de esta aseveración, toda la obra trasluce un cierto optimismo vital, la idea de que las cosas pueden cambiar e ir a mejor solo poniendo algo de nuestra parte, por más que las circunstancias nos conduzcan a situaciones indeseables. La escritura para Carmen, tal como ella nos lo indica en su obra, se convierte en un cierto ajuste de cuentas con lo que nos ha tocado vivir. Y eso hace de la narración algo extraordinario que nos atrapa.
Quizá solo tengamos que oir algunas de sus palabras para comprobar esta afirmación a la que me refiero.
Parece que sea el destino del hombre enfrentarse siempre a la tarea de inventar el futuro. Yo me niego a ser pesimista; a pesar de todo lo vivido sigo confiando en el hombre, quizá porque lo he visto afrontar con valor las más difíciles situaciones. Sueño con un siglo XXI en el cual nuevas relaciones permitan a todos los pueblos convivir pacíficamente, conservando cada uno sus características esenciales. Un mundo en el que una política inteligente, una economía más justa y mejor repartida y una auténtica preocupación por la humanidad traigan bienestar para todos
Más allá de lo que se refiere al contenido, los aspectos formales presentan también un gran interés. Fernando Morán lo reseña de forma vívida en su prólogo, donde indica que «la descripción del invierno en un pueblo de la Federación rusa alcanza la calidad de la gran literatura que reconstruye la época». A esto uniría yo la narración de cómo vivió la muerte de Franco, un hito que tenía un significado especial para todas aquellas personas que vieron su vida truncada por las acciones del dictador. Magníficas son también las páginas que dedica a narrar situaciones acerca de sus compañeros de exilio, las personas que en aquel momento de la historia lideraban, o estaban muy cercanas al liderazgo del PCE. Por sus páginas pasan José Díaz, Pasionaria, Modesto, Líster, Francisco Antón, Enrique Castro, Jesús Hernández…
En este último orden de cosas resulta muy interesante valorar la concepción de la risa que podemos encontrar en la biografía de Carmen. Así, algunos de sus compañeros la acusaron junto con Caridad Mercader de aplaudir o incluso hacer ciertos chistes que ridiculizaban la figura de Stalin o que resultaban antisoviéticos en general. En las actas de las reuniones de las Academias Frunze y Vorochilov que se reúnen en Moscú tras la vuelta a la capital una vez expulsados los alemanes de la URSS, podemos ver como Líster acusa a ambas mujeres del pecado de reirse.
En relación a los chistes… Hay que terminar con estos procedimientos. Yo pido a los compañeros que tengan firmeza suficiente para cuando salen chistes, ironías y frases mordaces, cortarlas sin vacilación
Con esta defensa de la risa, del sarcasmo, Carmen venía a poner al descubierto el método por el que los españoles, igual que los rusos en aquel momento, fuimos capaces de soportar tan largo periodo dictatorial como lo hicimos. Los españoles en las calles, en los bares… hacíamos chistes sobre Franco, sobre el régimen y sobre todo aquello en esos momentos nos oprimía. Y eso suponía para nosotros una cierta liberación. El poder liberador de la risa es brutal en situaciones donde el mundo nos aplasta. Y eso es uno de los mensajes cruciales de la obra de Carmen Parga.
Me gustaría reseñar, por último, la frase con la que se pone colofón a la narración. Frase que es un resumen sincero de lo que piensa la autora. Un pensamiento que en nuestro actual espectáculo de bulos, fake news y mentiras interesadas, toma un valor de gran relevancia.
Me encanta una frase de Gramsci: “La verdad es revolucionaria, la mentira es la contrarrevolución”. En este sentido, a mis ochenta años, sigo siendo revolucionaria.
Los tremendos avatares de la vida de la autora se vieron compensados en México, al final de la misma, donde formó una gran familia y pudo hacer realidad su sueño de adquirir una casa con terreno suficiente. Ella hubiese querido hacerlo en su Coruña natal, pero finalmente lo logró en Santiago Tepetlapa, un encantador lugar donde en 2008 tuve el placer de compartir con su cuñada, la ya fallecida Encarnita Tagüeña, y con su hija, Carmen Tagüeña, unos estupendos días donde la conversación sobre Carmen, Manuel y la vida de ambos fueron desplegadas ante mi con la calidez de quienes eran parte viva y querida de los dos protagonistas. Nunca olvidaré ni el lugar, ni las personas, ni aquellos encantadores días.
Hola Antonio, soy T
Tere, ya sabes que me gusta leerte siempre, y el artículo de hoy me parece muy interesante. Tengo que leer el libro de Carmen Parga.
Gracias, Tere. A ver si esto del coronavirus nos permite visitaros pronto y te llevo un ejemplar. Un abrazo.